Víctor con su nieta Sara cubierta la cabeza con un típico gorro. |
En otra época, en la que aún no se había puesto la moda el
corte del pelo al cero, se lo pidió así al peluquero. El peluquero no se
atrevió a tanto y se lo cortó al dos y aún así se reían de él por la calle al
verle con semejante corte de pelo. Lo
mismo sucedía cuando llevaba en invierno un gorro para protegerse del frío, que
parecía un aviador. Él iba sumergido en Dios y que pensaran de él lo que
quisieran. (EVA)
Víctor, por esas fechas ya había superado el miedo al que
dirán y tanto en el vestir como en las demás cosas, quería proceder con
humildad y pobreza. Si de joven se preocupaba de su apariencia física y
frecuentaba las peluquerías, en su madurez se preocupaba más de vivir como
pobre, y por tanto de gastar lo menos posible, y el corte de pelo le ofrecía
una oportunidad.
Cortarse el pelo al cero, resultaría más barato y además le
duraría más tiempo con lo que tendría que acudir menos veces al peluquero y así
ahorraría doblemente. De ahí su decisión de cortarse el pelo al cero. Lo que
hoy es normal y frecuente, especialmente entre los de calvicie pronunciada, en
aquellos tiempos resultaba llamativo y ridículo.
Hoy, ya no extraña ningún corte de pelo, por ridículo que sea,
y hasta se busca expresamente que sea extravagante. No hay más que fijarnos en
muchos jóvenes, sobre todo si son artistas o deportistas, para comprobar que
entre ellos hay una especie de desafío para ver quien consigue un corte de pelo
más raro para llamar la atención.
El gorro que se ponía en invierno para defenderse del frío,
resultaba no sólo práctico, sino hasta necesario para él, ya que era muy
friolero; de hecho, aparte de no ser tan llamativo como el corte del pelo al
cero, se lo ponía aún dentro de la casa.
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