sábado, 29 de junio de 2019

Testimonios Carmelitas Descalzas de Medina del Campo


Fachada exterior del monasterio fundado por Santa Teresa
en Medina del Campo

Queremos dar nuestro testimonio sobre las virtudes heroicas que le vimos practicar a Víctor, algunas hermanas de la comunidad de la segunda fundación de Santa Teresa en  Medina del Campo que le conocimos personalmente.

Víctor cuando era joven, nos ayudó mucho cuando teníamos un criadero de gallinas ponedoras, pues tenía mucha experiencia al tener su propio negocio. Después de su jornada de día de trabajo, venía sin interés ninguno, con un cariño y una alegría que contagiaba, su sonrisa era muy especial que reconfortaba, era un gozo estar con él; era un hombre servicial y bueno.

Galería primitiva del monasterio primitivo de Medina del Campo

Las hermanas recordamos que ya tenía fama de santidad por el testimonio que daba de él nuestro Hermano Tomás de San José OCD, el cual comentaba: “En Medina hay tres santos y el primero es Víctor”.

Al venir la quiebra de su negocio sólo supimos que se había ido a Madrid. Pasados unos años volvieron nuevamente a Medina del Campo en busca de una mejor atención médica. Algunas veces lo veíamos con su esposa Asunción en nuestra Eucaristía de los Domingos. Y cuando nos lo encontrábamos por la calle nos saludaba con mucho cariño y se le notaba algo especial.

 Ermita del Monte Carmelo dentro de la huerta en que ayudaba Víctor


Luego supimos que había muerto el 21 de febrero del año 2012. Hemos ido conociendo poco a poco su vida virtuosa leyendo su biografía escrita por el padre José Vicente OCD y folletos, estampas, etc. Y por todo lo que nos ha enviado el Padre José Francisco OCD, que nos animó a darlo a conocer y cosa que hemos hecho.

Nos ha impactado su testimonio, sólo un alma enamorada de Dios y sostenida por Él pudo hacer las cosas que hizo.

Carmen Jesús y comunidad.

miércoles, 26 de junio de 2019

Habla Víctor. Luché contra mí y seguí.

Iglesia de San José en el desierto de Las Batuecas.


Aguantar no podía. Luché contra mí y seguí. Gran ganancia me gané, sin sentirlo ni gustarlo.

Víctor, por lo que dice de su experiencia en Batuecas, parece que fue allí donde el Señor le concedió la gracia especial de la contemplación. El Señor, tras haberle tratado como una amorosa madre a su hijo pequeño, concediéndole grandes gozos en las cosas que por Él hacía, le quitó los gozos para que como varón fuerte realizara obras grandes y sustanciales. Ese paso le resultó desconcertante y doloroso, como suele suceder a todos los espirituales.

Para entender algo de esa tremenda y desconcertante experiencia de Víctor en Batuecas, tenemos que acudir a la doctrina que San Juan de la Cruz expone en los dos libros de La Noche oscura.

San Juan de la Cruz maestro de "las noches oscuras".

Comentando la primera estrofa del poema: En una noche oscura,/ con ansias en amores inflamada,/ ¡oh dichosa ventura!,/ salí sin ser notada,/ estando ya mi casa sosegada, declara: “Cuenta el alma en esta primera canción el modo y manera que tuvo en salir, según la afición, de sí y de todas las cosas, muriendo por verdadera mortificación a todas ellas y a sí misma, para venir a vivir vida de amor  dulce y sabroso en Dios, y dice que este salir de sí y de todas las cosas fue en una noche oscura, que aquí entiende por la contemplación purgativa, como después lo dirá, la cual pasivamente causa en el alma la dicha negación de sí misma y de todas las cosas” (1 Noche ).

Y en otra parte añade: “Esta noche oscura es una influencia de Dios en el alma, que la purga de sus ignorancias e imperfecciones habituales, naturales y espirituales, que llaman los contemplativos infusa o mística teología, en que de secreto enseña Dios al alma y la instruye en perfección de amor, sin ella hacer nada ni entender cómo es esta contemplación infusa. Por cuanto es sabiduría de Dios amorosa, hace dos principales efectos en el alma, porque la dispone purgándola e iluminándola para la unión de amor con Dios. De donde la misma sabiduría amorosa que purga los espíritus bienaventurados, ilustrándolos, es la que aquí purga al alma y la ilumina.

Noche oscura, símbolo de la prueba espiritual más profunda

Pero es la duda: ¿Por qué, pues la lumbre divina que, como decimos, ilumina y purga al alma de sus ignorancias la llama aquí el alma noche oscura? A lo cual se responde que por dos cosas es esta divina Sabiduría no sólo noche y tiniebla para el alma, mas también le es pena y tormento; la primera es por la alteza de la Sabiduría divina, que excede al talento del alma, y en esta manera le es tiniebla; la segunda, por la bajeza e impureza de ella, y de esta manera le es penosa y aflictiva, y también oscura”.

