sábado, 25 de agosto de 2018

Testimonios. José Francisco Rodríguez.

Víctor ( 1º. a la izquierda) con su padre y hermanos. José francisco (el 3º a la izquierda).


Soy carmelita descalzo y hermano de Víctor Rodríguez, del que recojo aquí unos breves datos de su vida en relación con la mía.

El primer recuerdo que tengo de mi hermano Víctor, data  de mi infancia. Él y yo dormíamos juntos y él, lo primero que hacía al levantarse, era ponerse de rodillas sobre la cama y rezar ante un crucifijo que había a la cabecera de la cama, cosa que a mí me edificaba, aunque no le imitaba.

A veces, el párroco del pueblo hacía catequesis general a los niños de edad escolar, y a las preguntas que hacía, era él siempre el que respondía y que respondía acertadamente a todas las preguntas. Eso se debía a que destacaba, con mucho, en inteligencia, sobre el resto de los muchachos de su edad y a que leía la Historia Sagrada que había en casa y que nuestro padre se ocupaba de explicarnos desde niños.

Comiendo con Víctor en Velillas. José Francisco el sentado de espaldas.

A los 15 años se presentó en Palencia a exámenes de ingreso para bachillerato y fue aprobado, pero no pudo seguir los estudios por necesitarle nuestro padre para que le ayudara en las faenas del campo, ya que de nuestros hermanos mayores, uno era militar y al otro le mataron en la guerra. Por ese motivo se vio obligado a ayudar a trabajar a nuestro padre en las faenas más duras del campo desde los catorce años.

A él le debo yo el ser carmelita descalzo, pues a mis 11 años (él tenía 16), entré en el colegio preparatorio de Medina del Campo, cosa que no pudiera haber hecho si él no se hubiera encargado de hacer su trabajo y el que me correspondería a mí haber hecho, en su día, de no haber entrado en el colegio preparatorio.

Cuando yo canté misa, me destinaron de profesor al colegio de Medina del Campo  donde, meses antes, él se había trasladado a vivir y así pudimos vernos con frecuencia durante el tiempo que allí pasamos juntos.

Víctor con José Francisco y Begoña.
Más tarde me trasladaron a Vigo y allí iba, todos los veranos de vacaciones con su familia, por estar yo allí, por lo que todos los años pasaba con él y con su familia, una temporada.

A mi me trasladaron de Vigo a Madrid y allí acudió a mí para que le consiguiera créditos para ampliar el negocio de la granja avícola, cosa que le conseguí a través del Instituto Nacional de Colonización por medio del P. Gaspar, carmelita descalzo de nuestro convento de Valladolid, que tenía gran amistad con el Director en Valladolid, del Instituto Nacional de Colonización. Los créditos eran con unos intereses muy bajos. Así es como logró ampliar las naves de su granja. Luego amplió el negocio comprando un comercio de alimentación, un almacén de piensos (esto a medias con un socio), todo ello en Medina del Campo, y últimamente se hizo con un puesto en unas galerías de alimentación en Madrid, vendiendo así en directo, la producción de huevos de su granja. Tenía dos casas, una en la granja y otra en la calle Maldonado, que está en el centro de la Villa. Todo le iba de bien a mejor, cuando a causa de una crisis nacional avícola, que fue muy prolongada, se quedó del todo en la ruina. Viendo entonces lo inseguro que era todo lo terreno, buscó su seguridad en Dios, a quien se entregó cada vez más del todo hasta el final de su vida.

Florecillas. Sea lo que Dios quiera.

Víctor ya muy enfermo con su esposa Asunción.


“A causa de los grandes esfuerzos físicos que realizaba en el trabajo, Víctor contrajo una enfermedad grave de corazón. Entonces fue al cardiólogo y este, después de reconocerle, le dijo que tenía que operarse, pues todos los que estaban como él, según las estadísticas, no solían vivir más de un año. Él le dijo que no se operaba; que fuera lo que Dios quisiera. Por aquel entonces tendría 62 años y murió a los 87. Es decir, que el médico le dio de vida un año y Dios se la dio 25 años más” (Daniel Colorado).

Durante varios años de los que trabajó en la Embotelladora de Pepsi Cola, en  la revisión médica anual que la empresa realizaba a sus empleados para comprobar si podían o no desempeñar el trabajo para el que se les había contratado, el informe médico de Víctor siempre se reducía a la palabra: “Satisfactorio”.

