miércoles, 29 de mayo de 2019

Testimonios. María Rosario Laso Calvo.

María Rosario Laso Calvo en su juventud.


Conocí a Víctor de pequeña, ya que somos del mismo pueblo. Vivíamos cerca y yo pasaba por su casa cuando iba a misa los domingos y cuando iba a la escuela durante la semana. Siempre que nos veíamos nos saludábamos. Víctor iba siempre a misa y se trataba bien con toda la gente del pueblo. Nadie tenía ninguna queja de él. Su noviazgo fue un noviazgo ejemplar. Le nacieron tres hijos en el pueblo. Luego se fue a vivir a Medina del Campo (Valladolid) buscando el bienestar de su familia.

Volvimos a tener de nuevo contacto cuando, ya jubilado, se retiró a vivir a Velillas del Duque, que dista unos diez kilómetros de Quintanadiez de la Vega donde ambos nacimos.
 
Quintanadiez de la Vega donde compartieron en su juventud.
Solíamos vernos todos los martes, pues los martes se celebraba en Saldaña un mercado al que acuden de todos los pueblos de la comarca. Él iba acompañando al párroco de Velillas del Duque a quien le hacía las compras. Y no sólo le hacía las compras al párroco cuando el párroco iba de compras los martes al mercado de Saldaña, sino que le ayudaba en todo lo que le pedía de forma totalmente desinteresada.

Siempre que nos veíamos, nos veíamos a la puerta de la Iglesia de Saldaña, antes o después de haber pasado un tiempo con el Señor. Solíamos hablar de las personas del pueblo por los que mostraba siempre gran interés. Nos dábamos siempre un abrazo muy cariñoso y muy espiritual, pues el cariño que sentíamos el uno por el otro, se debía a que ambos sintonizábamos en el amor que ambos teníamos al Señor.
 
María Rosario Laso Calvo en la actualidad.
Siempre se le veía sonriente. Siempre se le veía alegre. Siempre estaba contento. Todo el mundo hablaba bien de él. Era siempre bueno con todos. Contagiaba siempre a todos para ir a Dios.

Me alegra mucho que esté para iniciarse su proceso de beatificación y espero y deseo llegar a venerarle como santo, y desde ya cuento con su intercesión por mí ante el Señor.

sábado, 25 de mayo de 2019

Habla Víctor Encontré a quien venía a buscar

Las Batuecas donde Víctor buscó la soledad.

Al desierto me llegué para buscar la paz. En silencio me encontré a quien venía a buscar.

En carta de 30 de enero de 2003 al P. Matías del Niño Jesús, le dice: “Su carta me alegró y me hizo recordar todas las vacaciones que pasé ahí, y sobre todo, todas las inmensas gracias que recibí en esa santa casa”. Y como ya la enfermedad del alzheimer le estaba afectando, añade: “Mi situación humana es verdaderamente muy precaria; incluso influye en el espíritu, aunque tengo la gracia de estar adorando a la Santísima Trinidad, siempre que no esté ocupado en lo poco que puedo hacer”.

Víctor se fue al desierto de Las Batuecas para en la soledad encontrar la paz, y en el silencio del desierto se encontró a quien iba a buscar, al único que puede conceder la Paz en plenitud. En el se cumplió lo que dice Oseas 2, 16-22: “Voy a seducirla llevándomela al desierto y hablándole al corazón…Me casaré contigo para siempre, me casaré contigo a precio de justicia y derecho, de afecto y de cariño. Me casaré contigo a precio de fidelidad, y conocerás al Señor”.
 
Jesús orando con el Padre en soledad.
Algo especial tiene el desierto o la soledad para encontrarse con Dios, cuando el mismo Jesús se apartaba con frecuencia para dialogar con tranquilidad con el Padre y algo notaban sus apóstoles cuando regresaba de ese encuentro a solas con el Dios Padre para pedirle que les enseñara a orar.

Y es que, como dice Santa Teresa, oración es “trato de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama” (V. 8, 5). Víctor conocía muy bien esta definición de Santa Teresa y por eso, una vez convertido de corazón y con el deseo de amar cada vez más a Dios, se fue al desierto para “estar muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama”.

