sábado, 29 de octubre de 2022

Testimonios Ángel Arrabal (VII)

La Embotelladora de Pepsi-Cola


4- VÍCTOR

En ese marco es donde conocí a Víctor, un peón de plantilla durante todo el año, que muy pronto me llamó la atención porque, a diferencia de otros peones de plantilla, nunca se aprovechaba de los novatos eventuales dejándoles los peores puestos o demorándose en las sustituciones.

 

Víctor era un hombre fuerte y tranquilo, de unos cuarenta años, que, cuando te veía en un apuro porque las cajas se te amontonaban en la cadena, aparecía de pronto y liberaba el atasco cogiendo con una sola mano las cajas llenas de botellas de litro que yo apenas podía remontar en el palet con las dos manos. Y luego se iba a su puesto, siempre sonriente y natural, sin darlo importancia.

 

Los otros peones de plantilla, muy dados a la chanza y la pillería, le tenían mucho respeto porque se expresaba con pocas palabras pero mucho sentido y porque sacaba adelante su trabajo sin errores y echaba una mano, sin reproches, cuando hacía falta.

 

En el descanso para el bocadillo, nos sentábamos en el suelo de un pequeño patio de la fábrica y, con frecuencia, hacíamos por coincidir. Era increíble en aquel ambiente, pero hablábamos de S. Juan de la Cruz y me contaba de un monasterio perdido en Las Batuecas, cerca de las Hurdes, donde iba en vacaciones, de un hospital donde colaboraba como voluntario durante el curso y de grupos de oración en los que participaba. Aunque era evidente su nivel cultural y su experiencia, nunca comentó nada de su pasado, ni de su trayectoria laboral anterior. Alguna vez comentamos algo sobre la educación de los hijos (creo que   tenía 7) y de los ideales de los jóvenes en un mundo desacralizado y sin espiritualidad.

 

Estas conversaciones eran extraordinarias en el ambiente zafio de la fábrica, pero tenían un tono muy normal, sin beaterías santurronas ni afán de proselitismo.



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