Confió más en el Señor que en operarse.

Pero el esfuerzo continuo, acrecentado por las horas ocho horas extras que hacía en cada jornada para sacar adelante a su arruinada familia, y una vez conseguido este objetivo  para ayudar a los pobres, fue minando su salud y provocándole taquicardias cada vez más frecuentes e intensas que presagiaban males peores.

Al notar los primeros síntomas, para no alarmar a su esposa ni a sus hijos, llevaba siempre consigo un escrito en que indicaba que, en caso de sucederle algo grave imprevisto, avisasen primero a su hermano José Francisco. Sabia decisión, para mitigar las angustias y sufrimientos que suelen causar las primeras noticias alarmantes. Ya se encargaría el P. José Francisco de hacerlo con delicadeza.

Cuando ya no fue posible ocultar sus problemas, tuvo que acudir a un cardiólogo que le diagnosticó “Cardiopatía isquímica con prueba de esfuerzo positiva para bajas y cargas y con talio positivo en cara anterior. Taquicardia parosística supraventricular controlada con medicación”.
Confió más en el Señor que en operarse.
Ante semejante diagnóstico, el doctor le aconsejó que se diera de baja en el trabajo y que, dada la gravedad de la situación, se operase del corazón lo antes posible. Víctor, consciente de que si se operaba debía dejar inmediatamente el trabajo con el que mantenía a su familia y que no podría recuperarlo, prefirió ponerse en manos de Dios providente que velaría por su familia. De ahí su respuesta: “Que no se operaba, que fuera lo que Dios quisiera”. Confió en Dios y Dios no le defraudó.

miércoles, 22 de agosto de 2018

Habla Víctor. Cambio de vida.


Claro empecé a ver el camino errado que había dejado.


Al cambiar de vida, de luz me llenó. Claro empecé a ver el camino errado que había dejado. Gracia sobre gracia sobre mí derramó. Por eso todo cambió. Poco a poco me enamoró. En todo, la Virgen medió.

Al  cambiar de vida, de luz me llenó. Víctor insiste una y otra vez en el cambio radical en su vida sucedido en el momento humanamente más difícil de su vida, el del fracaso económico con una familia a la que tenía que sacar adelante.

Hay un antes y un después de ese acontecimiento. El antes de Víctor fue el de un cristiano normal, tirando a piadoso y cumplidor de sus compromisos cristianos, amigo de todo lo bueno, pero a la vez muy satisfecho de sí mismo y de lo que iba consiguiendo en su vida. Y un después de perderlo todo, en que cayó en la cuenta de que de nada servían sus cualidades y sus proyectos, pues todo dependía de Dios. Y en Dios puso toda su esperanza.

Poco a poco, -Cristo- me enamoró.
Claro empecé  ver el camino errado que había dejado. El Señor le hizo ver que por confiar en sí mismo y en sus capacidades, no pudo evitar el fracaso, pero a la vez le hizo ver que la verdadera felicidad, no está en la abundancia de los bienes materiales, donde él la buscaba, sino donde Dios la ha puesto, que es en vivir según el espíritu de las bienaventuranzas. Por eso empezó a ver con claridad que había seguido un camino errado y optó por el Señor le ofrecía.

Gracia sobre gracia sobre mí derramó. Bastó que reconociera su error y se pusiera incondicionalmente en manos del Señor y se fiara de Él, para que derramara todas sus bendiciones y le llenara de felicidad auténtica. En adelante tuvo que trabajar para sacar adelante a su familia como lo habían hecho San José en el hogar de Nazaret, pero ya no para acumular o gozar de un mayor bienestar y prestigio, sino para cumplir con su misión de padre solícito. Y fueron tantas las gracias que el Señor derramó, que se sintió mucho más feliz que cuando nadaba en la abundancia y podía permitirse el lujo de satisfacer sus caprichos.

En todo la Virgen medió.
Por eso todo cambió. Nada que ver la estrechez de la casa en Madrid, en la que Asunción no veía donde colocar a la última hija que esperaba, con la holgura de su hogar en Medina. Y sin embargo, ¡qué felicidad tan inesperada! Se fió de Dios y Dios no le defraudó.

Poco a poco me enamoró. Aunque la conversión tuvo un momento decisivo al caer en la cuenta de que todo lo humano puede fracasar y lo único seguro es Dios, sin embargo el camino iniciado fue largo hasta llegar al enamoramiento o entrega total a Dios.