Y la experiencia fue tan positiva, que a la soledad volvía año tras año para poder estar con el Amado, alejado de las preocupaciones y allí disfrutar de su amor “a solas” en plena intimidad. Experimentar el amor que por la fe sabemos que Dios nos tiene, es conseguir la felicidad en plenitud. Estar con Jesús, hablar con Él, escucharle, dejarse amar, es mucho mejor que pensar en cosas maravillosas de Dios. En el silencio, donde nada ni nadie nos distraiga, es donde podemos escuchar a Jesús que nos habla al corazón y experimentar su amor en plenitud. Por eso Víctor afirma: “en el silencio me encontré a quien vine a buscar”.
 
Santa Teresa de Jesús dialogando a solas con Jesús.
Víctor recordó siempre las “inmensas gracias” que recibió en la soledad de Las Batuecas. Pero allí, al experimentar el amor de Dios y querer responder a ese amor, se dio cuenta de que sólo se conseguía pasando las purificaciones de la noche oscura de que habla San Juan de la Cruz y descubrió que, como dice Santa Teresa, “No está el amar en el mayor gusto, sino en la mayor determinación de desear contentar en todo a Dios y procurar en cuanto pudiéramos no le ofender, y rogarle que vaya siempre adelante la honra y gloria de su Hijo, y el aumento de la iglesia católica. ¡Estas son las señales del amor! (4M 1, 7).

miércoles, 22 de mayo de 2019

Florecillas De “Padre Víctor” a “Curote”

Fábrica embotelladora de Pepsi-Cola


En la fábrica, cuando el compañerismo era grande, le llamaban Padre Víctor. Al venir lo que él dice “el destape del mal hablar”, comenzaron los compañeros a llamarle “el cura” y después “el curote” (En carta de Eva María al P. José Vicente).

En esas breves palabras resume su hija Eva el trato que su padre recibió de parte de los trabajadores de la Embotelladora de Pepsi-Cola. Cuando Víctor entró a trabajar en Pepsi-Cola, al comprobar los compañeros su disponibilidad, su personalidad y su preparación, no dudaron en elegirle como su representante ante la empresa.

Víctor no les defraudó, pues consiguió algunas bonificaciones y les defendió sin miedo cuando fue necesario. Pero también aprovechó esa oportunidad para hablarles de Dios y de la alegría de ser creyente, pues la fe le garantiza que al final de su vida encontrará la verdadera felicidad. Nos consta que aprovechó ese prestigio moral para que muchos de sus compañeros acudieran a los Cursillos de Cristiandad y cambiaran de vida. Incluso se acercaron a confiarle problemas de conciencia aunque no fuera sacerdote. Era un auténtico mensajero de la Palabra de Dios entre ellos y le comenzaron a llamar “padre Víctor” como si se tratara de un sacerdote. Muchos de los trabajadores no tenían fe, pero eran personas honestas y se acercaban a él para escucharle hablar de Jesús y de las verdades del Evangelio.

Al encuentro con Jesús en los Cursillos de Cristiandad.

Pero como la condición humana es voluble y fácil de manipular, especialmente cuando se le ofrecen bienes materiales, al surgir con fuerza los sindicatos que presionaron a los empresarios a mejorar las condiciones laborales de los obreros y estaban dispuestos a conseguirlo incluso por la fuerza, Víctor, que siempre les hablaba de mutua correspondencia entre empresa y empleados y era partidario de resolver los problemas mediante el diálogo entre ambas partes y así actuó mientras fue su representante, dePadre Víctor” pasó a ser para ellos el “Cura moralista” a quien ya no merecía la pena escuchar ni tener en cuenta. Y le dejaron de lado.

Si al principio las presiones venían de fuera de la fábrica, poco a poco fueron muchos los obreros que se dejaron arrastrar por las nuevas tendencias y muy pocos los que permanecieron fieles a los principios cristianos. Las presiones de los sindicatos para conseguir aumento de salario y mejoras laborales para los obreros, cosas en sí muy honestas,  se hicieron con tal violencia, que Víctor lo describe con estas dolorosas palabras

"De colores", principal cántico de los Cursillistas.