A Víctor le resultaba insoportable esta experiencia, pero como estaba convencido de que era el Señor quien le había impulsado a ir a Batuecas, luchó contra su deseo de abandonar, y confiando en el Señor, siguió adelante.



sábado, 22 de junio de 2019

Florecillas. Papá jugaba con nosotras.

Víctor celebrando el cumpleaños de sus nietos.


“Cuando éramos niñas las dos hermanas pequeñas, nos llevaban nuestros padres al campo los domingos y papá jugaba con nosotras. En ocasiones en que me llevaba a mi sola de paseo, le tomaban por mi abuelo. En una ocasión en que contaba poco más de 50 años, una niña de unos cinco le llamó viejo. Y al llegar a casa venía sonriendo y al contarnos la anécdota no dudó en afirmar que si la niña le había llamado viejo es porque lo era, porque los niños dicen la verdad” (Vida impactante… P. 73-74).

Los hijos mayores no mencionan que su padre jugara con ellos, posiblemente porque su vida, al transcurrir en Medina del Campo donde compartían frecuentemente con otros compañeros y jugaban entre si en la granja, no lo echaran de menos.


Celebrando una fiesta con sus nietos en primera fila.

Pero a las dos hijas más pequeñas les tocó vivir su infancia en Madrid, donde el ambiente era totalmente distinto y donde el contacto con otras niñas solamente se tenía en el colegio. El ambiente del barrio Oroquieta donde se desarrolló su infancia, no era el más adecuado para que salieran a la calle a jugar con otros niños.

Víctor y Asunción, como buenos padres, trataron de paliar esa situación llevando a sus hijas al campo muchos domingos y festivos para que pudieran disfrutar de la naturaleza y correr y jugar a sus anchas. Bella imagen de unos padres cariñosos que comparten los juegos con sus hijas y disfrutan viéndolas felices y contentas, sin escatimar esfuerzos y cansancios a pesar de que al día siguiente tenían que proseguir su agotador trabajo.

Jugando en casa con su nieta Sara.

Esa faceta del padre pendiente de sus pequeñas y gozando con ellas, se hará aun más patente con sus nietos, que siempre le recuerdan como el abuelo cariñoso que además les enseñaba a orar. Les encantaba ir a Velillas del Duque a pasar las vacaciones porque les sacaba a pasear, a correr por el campo, a bañarse en el río Carrión, a subir a los columpios etc. Y esto lo hacía con sus nietos cuando su vida de oración había llegado al límite y gozaba de una presencia permanente de Dios. ¡Qué hermoso poder disfrutar de sus nietos y gozar a la vez de la presencia amorosa de Dios Padre!


miércoles, 19 de junio de 2019

Testimonios. Ernesto Martínez Rey (II)

Víctor con su hija Begoña y su hermano José Francisco en Sabarís.


Víctor nació en Quintanadiez de la Vega (Palencia) el 12 de abril de 1925. Se casó con Asunción Merino Cuadrado, como fruto de su matrimonio tuvieron 10 hijos. En 1951 se fue a vivir a Medina del Campo (Valladolid). Después a Madrid, y ya jubilado a Velillas del Duque (Palencia). De esta época nos contaba las largas caminatas hasta otro pueblo para oír misa, siempre acompañado de Asunción. De nuevo a Medina del Campo donde murió el 21 de febrero de 2012, en olor de santidad.

Desde el año 1974 se pasó con su familia el mes de septiembre en Sabarís, primero en nuestra casa y posteriormente en casa de Muchiña Barros en la Puerta del Sol. Muchas veces lo encontrábamos sentado al lado del pozo y nos decía que, aunque ya no vivía con nosotros, aquella era su casa en Sabarís.

Monasterio de Carmelitas Descalzas en Sabarís.

Era Carmelita Descalzo Seglar y estaba empapado de las enseñanzas de Santa Teresa y sobre todo, de las de San Juan de la Cruz que hizo vida de su vida.
Su familia siempre fue fuente de vocaciones religiosas. Sus hermanos José Francisco y Juan Luis son Padres Carmelitas Descalzos. Su hija menor y una de sus nietas son la Madre Eva María y la Madre Raquel en el convento de Carmelitas Descalzas de nuestra parroquia. Begoña, otra de sus hijas, fue Misionera de la Caridad (Orden fundada por la Madre Teresa de Calcuta) trabajó con los primeros enfermos de SIDA en Haití, estuvo en Albania durante un fuerte terremoto, la India, Roma, Madrid y México, ya como Cooperante, fueron destinos donde ejerció la caridad, como había hecho su padre.