En todo, la Virgen medió. Siempre atribuye todo lo bueno que va sucediendo en su vida a la presencia  y a la ayuda de María. ¡Qué confianza tan ilimitada en María! Y nunca se vio defraudado.


sábado, 18 de agosto de 2018

Testimonios. Carlos Tejada Rodríguez.

 Carlos el día de su primera comunión junto con su hermana Rebeca.

De Carlos, como de los demás nietos, tenemos este testimonio que hizo para el cumpleaños de la abuela Asunción como homenaje de agradecimiento. Es el más breve de todos los testimonios, muy acorde con su personalidad, pero muy sincero, emotivo y lleno de gratitud. Como lo hacía para compartir con los demás nietos y algunos de sus hermanos, no necesitaba descender a detalles que a todos les resultaban familiares, sino solamente contarles algunas anécdotas personales con el abuelo.

Es el único nieto casado hasta este momento y tiene dos hijos al primero de los cuales llegó a conocer Víctor. A su primogénito, en lugar de ponerle el nombre de Pedro, que es el de su padre, le puso el de Víctor por cariño hacia el abuelo. ¡Qué pena que Víctor, que le tuvo en sus brazos, no pudiera gozar del único biznieto que nació antes de él partir para la Casa del Padre! Para esas fechas el alzheimer estaba muy avanzado.

Carlos en Sabarís con su madre, hermanos y abuelos.
Tengo muchos recuerdos de mi abuelo y la verdad es que todos ellos son buenos, ya que no recuerdo ningún momento malo con él, ninguna mala palabra ni mal gesto alguno. Mi abuelo era todo corazón y cariño hacia los demás.

Me viene a la cabeza, con especial cariño y emoción momentos vividos con él cuando yo era pequeño. Recuerdo buenos momentos en varios lugares, cundo vivíais en Madrid (Príncipe de Vegara), largos paseos por la ciudad él y yo; en Velillas, enseñándome a jugar al ajedrez, y sobre todo en Sabarís, largas mañanas intentando pescar anguilas en el río tras la casa de Carmen, y, aunque teníamos un acuerdo, a cambio de una anguila, él me haría unas patatas fritas, a pesar de no pescar nunca nada, mi abuelo siempre me hacía las patatas fritas.

Carlos con su hijo Víctor en brazos y con los abuelos.
Por todo esto y mi cariño hacia él, elegí el nombre de Víctor para mi hijo, su biznieto. Con todo mi amor. Carlos, su nieto


miércoles, 15 de agosto de 2018

Florecillas. Que sea el Espíritu Santo el que dirija.

Que sea el Espíritu Santo el que dirija las decisiones.

Me había hablado un hermano de otro hermano que se presentaba a Hermano Mayor sobre la conveniencia de que saliera elegido, y a mí, por aquel entonces con solo 19 años, me parecía muy conveniente…y no se me ocurrió otra cosa que hablar a algunos hermanos sobre la cuestión en la intención de dirigir su voto. Pues bien, al hablarle al hermano Víctor, me dijo: “Yo prefiero que sea el Espíritu Santo el que dirija estas cosas”. Inmediatamente quedé convencido y no volví nunca a entrometerme. Y casi sin darme cuenta, en mi fuero interno, empecé a tener al hermano Víctor en mucha estima espiritual (Tomás Galindo).

En las órdenes religiosas está prohibido hacer propaganda por alguien, y más aún que sea el propio interesado quien la promueva. Es más, nadie se puede votar a sí mismo. Es una norma de prudencia para evitar ambiciones y manipulaciones. Algo parecido sucede en el cónclave para elección del Papa y por eso hay generalmente tantas votaciones antes llegar a la elección.
 
Víctor como miembro de la Congregación de San Felipe Neri.

Pero como la ambición se puede colar en todas las instituciones, es frecuente la formación de grupos que se ponen de acuerdo para elegir a la persona de la que esperan alcanzar más beneficios, a veces dirigidos por el propio interesado.

Si esto se da en las órdenes religiosas, que hacen la promesa de “non ambiendo”, es decir “de no ambicionar”, para evitar toda clase de ambición, ya podemos imaginar lo que puede suceder en instituciones cristianas cuyos miembros no hacen esa promesa.
Tomás Galindo, como vemos por sus palabras, recibió un buen testimonio de cómo hay que evitar las manipulaciones y votar en conciencia al que se considere más apto para el oficio, aunque no sea el que más simpático me caiga.