“Todo cambió radicalmente y sólo groserías y maldades se podían oír. Fue esta una etapa de verdadero calvario”. A partir de ahí, ya no se le llamó “Padre Víctor”, ni siquiera “Cura”, sino que se le comenzó a denominar despectivamente  “Curote”. Siempre contó con un grupo de amigos fieles que no abandonaron nunca la senda de la fe, pero muchos le despreciaron. Él lo soportó con tanta paz, que sus compañeros y amigos más cercanos, no se han enterado de su sufrimiento hasta después de su fallecimiento.


sábado, 18 de mayo de 2019

Testimonios Quinidio Martín y Carmen Díez


D. Quinidio Martín y su esposa Dª. Carmen Díez


Conocimos a Víctor aquí en Villarmienzo. Venía desde Velillas del Duque, donde vivía, a oír misa cuando no la había en Velillas y la había aquí en el pueblo. Venía siempre andando cualquiera fuera la inclemencia del tiempo. Comulgaba siempre en la misa. Solía llegar a la misa antes que el párroco y hasta que llegaba el párroco, se ponía a hablar muy amablemente con la gente.

Era una buenísima persona y el párroco le tenía por santo, como a veces así nos lo decía. ¡Qué testimonio no habría dado el párroco sobre la vida santa de Víctor si le hubiera sobrevivido!, pero falleció antes que Víctor. Y no sólo el párroco le tenía por santo, sino que por tal le teníamos todos los que le tratábamos. Nosotros damos fe de que era un santo de cuerpo entero.

Panorámica de Villarmienzo.

Siempre estaba sonriendo. Era muy amable con la gente. Su vida era de una entrega total a Dios y a los hermanos. Un gran ejemplo para nuestra generación y para las generaciones venideras.

Por eso es tan importante que se le beatifique y se le canonice cuanto antes, para que todo el mundo conozca lo santa que fue su vida y arrastre a las almas a llevar una vida de tanta entrega a Dios y a los hermanos, que es en lo que consiste la santidad, como lo fue la suya.

Esperamos que así sea y que sea cuanto antes.
 
 Señales de tráfico en el término de Villarmienzo.


miércoles, 15 de mayo de 2019

Habla Víctor. Al desierto me llegué.

Vista general del monasterio de Las Batuecas.


 Al desierto me llegué para buscar la paz. En silencio me encontré a quien venía a buscar. Una losa sobre mí cayó. Inexperto me encontraba.

Víctor, antes de su quiebra económica, solía pasar unos días de vacaciones con toda su familia, generalmente en Cangas de Morrazo muy cerca de Vigo. Después, durante algunos años, como sus recursos económicos no se lo permitían, procuraba que sus hijos salieran en verano algunos días, generalmente a casas de familiares.

Como a su esposa Asunción la hacía mucho daño el calor de Madrid en verano y tenían comprobado que recuperaba fuerza y salud cuando pasaba unos días junto al mar, como sus posibilidades económicas no se lo permitían, algunos años se fue con los más pequeños en tienda de campaña a la playa Ladeira de Sabarís. Años más tarde, cuando la economía les permitió alquilar una casa, así lo hicieron siempre en el mes de septiembre que los alquileres eran más baratos y siempre en Sabarís.

Portada de la Iglesia de San José de las Batuecas.

Pero como las vacaciones de Víctor dependían de la empresa, no siempre coincidían con las de la familia, por lo que decidió pasar algunos días de sus vacaciones en Batuecas en plan de retiro. Ya al año siguiente de su conversión aparece haciendo retiro con los ermitaños del 3 al 28 de octubre, como anota el cronista del monasterio, P. Matías del Niño Jesús. Y desde el primer momento llamó la atención a los religiosos como lo muestra el elogio que el cronista le dedica por su extraordinaria bondad, virtud y disponibilidad que concluye con estas palabras: “Se encontraba aquí como en su centro. (Vida Impactante…  P. 198).