Víctor y Asunción con su nieta Raquel
en su toma de hábito en Sabarís.

Desde el día de su conversión (1966) hasta el final de sus días (2012). Dios fue para él el todo de su vida.

Víctor, siervo del Señor, intercede por nosotros y haz que vibremos como tú en el amor a Dios y a su Madre y Madre nuestra María Santísima. Señor, glorifícale en la tierra con la gloria de la beatificación con que glorificas a tus santos en la tierra al tiempo que los glorificas en el cielo. Siempre estarás con nosotros guiándonos.

sábado, 15 de junio de 2019

Habla Víctor Inexperto me encontraba.

 Desierto de las Batuecas: "Al desierto llegué para buscar la paz".


Una losa sobre mí cayó. Inexperto me encontraba, a la oración no llegaba, ansias de irme tenía, porque aguantar no podía. Luché contra mí y seguí.

¿Con que se encontró Víctor en el desierto? Iba buscando disfrutar de la oración en un clima de silencio, pero se encontró con algo muy distinto que le desconcertó y le hizo exclamar: “Una losa sobre mí cayó”. El Señor le quería santo, no sólo devoto, y el camino de la santidad es muy exigente según dice su maestro San Juan de la Cruz y no se consigue sólo con la oración, aunque sea muy importante, sino con la práctica de las virtudes:

“Querría yo persuadir a los espirituales cómo este camino de Dios no consiste en multiplicidad de consideraciones, ni modos, ni maneras, ni gustos...sino en una cosa sola necesaria, que es saberse negar de veras, según lo exterior e interior, dándose al padecer por Cristo y aniquilarse en todo… El aprovechar no se halla sino imitando a Cristo, que es el camino y la verdad y la vida, y ninguno viene al Padre sino por Él, según Él mismo dice por San Juan (14,6 y 10, 9)….Y porque he dicho que Cristo es el camino, y que este camino es morir a nuestra naturaleza en sensitivo y espiritual, quiero dar a entender cómo sea esto a ejemplo de Cristo, porque Él es nuestro ejemplo y luz”.

¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has desamparado?

Y el morir a lo sensitivo y a lo espiritual tuvo su punto culminante cuando Jesús crucificado “fue necesitado a clamar diciendo: ¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has desamparado? (Mt. 27. 46). Lo cual fue el mayor desamparo sensitivamente que había tenido en su vida. Y así, en él hizo la mayor obra que en toda su vida con milagros y obras había hecho, ni en la tierra ni en el cielo, que fue reconciliar y unir al género humano por gracia por Dios” (2S. 2, 8-11).

Luché contra mí y seguí.

Fue en el desierto de Las Batuecas donde Víctor cayó en la cuenta de que la santidad no se consigue sólo con prácticas piadosas por muy elevadas que sean, pues en el fondo, aunque cuesten, se hacen por la satisfacción que se siente. En Batuecas comenzó a experimentar que la santidad consiste únicamente en seguir a Cristo, y este crucificado, como dice San Pablo y tan claramente resalta San Juan de la Cruz: “Y si en este ejercicio hay falta, que es el total y la raíz de las virtudes, todas esas otras maneras es andar por las ramas y no aprovechar, aunque tengan tan altas consideraciones y comunicaciones como los ángeles”. Más claro no se puede decir, y Víctor comenzó a experimentarlo en su propia carne. De ahí su exclamación: “Aguantar no podía. Luché contra mí y seguí”.



miércoles, 12 de junio de 2019

Florecillas. Buscaba sacerdote para moribundos

Santa Mónica con su hijo San Agustín.


“Durante el tiempo que vivieron en la portería de Príncipe de Vergara, en varias ocasiones fue a buscar al párroco para que asistiera a unos vecinos que se estaban muriendo. Los familiares de los moribundos no rechazaron su ofrecimiento de ir a llamar al sacerdote a pesar de que no tenía un trato de amistad con ellos, porque se lo ofrecía con su bondad habitual. Probablemente se hubieran quedado sin los auxilios espirituales sin la diligencia de mi padre” (Vida impactante… P. 66).

A la calle Príncipe de Vergara, número 97, en el centro mismo de Madrid, se trasladó a vivir para ayudar a uno de sus hijos al que habían contratado como portero de un edificio. La vivienda destinada al portero era pequeña y bastante oscura ya que solamente tenía ventanas a un pequeño patio interior y allí se trasladó aceptando y adaptándose a las penurias del lugar.

Parroquia de Santa Mónica en Madrid a que asistía Víctor.

