sábado, 28 de octubre de 2017

Carmelita Descalzo Seglar (I)

Escudo de la Orden del Carmen Descalzo.

Dentro de la Iglesia, nutriéndose de la vitalidad de las Órdenes religiosas, a partir de San Francisco de Asís, surgieron las que hasta hace poco se llamaban Órdenes Terceras, formadas por personas que querían vivir en el mundo participando de la espiritualidad de los religiosos (orden primera) y de las religiosas (orden segunda). Actualmente, para resaltar más las vinculaciones espirituales y jurídicas se las denomina como la orden primera, pero añadiendo el calificativo de seglares. Así se habla de franciscanos seglares, dominicos seglares, etc

 Toma de hábito de Carmelitas Descalzos Seglares.

Víctor ingresó en los Carmelitas Descalzos e hizo sus promesas como Terciario Carmelita, pero pasó automáticamente a ser Carmelita Descalzo Seglar al cambiar las nuevas Constituciones y Estatutos en los que al presentar su identidad se dice:

“Los Carmelitas Descalzos Seglares, junto con los Frailes y Monjas, son hijos e hijas de la Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo y de Santa Teresa de Jesús. Por lo tanto, comparten con los religiosos el mismo carisma, viviéndolo cada uno según su propio estado de vida. Es una sola familia con los mismos bienes espirituales, la misma vocación a la santidad y la misma misión apostólica. Los Seglares aportan a la Orden la riqueza propia de su secularizad”.

Víctor ingresó en el Carmelo Descalzo Seglar en Medina del Campo hacia 1955. Por aquellas fechas, aparece en una fotografía llevando la carroza de la Virgen del Carmen en procesión por las calles de la Villa con el escapulario del Carmen Descalzo Seglar sobre el pecho. 

Víctor con el hábito de Carmelita Descalzo Seglar
llevando a la Virgen del Carmen.

El hermano Eugenio Crespo que le conoció en aquellas fechas declara:
“Yo le conocí a Víctor Rodríguez cuando ingresó como Carmelita Descalzo Seglar aquí en Medina del Campo… Los sábados hacíamos vísperas y oíamos misa y rezábamos la Salve y hacíamos procesión con la imagen de la Virgen del Carmen por toda la Iglesia, acompañados por los aspirantes a carmelitas del colegio preparatorio que iban uniformados. Nos reuníamos dos veces al mes. Entonces había en el Carmelo Seglar 25 personas, 15 mujeres y 10 hombres. Él tomó el hábito e hizo la profesión aquí en Medina del Campo.

A causa de haber quebrado su negocio, se vio obligado a salir de Medina del Campo en busca de trabajo y lo encontró en Madrid donde vivió hasta que se jubiló. Luego pasó 12 años en un pueblo de Palencia y finalmente volvió a Medina del Campo ya de edad avanzada y muy achacoso. Tan pronto llegó a Medina, se integró de inmediato a la Comunidad y venía a las Juntas como el resto de los hermanos, y a la Salve y a las vísperas de los sábados como todos los demás. Iba a todos los actos del Carmelo Seglar acompañado siempre de su esposa, excepto a las Juntas, porque ella no pertenecía al Carmelo Descalzo Seglar. Cuando vino de nuevo a Medina, venía todo endiosado. Tenía una espiritualidad fuera de serie”.



martes, 24 de octubre de 2017

Otros enemigos

Los siete pecados capitales

“A mis enemigos buscaba y no los encontraba”. Seguro que al hacer examen de conciencia y sobre todo al recapacitar sobre su pasado para arrepentirse de sus faltas y de nuevo suplicar la misericordia del señor, dedicó mucho tiempo a reflexionar sobre su actitud con las personas que había tratado a lo largo de su vida y su comportamiento en las circunstancias difíciles que se le habían presentado. Quería tener un corazón limpio. En ese repaso vio con claridad que a todos había perdonado de corazón y que, si de alguno recibió alguna humillación, fue porque el Señor providencialmente lo permitió para que fuese humilde de verdad.