El hechizo del desierto fue tan fuerte, que a él acudió nada menos que diecinueve años por más que las experiencias místicas que allí tuvo, fueran muy dolorosas, como reconoce explícitamente.

Víctor en la celda que ocupaba en Las Batuecas.

Los ermitaños, haciendo con él una verdadera excepción, le permitieron participar con ellos en el rezo del oficio divino y en las horas de oración. En su segunda visita la confianza fue aún mayor, pues como dice el cronista: “Por ser terciario nuestro, y por su gran espíritu carmelitano, el P. Prior este año le permitió comer en nuestro refectorio después de la comunidad”. Y a partir de su tercera visita comenzó a vivir en comunidad como un monje más como anota el cronista: “Llegó el 2 de noviembre a pasar aquí las vacaciones como en años anteriores. Este año ocupó una celda en nuestro mismo claustro y asistió con nosotros a todos los actos de comunidad con la piedad y el fervor de siempre”. Y así lo hizo en las siguientes visitas.

Cómo sería su identificación con la vida de los ermitaños para que en el libro de becerro de la comunidad, aludiendo a su visita en 1973 haya dejado esta nota: “Llegó el 20 de septiembre. Como en años anteriores vivió en todo nuestra vida con el mayor y más edificante fervor, ayudándonos en todo en los ratos libres y horas de recreo. Se encuentra aquí absolutamente en su centro y si no se lo impidiera su estado y obligaciones familiares, se vendría aquí para toda la vida. Por eso le consideramos ermitaño transeúnte y en espíritu de Batuecas; y le llamamos el Hermano Víctor. Se fue el día 9 de octubre”.

sábado, 11 de mayo de 2019

Florecillas Ganar a este compañero

Santa Teresa preocupada siempre por la salvación de las almas.


Víctor, trabajando con el modo sencillo y continuado que tenía, decía a Jesucristo: “Tenemos que ganar a este compañero”, repitiendo frecuentemente la súplica (Vida impactante… P. 60).

El amor de Víctor hacia sus compañeros de trabajo, no se reducía a ayudarles a solucionar sus pequeños problemas con la empresa o con la familia, sino que trataba de acercarlos a Jesús para que le siguieran y consiguieran la salvación.

Es una nota que se da en la vida de muchos santos y que Víctor, como carmelita seglar, aprendió especialmente de Teresa de Jesús, a la que tres acontecimientos especiales en su vida la impulsaron a poner de su parte todo lo que pudiera por salvar a las almas: Una visión del infierno, los estragos que los protestantes estaban haciendo en Francia y la noticia de los millones de indios que fallecían en América sin bautismo.

Logo de los Cursillos de Cristiandad.

En una visión del infierno, el Señor permitió que experimentase las terribles penas que padecen los condenados, lo que la llevó a decir: “De aquí gané la grandísima pena que me da de las muchas almas que se condenan…y los ímpetus grandes de aprovechar almas, que me parece cierto a mí que por librar una sola de tan gravísimos tormentos pasaría yo muchas muertes muy de buena gana” (V 32, 6).

La destrucción de iglesias en Francia y las apostasías de muchos creyentes la llevó a ofrecer su vida al Señor como remedio: “Lloraba con el Señor y le suplicaba remediase tanto mal. Me parecía que mil vidas pusiera yo para remedio de un alma de las que allí se perdían” (C. 1, 2). Y ante las noticias que el P. Maldonado, recién llegado de América la dio de los millones de indios que morían sin bautizarse por falta de misioneros exclama:

 Tenía gran envidia a los que podían por amor de nuestro Señor emplearse en esto, aunque pasasen mil muertes; Y así me acaece que cuando en la vida de los santos leemos que convirtieron almas, mucha más devoción me hace y más ternura y más envidia que todos los martirios que padecen (por ser esta la inclinación que nuestro Señor me ha dado), pareciéndome que precia más un alma que por nuestra industria y oración le ganásemos, mediante su misericordia, que todos los servicios que le podemos hacer” (F. 1, 7).


