El Don de Piedad. |
Este Don, toque del alma en dulzura y suavidad, perfecciona y
simplifica nuestras relaciones con el prójimo, siendo mas justos con nuestros
semejantes con sentimiento de piedad filial, que rebasa la justicia, en
especial con relación al Padre Celestial que nos invita a entregarnos a su
servicio, así nos son los deberes arduos fáciles y suavemente llevaderos,
elevándonos a la virtud de nuestra religión. Así se transforma nuestra simple oración
en trato íntimo con Dios, haciéndose más cordial y filial, atendiendo con mayor
felicidad a todo culto divino, así invocamos este Don en los momentos que nos
sentimos secos y fríos, y seremos ayudados en todos nuestros trabajos
interiores. A falta de la devoción sensible, es esta una de las mejores
disposiciones para atraer el fruto de este Don.
El Don de Piedad es un hábito sobrenatural infundido con la
gracia santificante para excitar a la voluntad, por inspiración del Espíritu
Santo, un afecto filial hacia Dios Padre y un sentimiento de fraternidad para
con todos los hombres, hermanos nuestros e hijos del mismo Padre.
Lo fundamental de este Don es el afecto filial a Dios como
padre. A través de la razón. Iluminada por la fe, llegamos al conocimiento de
Dios como creador de cuanto existe y le tributamos culto y veneración, como
hicieron durante siglos los israelitas, pero solamente Jesús nos dio a conocer
a Dios como Padre.
Por el Don de Piedad, el alma experimenta con dulzura las
palabras de San Pablo: “Porque no habéis recibido el espíritu de
esclavitud para reincidir de nuevo en el temor, antes habéis recibido el
espíritu de filiación adoptiva, por el que clamamos: ¡Abba! ¡Padre! Ese mismo
Espíritu asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios! (Ro. 8,
15-16).
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