Otra cosa muy diferente es que, la persona que haya captado por el ambiente la posibilidad de ser elegida o reelegida para el cargo, haga propaganda en contra de su elección y alegue causas para evitarlo, como fue el caso de Víctor, que suplicaba humildemente que no le volvieran a nombrar Hermano Mayor, alegando sus enfermedades.

Oratorio de San Felipe Neri en Madrid.
A todas las elecciones de superiores suele preceder un rato de oración en silencio y de invocación al Espíritu Santo para que les ilumine y acierten en la elección. Víctor tenía muy claro que hay que dejar actuar al Espíritu Santo, que es el que sabe lo que más conviene

El espiritual, se deja llevar por el Espíritu Santo y da su voto al que considera más capacitado. Y a Víctor, que no se consideraba digno ni capacitado ni el mejor preparado para dirigir la Congregación de San Felipe Neri, le eligieron seis años consecutivos para Hermano Mayor. ¿Sería porque los electores se dejaron guiar por el Espíritu Santo?

sábado, 11 de agosto de 2018

Habla Víctor. María en su conversión.


Portada de una edición de El Secreto de María.

Más grave fue cuantas veces pequé. Siempre a ella acudí. De la mano me tomaba y a su Hijo me llevaba. Él siempre me perdonaba. A seguirle me invitaba.

Son las primeras palabras que encontramos nada más acabar de recordar los milagros o intervenciones de la Virgen María para liberarle de la muerte temporal, y las pone para resaltar, que si esas intervenciones de María en su vida fueron muy importantes, mucho más sin comparación fueron las ayudas que le presto en la vida espiritual para liberarle de la muerte del pecado y para acercarle a Jesús.

Más grave fue cuantas veces pequé. Se reconoce pecador. No menciona los pecados concretos con los que ofendió al Señor que tenía muy presentes al escribir estas palabras. Al haber experimentado lo que Jesús sufrió por culpa de sus infidelidades y que sin embargo siempre le perdonó, consideró ese perdón como mayor milagro que el haberle liberado de la muerte corporal.  

Siempre a Ella acudí. María estuvo siempre muy presente en la vida de Víctor desde su tierna infancia, cuando le devolvió la vida a los dos años, hasta el de su muerte con el escapulario de la Virgen del Carmen en su pecho. No hay acontecimiento importante en su vida en que no haya sentido su presencia y su ayuda. Si agradeció a María las veces que le libró de la muerte, ¿cómo no agradecerla aún más, que le ayudara a salir del pecado?

Aparición de la Virgen a San Bernardo.

De la mano me tomaba y a su Hijo me llevaba. Estas palabras, fruto de su experiencia espiritual, coinciden, con la doctrina de San Luis María Grignion de Monfort en “El Secreto de María”, que tenía en su biblioteca y con las palabras de San Bernardo al hablar de María como mediadora y acueducto por el que nos han de venir todas sus gracias, especialmente en las dificultades:

 “Si se levantan los vientos de las tentaciones, si tropiezas en los escollos de las tribulaciones, mira a la estrella, llama a María. Si eres agitado por las ondas de la soberbia, mira a la estrella, llama a María. Si la ira, o la avaricia, o el deleite carnal impelen violentamente la navecilla de tu alma, mira a María. Si, turbado a la memoria de tus crímenes, confuso a la vista de la fealdad de tu conciencia, aterrado por el horror del juicio, comienzas a ser sumido en la sima sin suelo de la tristeza, en el abismo de la desesperación, piensa en María.

De su mano me tomaba y a su Hijo me llevaba.
En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María. No se aparte María de tu boca, no se aparte de tu corazón; y para conseguir los sufragios de su intercesión, no te desvíes de los ejemplos de su virtud. No te descaminarás si la sigues, no desesperarás si le ruegas, no te perderás si en ella piensas. Si ella te tiene de su mano, no caerás; si te protege, nada tendrás que temer; no te fatigarás si es tu guía; llegarás felizmente al puerto si ella te ampara; y así, en ti mismo experimentarás con cuánta razón se dijo: Y el nombre de la Virgen era María” (Homilía 2 sobre la Virgen María).