Víctor, en su etapa de trabajador en Pepsi-Cola, movido por el deseo de la salvación de sus almas, aprovechó el prestigio que le confería ser representante de los trabajadores para animarles a participar en los Cursillos de Cristiandad con la esperanza de que saldrían fortalecidos en la fe. ¡Cuántas horas dedicaría a la oración pidiendo al Señor el don de su conversión! Solamente el Señor conoce las conversiones que Víctor consiguió diciéndole a Jesús: “Tenemos que ganar a este compañero”.

Pero la preocupación por la salvación de los demás, no se redujo al grupo de los compañeros de trabajo, sino que abarcó a todos, especialmente a los familiares y conocidos, como aparece reflejado en sus escritos.

miércoles, 8 de mayo de 2019

Testimonios Mercedes Portela Velasco

Ceremonia de una virgen consagrada.


Me llamo Mercedes Portela, soy consagrada y amiga de Begoña, hija de Víctor Rodríguez. Yo había pedido a la librería el libro sobre Víctor motivada por una publicidad que vi, y cuando luego Begoña me dijo que era su padre, me llené de alegría y me puse a leerlo con muchas ganas. A medida que iba avanzando en la lectura, a la luz de la vida de este hombre, me iba viendo muy mediocre.

Cuando terminé. Como está la novena al final del libro, pensé: “Voy a hacer la novena pidiendo mi conversión que falta me hace”, y puedo decir que algo en mí se ha removido de más deseo de una oración profunda de mayor entrega e intimidad con el Señor. Me alegra pensar que, a lo que parece, es algo propio de él (Víctor) alentar la vida interior y la oración de los que se le acercan.

Portada de Vida impactante de un cristiano de a pie.

Hago también alusión a mi hermana, madre de familia, que teniendo mucha dificultad para leer, y que, según me cuenta, nunca ha terminado un libro, empezó a leer el folleto “Victor, sonrisa de paz” empapándose tanto de su contenido, que leyó cuarenta páginas de un tirón (posteriormente le terminó) sintiendo la vida de Víctor como cercana y sorprendiéndose de que en nuestro tiempo, un padre de familia “normal” llevara una vida espiritual tan intensa.

Custodia para la adoración del Santísimo.

Lo curioso, o mejor providencial, fue que mi hermana tenía el folleto desde hacía meses y no lo había leído, y estando en su hora de adoración ante el Santísimo (ella pertenece a la Adoración Perpetua), otra persona se lo dio para que lo leyeses, y fue allí, delante del Santísimo, donde leyó, tan concentrada, las cuarenta páginas mencionadas. No parece casualidad donde estaba, porque Víctor era un gran adorador.

sábado, 4 de mayo de 2019

Habla Víctor En el albor de mi vida.

Pila bautismal en que Víctor recibió el bautismo.


En el albor de mi vida, en la Iglesia me inicié. En ella vivir y morir deseo.

Resulta curioso que Víctor ponga estas breves palabras a la mitad de sus escritos autobiográficos explicando la trayectoria que ha seguido hasta ese momento para imitar a Cristo justo antes de iniciar su dura experiencia de purificación pasiva en el Desierto de San José de las Batuecas. ¿Por qué elige ese momento para testificar que quiere vivir siempre en la Iglesia y morir en la fe que recibió en su infancia?

Será un enigma difícil de descifrar. Puede ser una muestra de gratitud a sus padres que se preocuparon de bautizarle a lo pocos días de nacer y, sobre todo, un refrendo definitivo de permanecer hasta el último día de su vida en la Iglesia que le recibió con los brazos abiertos, le acogió en su seno y le llenó de bendiciones a lo largo de su vida.


Vista panorámica del desierto de San José de Las Batuecas (Salamanca)

Para entenderlo podemos acudir a lo que hicieron algunos santos en un momento decisivo de su vida: Consagrarse al Señor para siempre. También puede ser que quisiera imitar a las órdenes religiosas, en las que la incardinación definitiva se hace mediante una “Profesión Solemne”, como muy bien conocía Víctor por su frecuente trato con religiosos.