Pero en esa búsqueda tan insistente de enemigos se encontró con que sí tenía verdaderos enemigos a los que no podía perdonar, sino que hacer frente y luchar hasta su exterminio: “Tanto a mis enemigos busqué, que dentro de mí les encontré. Los apetitos allí estaban”. Y a continuación enumera todos los enemigos que encontró y contra los que tuvo que luchar durante toda su vida para vencerlos, que coinciden con los que en el catecismo, que desde niño se sabía de memoria, se denominan “pecados capitales”, pues de ellos se derivan todos los demás:


“Los apetitos allí estaban, la soberbia, madre y raíz de todas. La ira su predilecta, sus obras manifiesta. La avaricia límites no tenía. La gula, todos ellos alimentaba. La lujuria, todo desordenaba. La pereza me sujetaba. La envidia todo me transformaba”.

Los siete pecados y las siete virtudes capitales

A estos “siete pecados capitales” supo hacer frente siguiendo los consejos que da su maestro San Juan de la Cruz en los ocho primeros capítulos del libro I de la “Noche oscura” en que trata, con cierta ironía, de la facilidad con que caen, no solamente los pecadores, sino también muchos de los que ya se consideran espirituales y mejores que los demás.


Para luchar contra esos siete enemigos, verdaderos obstáculos para conseguir la perfección cristiana, el Señor, siempre providente, nos ofrece siete virtudes para vencerlos y nos capacita para ponerlas en práctica. Víctor aprovechó ese ofrecimiento:

“Las virtudes también dentro de mí estaban. La humildad base de todas es. La paciencia todo lo soporta. La largueza a la avaricia derrota. La templanza regula todo mi ser. La castidad las pasiones sujetaba. La diligencia a trabajar me llevaba. Sólo la caridad a la envidia derrotaba”.


Siete figuras representando las siete virtudes capitales.


Víctor, frente a la soberbia, reconoció con humildad que de nosotros mismos sólo tenemos la nada y el pecado. Frente a la avaricia, supo compartir con generosidad sus bienes con los pobres. Frente a la lujuria, consiguió el dominio de los apetitos mediante la castidad. Frente a la ira, soportó con paciencia las adversidades. Frente a la gula, practicó la templanza en comidas y bebidas. Frente a la envidia, ayudó al prójimo y se alegró de sus éxitos. Y frente a la pereza, siempre fue diligente en el servicio a Dios y al prójimo.




sábado, 21 de octubre de 2017

Amor a los enemigos

San Juan Pablo II perdonando a Ali Agca

Amar a los amigos y a los que comparten nuestros ideales es fácil. Eso, como dice el Señor en el Evangelio, hasta los paganos lo hacen. Pero perdonar a los enemigos, a los que nos hacen daño, e incluso amarles y hasta estar agradecidos a los que nos han humillado, como es la voluntad de Cristo, es de muy pocos, y entre esos pocos se encuentra Víctor.

Por sus escritos autobiográficos nos consta que fue despreciado por los mismos a quienes solamente había ayudado y hecho el bien. Él, en lugar de rechazarles, y menos aún sentir rencor, no solamente les perdonó, sino que hasta se lo agradeció, pues gracias a ellos aumentó su humildad, virtud tan grata a Dios.

Texto del Evangelio sobre el perdón de los enemigos

En la fábrica Embotelladora de Pepsi Cola ayudó desinteresadamente a sus compañeros. A todos trató de acercar al Señor con sus palabras y ejemplo, pero también les ayudó a resolver los problemas que se les presentaban principalmente con la empresa. Así resume su situación:

“Con la democracia llegó el destape del mal hablar y peor obrar. Tanto como había dialogado en los años anteriores con todos ellos, mostrándoles las verdades evangélicas, por lo que me llamaban el Padre Víctor. Todo esto cambió radicalmente y sólo groserías y maldades se podían oír. Fue esta una etapa de verdadero calvario. Por ello procuraba evitar cualquier diálogo de corrillos, que era donde se manifestaba cuanto no se podía uno imaginar. ¿Qué otra cosa podía hacer por ellos si no era encomendarles a Dios?”.