Él siempre me perdonaba. A seguirle me invitaba. Víctor, en sus debilidades y caídas, siempre acudió con confianza a María y nunca fue defraudado. Y María siempre le acercó a Jesús, que no sólo le perdonó, sino que con cariño le invitó a que le siguiera, y así lo hizo.


miércoles, 8 de agosto de 2018

Testimonios. Ignacio Rodríguez Afuera.

El niño Ignacio con un juguete.

Es seguramente el nieto que más tiempo compartió con Víctor por ser el que vivía más cerca del abuelo, por lo que las visitas que le hacía eran frecuentes. Por diversos motivos, no pudo dar su testimonio para el homenaje que los demás nietos hicieron a la abuela Asunción Merino, pero quiso posteriormente unirse a ese homenaje con este testimonio breve, pero muy sincero y lleno de cariño y gratitud.

Los recuerdos que tengo de mi abuelo Víctor, puedo decir que son todos buenos y que me transportan a una infancia muy feliz.

Cuando era pequeño, todos los días caminaba hasta mi casa para pasar un rato conmigo. Siempre traía monedas en el bolsillo, pues le encantaba verme la cara de alegría que yo ponía cuando me las daba para chuches.

Ignacio con su abuelo Víctor saliendo de una pastelería.

Tengo unos recuerdos buenísimos de cuando estaba en Velillas. Por la mañana siempre me llevaba al río de paseo y a la fuente a por agua para que yo le diera la manivela; después de comer descansábamos y por las tardes rezábamos el rosario. Cuando venía Don José, el párroco de Velillas, al cual quería también mucho, me llevaba el abuelo y me dejaban tocar las campanas antes de la misa.

Cuando vinieron mis padres a buscarme y llegamos a casa, se pusieron muy contentos, pues todas las noches iba a mi habitación, me arrodillaba y no me acostaba hasta que no terminaba de rezar.

Ignacio con su madre, los abuelos y un familiar.

En Sabarís, también íbamos a ver a las monjitas, que cuando íbamos durante un ratito, salían todas para ver a los abuelos; bueno y a mí, pues se reían mucho y decían que era muy espontáneo.

Como ya hacía mucho tiempo que no le veía, fue durísimo verle cómo se había deteriorado; fue dos días antes de morir. Estoy seguro de que él se lo pedía continuamente a Dios, pues ya se le hacía tarde reunirse con él”.



sábado, 4 de agosto de 2018

Florecillas. Víctor iba rezando.

Alipio el testigo de esta florecilla.

Recuerdo que cuando vinimos una vez de Saldaña para Villota, un hombre iba caminando con su cabeza mirando al suelo y me quedé sorprendido. Iba rezando. Cuando llegué a casa se lo dije a Pura. La dije que me parecía que era su primo Víctor y que iba rezando. Si iba rezando, me comentó Pura, de seguro que era él. Y claro que era. (Pura y Alipio)

Víctor se trasladó de Madrid a vivir en Velillas del Duque en busca de tranquilidad cuando su salud ya estaba bastante deteriorada. Mientras pudo, caminó casi a diario unos tres kilómetros de ida y otros tres de vuelta para asistir a la misa en Quintanilla de Onsoña, pero rara vez lo hizo a Saldaña, distante ocho kilómetros. Si alguna vez lo hacía, era aprovechando las oportunidades que le brindaba su párroco, D. José cuando se acercaba a la Villa para hacer alguna gestión o de compras. Víctor le ayudaba y visitaba a algunos familiares o amigos.


Pura y Alipio de espaldas.

Fue en una de esas visitas en las que sucedió la anécdota que nos recuerdan sus primos Pura y Alipio. Es natural que a Alipio, -hace un año que falleció- que era un cristiano verdaderamente ejemplar, le llamase la atención ver a un hombre ya anciano caminando solo y como abstraído de lo que le rodeaba, mirando al suelo y sumido en oración. ¡Qué alegría sintió al comprobar que ese cristiano ejemplar y valiente era su primo Víctor.

Si iba rezando, de seguro que era él, fue la exclamación de Pura, que le conocía muy bien. “Por las obras les conoceréis”, dice el Señor en el Evangelio, y en este caso se cumplieron al pie de la letra. Ni antes ni después han visto un caso semejante en Saldaña. Sí es frecuente ver personas acercarse al santuario de Nuestra Señora del Valle haciendo a pie el trecho que separa el santuario de la población, pero esas personas no llaman la atención, porque lo hacen de forma rutinaria. Lo de Víctor era diferente. Su sencillez, su actitud recogida y humilde, su ensimismamiento centrado en el Señor al caminar, le convertían en un ejemplo viviente. Veían en él a un hombre de Dios.