Todos sabemos que en las órdenes religiosas, los que se sienten llamados a vivir ese tipo de vida, tienen que pasar por un  postulantado, un noviciado, una Profesión Simple y unos años de experiencia de vida comunitaria antes de hacer la Profesión Solemne, o compromiso público de vivir hasta el fin de su vida conforme a la espiritualidad de esa orden o congregación religiosa. Pues bien, parece que lo que hace Víctor en la plenitud de su experiencia cristiana, es como una profesión solemne o compromiso de permanecer siempre fiel a la fe de la Iglesia, que esa es su opción definitiva, opción que con la ayuda del Señor confía  mantener hasta su encuentro definitivo con Él.

Víctor en su celda en Batuecas

También puede ser que eligiera ese momento al experimentar en propia carne terribles tentaciones contra la fe, tentaciones que incluso le hicieron sentir que blasfemaba en su interior y que “todo perdido lo veía”. Es lo que le sucedió durante sus estancias en Las Batuecas, donde el Señor le purificó mediante lo que San Juan de la Cruz describe como noche oscura, de la que salió plenamente transformado y fortalecido.

miércoles, 1 de mayo de 2019

Florecillas. Defensor de los trabajadores.

Jesús Niño ayudando a San José en su taller


Durante algún tiempo fue delegado de personal, representante de los trabajadores, y trató siempre de defender sus intereses laborales. Como representante de los trabajadores, “cuando conseguía algo de los jefes, como, por ejemplo, aumento de sueldo, entonces animaba a los compañeros a trabajar más”. “Podemos rendir más”, les decía” (Vida impactante… Pág. 59).

Bueno es recordar, precisamente en el “día del trabajo”, que Víctor no solamente fue buen trabajador mientras la salud se lo permitió, sino también defensor de sus compañeros de trabajo en la Embotelladora de Pepsi-Cola. ¿Y por qué Víctor trabajó tanto y animó a sus compañeros a que hicieran lo mismo? Pues porque el trabajo es pedido por Dios y por tanto es un medio de santificación.
 
María y Jesús en el taller de San José en Nazaret.

Dios creó al hombre y le puso en el paraíso “para que lo cultivara” (Gen 2, 15). Al pecar  el hombre, como castigo, al trabajo se le añadió el cansancio: “Comerás el pan con el sudor de tu frente” (Gen. 3, 19). A partir de ese momento el hombre que rehúsa trabajar, comete un doble desorden, pues no sólo desatiende el precepto, sino que deja de cumplir la pena, despreciando a Dios como creador y legislador.

El mejor ejemplo de trabajador le tenemos en Jesús, conocido como “el Hijo del Carpintero” e incluso de Él mismo se dice: “¿No es este el carpintero? (Mc 6, 3). Jesús, que como Dios podía crear nuevos mundos, prefirió tomar los utensilios de carpintero y ganarse el alimento con su trabajo. Así lo aprendió de San José y así lo ejerció hasta el inicio de su vida pública. Lo mismo podemos decir de María, que tuvo que realizar todas las faenas domésticas como cualquier ama de casa. Nada de creer que los ángeles las hacían para que ella pudiera dedicarse a orar sin tregua.

Víctor trabajando en su granja en Medina del Campo.

Seguro que Jesús y José hacían las cosas, no solamente para ganarse el sustento, sino con la máxima perfección para ayudar a los demás. Si de Dios Creador se dice que “todo  lo hizo bien”, tanto Jesús como José debieron experimentar complacencia al ver que un arado, un asiento, una puerta, una mesa etc., salidas de sus manos funcionaban perfectamente. Cuando hacían esos  encargos, pudieron hacerlos oficialmente bien, pero seguro que no se limitaron a eso, sino que añadirían un plus de perfección no rentable por generosidad y amor a los clientes y para sentir la satisfacción de la obra bien hecha.

No es extraño que Víctor, teniendo presente los ejemplos de Jesús, María y José, trabajara no solamente para cumplir con el precepto del trabajo y para ganarse el sustento, sino para ayudar a la empresa y a los clientes y quisiera que sus compañeros hicieran lo mismo. De ahí que les animara y defendiera ante la empresa, pero a la vez les dijera: “Podemos rendir más”.