Siempre les perdonó y se preocupó de su salvación y si procuró evitar los diálogos de corrillos en que se hablaba mal de él, no fue porque le doliera, sino por ver que se estaban apartando del buen camino, pues para él: “quien de mí mal hablara, corto se quedaba. Si mejor me conociera, peor lo hiciera. Muchas veces injustamente lo hicieron, otras tantas omitieron. Quien de mí mal hablaba, nada me rebajaba”.


Les perdonó y hasta reconoció que, si le hubieran conocido de verdad, lo hubieran hecho peor. Por eso llegó al colmo de agradecérselo: “El que me humilló, buenos bienes me pasó, por su causa la humildad en mí creció. Quien me hizo sufrir, la paciencia me activó. Del que mal me quería, de él bienes recibía. De todos agradecido estoy, siempre por ellos oré y en Dios les amé”. A esto se llama perdonar de corazón.

Y a continuación añade: “A mis enemigos buscaba y no los encontraba. Tanto a mis enemigos busqué, que dentro de mí les encontré. Los apetitos allí estaban”. Contra esta clase de enemigos si que luchó hasta eliminarlos.








miércoles, 18 de octubre de 2017

Amor a los enfermos

Victor en su toma de hábito en la Congregación de San Felipe Neri

Como miembro de la Congregación de San Felipe Neri, su principal apostolado consistía en la visita y atención a los enfermos, ministerio que ejerció durante varios años en el hospital llamado actualmente Gregorio Marañón. Allí se le veía ataviado con el distintivo de los miembros de dicha congregación, que era una bata-guardapolvo gris y un crucifijo colgado al pecho. Su amigo Daniel Coronado cuenta:

“Nos poníamos el hábito e íbamos al hospital visitando a los enfermos. Se les llevaba cosas y se les escuchaba. Víctor tenía una gran capacidad para escuchar a los enfermos. E iba también a “Mi Casa”, que era un centro dirigido por las Hermanitas de los Pobres y que está cerca del hospital que ahora se llama Gregorio Marañón. En “Mi Casa” cortaba las uñas a los ancianos y charlaba amorosamente con todos ellos”.

"Mi Casa" de las Hermanitas de los pobres en Madrid

Por esa capacidad de escuchar a los enfermos y por sus muestras de cariño, a Víctor le permitían visitar a los enfermos de la sección de psiquiatría. Una de sus hijas le oyó decir que incluso a los que se encontraban aislados: “Algunos estaban encerrados como en una especie de celdas a causa de su agresividad. Algunos cuidadores les tenían miedo. A él le abrían esas estancias, se acercaba en el nombre de Jesucristo con cariño y amor al enfermo, les mostraba el crucifijo y contaba cómo algunos lo besaban, no mostrando violencia alguna, sino mansedumbre. Víctor no tenía miedo. Y al despedirse de ellos, algunos le estrechaban la mano con todas las fuerzas y hasta lloraban de emoción”.

Visita a un enfermo en un hospital

Cuando iba de vacaciones con su familia a Sabarís (Pontevedra) y durante los años que vivió en Velillas del Duque (Palencia), continuó practicando esa misma obra de misericordia con cuantos enfermos se encontró. Le encantaba pasar largos ratos escuchándoles, que es lo que más necesitan los que tantas horas pasan sin que nadie les escuche, alentándoles en sus pruebas y aprovechando el tiempo para estimular su fe y su esperanza.

Y como la fe y la esperanza son fundamentales a la hora de la muerte, Víctor siempre procuró que se preparasen bien para ese momento y les convencía de la necesidad de recibir el sacramento de la Unción de enfermos. Él mismo se encargaba de avisar a los sacerdotes para que hiciesen una buena confesión y recibiesen la Unción de Enfermos. Su esposa nos refiere uno de esos casos.