Alipio y Pura con familiares y amigos.


Esto nos trae a la memoria lo que dice Santa Teresa acerca de lo difícil que es saber si alguien ama de verdad a Dios, pues podemos dejarnos llevar por las apariencias y equivocarnos en nuestras apreciaciones, pero reconoce que, cuando es auténtica, sí podemos vislumbrar que “hay indicios grandes para entender que le amamos” (6 M. 3, 7). ¿Qué mejores indicios que su humildad, su sencillez, su caminar centrado su pensamiento en Dios sin miedo al que dirán, el aceptar de antemano los desprecios que pudieran hacerle, con tal de servir al Señor?


miércoles, 1 de agosto de 2018

Habla Víctor. Accidente de coche.

Vista general de Saldaña.


Cuando tenía 60, un coche en que viajaba, a un río cayó. Allí otros murieron. Nosotros ilesos quedamos.

Es del único milagro del que tenemos detalles concretos, relatados por su cuñado Eleuterio García que era el conductor del coche. Según él, los hechos sucedieron así:

“Fue Víctor con su hermana Gloria, con un sobrino suyo llamado Daniel y con Eleuterio a Saldaña el día de San Isidro para asistir a las fiestas muy solemnes que se celebraban allí. Llegados allí se llevaron un gran chasco, porque ya no se celebraba la fiesta de los 25 el día de San Isidro. La fiesta a la que iba Víctor y que se celebraba antes efectivamente el 15 de mayo, se llamaba de los 25 porque ese día acudían a honrar a San Isidro en el santuario de la Virgen del Valle 25 pueblos de la comarca. Iban procesionalmente y les precedía un pendón que solía llevar el joven más fuerte del pueblo y Víctor lo había llevado más de un año cuando vivía en el pueblo; lo que da a entender que era mozo fuerte y bien piadoso. En la visita que hacía este año se le reavivó el mundo de sus recuerdos infantiles y juveniles cuando había disfrutado tanto en ese día de fiesta del patronato de los labradores y de romería al santuario en el que había contraído matrimonio el 24 de julio de 1948.

Santuario de Nuestra Señora del Valle.

Al no haber ya la fiesta llamada de los 25 para honrar, como hemos dicho, a San Isidro, después de visitar el santuario de la Virgen, comieron en santa compaña la comida que había llevado Gloria. Al volver a Medina del Campo lo hicieron por Terradillos de los Templarios (Palencia) por vivir allí una amistad de la familia que deseaban visitar Víctor y Gloria.

Cuando llegaron a Terradillos llovía tanto, que ni pudieron bajarse del coche para preguntar dónde vivía la persona amiga que deseaban visitar y entonces decidieron seguir viaje en medio de una gran tormenta. Muy cerca de dicho pueblo la carretera hacía una curva en forma de Z y como a causa de la tormenta el cielo estaba todo oscurecido, el que conducía el coche, aunque no iba a más de 40 Km. por hora, de pronto se encontró que iba a chocar contra el pretil del puente y en un buen reflejo que tuvo, en lugar de seguir adelante por la carretera, en cuyo caso habrían chocado contra el pretil del puente y habrían podido morir los cuatro que iban, tiró por las tierras a la izquierda. Entonces trató de dominar el coche, cosa que consiguió, pero como las tierras estaban resbaladizas a causa de la lluvia, el coche que había conseguido dominar y detenerse, se fue deslizando por sí solo, hasta que se detuvo precisamente cuando faltaba tan solo un palmo para llegar al río. Así es como lograron salvarse. Entonces Víctor exclamó: ¡La Virgen!

Albergue de peregrinos en Terradillos de los Templarios.

Él, desde luego, atribuía a la Virgen esto como un gran favor. Luego Víctor y Eleuterio fueron a pedir auxilio a un caserío que había allí mismo y los del caserío, con el tractor les ayudaron a sacar el coche. Estos fueron los que les dijeron que cuando había tormenta como la que había habido aquel día, habían sido muchos los que habían muerto en ese lugar, unos al chocar contra el pretil del puente, otros por haberse ahogado al caer el coche al río”.