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San Francisco predicando con el ejemplo. |
Se
cuenta de San Francisco de Asís que un día dijo a uno de sus compañeros: ¡Vamos
a predicar! Y salieron a predicar. “Con las manos metidas dentro de las mangas,
la capucha sobre la cabeza, uno delante y otro detrás, en silencio, dieron un
largo paseo por la ciudad de Asís y
volvieron al convento. El compañero al llegar le preguntó extrañado: ¿Y el
sermón? Hermano, ya hemos predicado dando ejemplo de humildad y de
mortificación a las gentes de Asís”.
Según
otras versiones, San Francisco invitó a uno de sus seguidores que le acompañara
a predicar en un pueblo. Durante todo el día, San Francisco se paseó por las
calles del pueblo, atendiendo las necesidades de los pobres y desamparados.
Ayudó a la gente enferma y dio de comer a las personas con hambre. De regreso
al convento, el compañero decepcionado le dijo: Maestro, pensé que íbamos a
predicar en este pueblo. Francisco le respondió: Hijo mío, claro que hemos
predicado, pero no con palabras sino con el ejemplo. No tiene ninguna utilidad
predicar a menos que hagas lo que prediques.
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Víctor con algunos hijos y nietos ante el monasterio de Carmelitas en Sabarís. |
Santa
Teresa, hablando de las dificultades de los predicadores para ser ejemplo con
su vida dice: “¿Pensáis que es menester poco para tratar con el mundo, y
vivir en el mundo, y tratar negocios del mundo, y hacerse a la conversación del
mundo, y ser en lo interior extraños al mundo, y enemigos del mundo, y estar
como quien está en destierro, y en fin, no ser hombres sino ángeles?... Y si en
lo interior no están fortalecidos en entender lo mucho que va en tenerlo todo
debajo de los pies y estar desasidos de las cosas que se acaban, y asidos a las
eternas, por mucho que lo quieran encubrir, han de dar señal. Pues, ¿con quién
lo han sino con en mundo? No hayan miedo se lo perdone, ni que ninguna imperfección
dejen de entender. Cosas buenas, muchas se les pasarán por alto, y aun por
ventura no las tendrán por tales; mas mala o imperfecta, no hayan miedo”
(CV 3, 3-4).
Hablar
de Dios, de Jesús y de las enseñanzas del Evangelio es relativamente fácil, pero
¿Por qué es tan difícil predicar con el ejemplo? ¡Cuántas veces se aplican a
los predicadores las palabras que Jesús dirigió a los fariseos: “Haced lo que
os dicen, pero no lo que ellos hacen, porque ellos dicen, pero no hacen!” (Mt
23, 3 ).
Poner
en práctica las bienaventuranzas, “sine glosa”, es decir, sin comentarios, como
pide el Papa Francisco en la Exhortación Apostólica “Gaudete et exsultate”, no
es nada fácil. Todos los creyentes las sabemos de memoria, ¿pero las ponemos en
práctica?
Víctor
es de esos seguidores de Jesús que se tomó en serio todo el Evangelio y trató
de acomodar su vida al programa de las bienaventuranzas y por eso vivió en
pobreza, fue manso y humilde, tuvo un corazón limpio, fue misericordioso, etc.
Vivió el Evangelio con todas sus exigencias, y porque lo hizo con la mayor
sencillez, su comportamiento llamaba la atención sin buscarlo.
Eso
es lo que le sucedió, según nos cuenta Eva María, a un señor que no le conocía,
pero que coincidió con él en alguna ocasión en la capilla del monasterio de
Sabarís, y tanto le llamó la atención su humildad y recogimiento, que al hablar
con la superiora de las Carmelitas no pudo por menos que exclamar: “El padre
de la hermanita predica sin hablar”.
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