Unción a un enfermo

“Viviendo en Velillas del Duque fuimos un día al pueblo donde él había nacido (Quintanadiez de la Vega) y al llegar a su pueblo se enteró de que había en el pueblo un vecino que se estaba muriendo. Se llamaba X y había sido amigo suyo durante los años que vivió en el pueblo, a pesar de que Víctor no faltaba nunca a misa y X solía pasar de ella. Después de saludar al enfermo y charlar un rato con él y con las personas que estaban acompañándole, dijo a los que estaban acompañándole que por favor le dejaran un rato solo con el enfermo, como así lo hicieron. Y no sé lo que le diría. Lo cierto es que, al terminar de hablar con Víctor, pidió confesión y comunión y murió después de confesarse y de recibir la comunión y la Unción de enfermos”.




viernes, 13 de octubre de 2017

Amor a los pobres

San Vicente de Paúl

Dice San Vicente de Paúl: “Nosotros no debemos estimar a los pobres por su apariencia externa o su modo de vestir, ni tampoco por sus cualidades personales, ya que, con frecuencia, son rudos e incultos. Por el contrario, si consideráis a los pobres a la luz de la fe, os daréis cuenta de que representan el papel del Hijo de Dios, ya que Él quiso también ser pobre”. Y añade: “Porque Dios ama a los pobres y, por lo mismo, ama también a los que aman a los pobres, ya que, cuando alguien tiene un afecto especial a una persona, extiende este afecto a los que dan a aquella persona muestras de amistad o de servicio”.


Así fue el entrañable amor de Víctor a los pobres. Era como el fruto de su fe, que le llevaba a ver en ellos a Jesús. No podía ver a un pobre que le pidiera o que viera pidiendo limosna, que dejara de socorrerle con todo amor. No sólo daba limosna a los pobres, sino que amaba a los pobres. Contamos con testimonios preciosos como el de su esposa Asunción:

“Recuerdo que en una ocasión llegó a casa un pobre y hablando con él le dijo: “¿Pasará usted mucho frío?”. El pobre le dijo: “Mucho, mucho frío pasamos pidiendo por las calles”. Entonces él, sin mediar más palabras, fue al armario, cogió el abrigo que tenía casi recién estrenado y se le dio. Él, que era muy friolero, se desprendió sin más del abrigo para dárselo al pobre”. La verdad es que era tan friolero, que en invierno tenía los pies siempre fríos, tanto en casa como en la fábrica. Solamente le entraban en calor cuando viajaba en el Metro. ¡Qué calor haría en el Metro!

San Martín de Tours famoso por partir su capa
y entregar la mitad a un pobre


Pero hay un hecho singular testificado por Mari Carmen Arias, compañera de trabajo en la fábrica embotelladora de Pepsi Cola que nos muestra hasta que punto llevó ese amor incondicional a los pobres. Dice así:


“Cuando él realizaba horas extraordinarias en la fábrica, entonces me pedía sobres (yo trabajaba en la administración) para meter dinero en esos sobres y repartirlo entre gente necesitada. Yo le recriminaba que tenía 7 hijos y debería guardarlo para ellos, y me contestaba que sus hijos comían todos los días y había gente que no comía. Y me decía también, así textualmente: “Mi mujer es muy apañadita” y se arregla con el jornal”.

Unas manos ofreciendo monedas


Cuando ya el alzheimer estaba tan avanzado que no le permitía poder expresarse ni seguir una conversación, cuando menos se esperaba comenzaba a hablar de que su padre amaba tanto a los pobres, que lo dio todo a los pobres. Y lo repetía y lo repetía. Era sin duda una manifestación de su subconsciente que le hacía referir a su padre lo que él había realizado desde el momento de su conversión. Víctor daba limosna a los pobres, porque amaba de corazón a los pobres.



miércoles, 11 de octubre de 2017

Apostolado



Una oración que no lleve al deseo de que todos se salven y lleguen al conocimiento del Dios Padre misericordioso y ponga de su parte lo que esté en su mano para que se haga realidad, sería si no falsa, al menos sospechosa de no ser auténtica. El que a través de la oración ha experimentado el amor de Dios, siente el deseo de que todos le conozcan y le amen.

De Víctor podemos asegurar que cumplió con perfección el deseo del Decreto del Vaticano II sobre los laicos: “Siendo propio del estado de los laicos vivir en medio del mundo y de los negocios temporales, Dios les llama a que, movidos por el espíritu cristiano, ejerzan su apostolado en el mundo a manera de fermento” (AA 2).


Su hija Begoña lo resume en pocas palabras: “La vida de mi padre fue intensamente apostólica, fruto directo de la intimidad que mantenía con el Señor en la oración. Estaba lleno del celo y deseo de llevar las almas al Señor. Amaba a todos los hombres con el mayor amor que les pueden tener: el deseo de su salvación”.

Al no poder descender a dar detalles sobre el intenso apostolado desarrollado por Víctor, nos limitamos a señalar sus especiales campos de acción. Lo ejerció en la familia, siendo el mejor de los esposos según Asunción su esposa y el padre solícito que se preocupó por la formación religiosa y profesional de sus hijos. Quiso que todos ellos gozasen de la formación que él no pudo alcanzar.



Lo ejerció en la fábrica de Pepsi Cola defendiendo con valentía los derechos de sus compañeros frente a los jefes de la empresa, sin miedo a que a él le despidiesen, pero aprovechando su confianza para estimularles a cumplir fielmente con sus compromisos cristianos e invitándoles a los Cursillos de Cristiandad para fortalecer su fe.


Lo ejerció en la Adoración Nocturna animando a sus miembros a glorificar a Jesús Sacramentado y a pedirle por la salvación de todos. Lo ejerció en la Congregación de San Felipe Neri siendo el primero en la delicada atención a los enfermos. Lo ejerció en la Parroquia ayudando a su construcción y poniéndose incondicionalmente a servicio del párroco para lo que le necesitase. Lo ejerció con todos los que el Señor puso en su camino tratándoles siempre con delicadeza.


Y lo hizo con su palabra, hablando de Dios en todas las circunstancias, dando testimonio de su fe sin miedo al que dirán. Lo hizo con sus escritos, breves sí, pero llenos de fe de amor y de esperanza. Lo hizo con el ejemplo, ayudando y amando a todos. Y lo hizo con la oración, en la que pedía siempre por la Iglesia y presentaba al Señor a sus amigos sí, pero también a sus enemigos: “Del que mal me quería, de él bienes recibía. De todos agradecido estoy, siempre por ellos oré y en Dios les amé”. Para todos pedía su salvación


sábado, 7 de octubre de 2017

Mi tío el místico

Victor Rodríguez

Con constancia en la oración, el Señor le fue purificando de todas sus imperfecciones y preparando para recibir esas gracias especiales que generalmente solamente se dan en los místicos. Una de sus sobrinas Mari Carmen García Rodríguez con quien compartió sus experiencias, siempre se refería a él como, “mi tío el místico, precisando que era un místico casado y con 7 hijos, pues erróneamente se tiende a pensar que sólo un monje o monja pueden alcanzar tal cercanía a Dios”, y no exageraba. Avala ese título de “mi tío el místico” con el contenido de una carta que recibió de Víctor y que un día les daremos a conocer.

P José Vicente  Rodríguez 
De el P. José Vicente Rodríguez, autor de la biografía de Víctor con el título de “Vida impactante de un cristiano de a pie” tomamos el siguiente comentario:


Mi tío el místico. No me extraña lo que cuenta una de las hijas, que en cierta ocasión a la puerta del convento de Sabarís entabló Víctor conversación con un sacerdote que se disponía a entrar en el locutorio y el sacerdote hizo a los dos minutos el siguiente comentario ante las monjas; “Ese hombre es un místico”.

¿Era Víctor un místico de verdad? Ciertamente fue un alma mística, un contemplativo auténtico dentro de la noción de contemplación que daba Pablo VI en la alocución pronunciada el 7 de diciembre de 1965 en la clausura del Concilio Vaticano II. Subrayando la concepción geocéntrica y teológica del hombre y del universo proclamaba, gritaba Pablo VI:


“Que Dios sí existe, que es real, que es viviente, que es personal, que es providente, que es infinitamente bueno; más aún, no sólo bueno en sí, sino inmensamente bueno para nosotros, nuestro creador, nuestra verdad, nuestra felicidad, de tal modo que el esfuerzo de clavar en Él la mirada y el corazón, que llamamos contemplación, viene a ser el acto más alto y más pleno del espíritu, el acto que aún hoy puede y debe jerarquizar la inmensa pirámide de la actividad humana”.

Ciertamente que en Víctor alentaba ese esfuerzo de clavar, de flechar en Dios la mirada y el corazón, llegando así a ser un gran contemplativo. Además fue una persona enriquecida por Dios con grandes experiencias espirituales. En su Autorretrato escribe como un místico y lo mismo hace en buena parte en las cartas que conocemos. Y para reafirmarnos en este convencimiento de su talante contemplativo-místico contamos con el testimonio de esta su sobrina, que nos revela algo que su tío le confió.


Este texto tan decidor de Mari Carmen viene a ser como una carta hablada en la que resuena la voz de Juan de la Cruz, con el que Víctor andaba en sintonía deliciosa, como la destinataria de esa carta bien conoce”.




martes, 3 de octubre de 2017

Hombre de oración

en oración...


Conocemos el arranque de la conversión de Víctor, pero la verdadera conversión solo se consigue a través de un proceso que irá realizando a lo largo de toda su vida, que no hubiera llegado a feliz término de no haber contado con el arma de la oración. ¡Cuántos han sentido en un momento de su vida una gracia, un deseo, un impulso de seguir a Jesús hasta las últimas consecuencias, (¿no se encuentra entre ellos?), pero que pocos lo han conseguido por no haber perseverado en la oración! No es el caso de Víctor.


Las personas que le trataron de cerca hablan de él como “del gran orante”, de alguien que dedicaba todos los días varias horas a ese “trato de amistad con quien sabemos que nos ama” en frase de Santa Teresa. Su esposa testifica:


“Víctor iba todas las noches a hacer oración a la iglesia hasta que su director espiritual le aconsejó que no lo hiciera por lo peligroso que era caminar de noche por Madrid. A partir de entonces seguía pasando las noches en oración, sólo que en lugar de hacerlo en la Iglesia, lo hacía en casa. En cuanto al tiempo que pasaba en oración en la Iglesia, lo mismo que durante la noche, ordinariamente lo pasaba de rodillas. Tal es así, que llegaron a salirle callos en las rodillas”.
manos orando
Lo que desde el principio fue conocido y consentido por su esposa, pasó mucho tiempo desapercibido para sus hijos que fueron descubriéndolo poco a poco, pues era un secreto bien guardado entre los esposos. Una de sus hijas nos cuenta como lo descubrió:


“Una noche estando en necesidad de ir al baño, me levanté, caminé a oscuras evitando desvelarme y mis pies tropezaron con algo que casi me hizo caer al suelo. En ese momento me iluminó una lucecita que salía de una pequeña linterna que me indicaba el camino que debía seguir. Papá estaba sentado en el sofá del comedor, tenía sus piernas estiradas, cubiertas con una manta. Sólo me dijo que diera la luz para no caerme. Cuando papá se levantaba de madrugada, no encendía ningún interruptor; para no hacer ruido usaba linterna. Nadie sabíamos en casa, excepto su esposa, que se levantaba todos los días de madrugada a orar. Cuidaba de nuestro descanso mientras nosotros dormíamos”.


Dedicaba cada día todo el tiempo que podía a la oración, tanto cuando el Señor le mostraba su amor y el tiempo se le hacía corto, como cuando no sentía absolutamente nada y le daba la sensación de estar perdiendo el tiempo. ¿Qué hacía en ese caso? “Cuando el orar pesado era, negando mi pereza, doble tiempo a este menester me dediqué. Dos horas a la oración me llegaba. Más parecían días que horas, seco y pobre allí me estaba, hasta que el tiempo pasaba”.
Santa Teresa maestra de oración

Santa Teresa, que pasó por años de aridez, pero fue perseverante, dice: “En la oración pasaba gran trabajo…Pasé así muchos años, que ahora me espanto qué sujeto bastó a sufrir que no dejase lo uno o lo otro. Bien sé que dejar la oración no era ya en mi mano, porque me tenía con las suyas el que me quería para hacerme mayores mercedes” (V. 7, 17). Ya vemos que también a Víctor le costó perseverar en esos momentos de aridez, (buen ejemplo para todos), pero el Señor, tampoco a Víctor le permitió abandonar la oración, porque quería hacerle grandes mercedes.