Ya estaba jubilado por enfermedad y muy limitado de facultades, pero su amor a los pobres y a los enfermos seguían intactos, así es que, cuando se enteraba por su hijo de que había algún enfermo en el edificio, aunque no conociera al enfermo ni tuviera trato con esa familia, pronto se hacía presente, se interesaba por su  salud, dialogaba con los familiares y se ponía a su disposición. Cuando la enfermedad era grave, movido por el deseo de que todos se salven, no dudaba en proponerles una asistencia espiritual, especialmente la del sacramento de la Unción de Enfermos. Lo hacía con tanta humildad y delicadeza, les hablaba con tanto celo de la resurrección y de la felicidad que Dios Padre tiene preparada para sus hijos, que todos aceptaban su ayuda.

Aceptada por el enfermo y por sus familiares la asistencia de un sacerdote, lo primero que hacía, era ir a la Parroquia Santa Mónica regida por los padres agustinos recoletos, ubicada a pocos metros de su domicilio en C/ Príncipe de Vergara Nº. 87 solicitando su ayuda. Como era la iglesia a la que Víctor asistía diariamente a misa mientras vivió en Príncipe de Vergara, había entablado amistad con algunos religiosos siempre dispuestos a ayudarle. Víctor siempre les agradeció esa disponibilidad y prontitud en acudir a confesar e impartir la Unción de Enfermos.

Interior de la Parroquia de Santa Mónica de Madrid.

Esa preocupación por la asistencia espiritual a quienes se acercaban a la muerte la mantuvo toda su vida. Y si se preocupaba de animar a los moribundos y les buscaba sacerdote que les administrase los últimos sacramentos, ¡cuánto oraría por ellos para que aceptaran con fe y esperanza ese momento del encuentro con el Señor!


sábado, 8 de junio de 2019

Testimonios. Ernesto Martínez Rey (I)

Parroquia de Santa Cristina en Sabarís.


Víctor Rodríguez Martínez. In memoriam.
A finales del mes de agosto nos ha llegado una gran noticia a la parroquia de Santa Cristina: los primeros pasos para dar a conocer el proceso de beatificación de Víctor Rodríguez Martínez, Carmelita Descalzo Seglar, esperando cinco años y que la Iglesia dé su visto bueno.

 Iglesia y monasterio de las Carmelitas Descalzas en Sabarís.


Me vienen a la memoria muchas anécdotas de él y de su profunda vida espiritual. Sus llegadas desde Madrid cuando su familia ya estaba en Sabarís, los paseos a la playa siempre hablándonos de Dios, su misa diaria y sus largas oraciones en la capilla del Convento Carmelita, sus visitas a las Madres Carmelitas Descalzas, la visita que hicimos a la madre Ana que cuidaba a su madre en Pinzás, la alegría cuando Eva, su hija menor, hizo solemne profesión definitiva como Madre Carmelita Descalza y la comida a la que nos invitó, para celebrarlo, en el restaurante El Mosquito de Bayona. Pero sobre todo, su vida espiritual. Lo recuerdo sentado debajo de la terraza de casa, en silencio y haciendo sus oraciones. En ese espacio se respiraba paz, serenidad y santidad con su presencia.

El pasado verano fue la última vez que nos visitó, ya con pocas facultades. Me decía que yo “era un señor de Palencia con casa aquí en Sabarís”, seguía yendo, con todos nosotros, a misa diariamente al convento y haciendo la Novena a la Santísima Virgen del Carmen.

Víctor y Asunción orando en la iglesia de las Carmelitas de Sabarís


Su profunda religiosidad y otro de sus valores, la caridad, quedan claros en estas pinceladas tomadas de sus vivencias, tal como las ha dejado escritas:
“En este asunto (de noche oscura) quiero seguir. La mano de Dios me lleva, sin sentirla ni verla, hasta la meta llegar y al mismo Dios contemplar”.
“En la Iglesia milité. En el Carmelo moré. En fe ciega caminé. En la esperanza viví. De Sí mismo me alimentó”.  

miércoles, 5 de junio de 2019

Habla Víctor. Una losa sobre mí cayó.

Desierto de San José de Las Batuecas.


Una losa sobre mí cayó. Inexperto me encontraba, a la oración no llegaba, ansias de irme tenía, porque aguantar no podía. Luché contra mí y seguí.

La experiencia de Víctor en Batuecas marca un cambio radical en su vida, cambio que solamente podemos vislumbrar guiados por la sabia doctrina de San Juan de la Cruz, a la que reiteradamente tendremos que acudir para entender lo que allí le pasó a Víctor.

¿Qué buscaba Víctor en Batuecas? Seguramente afianzarse en la experiencia con que el Señor le había mimado desde el momento de su conversión, como suele hacer con los que deciden seguirle de verdad y que San Juan de la Cruz describe maravillosamente: “Es de saber que el alma, después que determinadamente se convierte a servir a Dios, ordinariamente la va Dios criando en espíritu y regalando al modo que la amorosa madre hace al niño tierno. Al cual, al calor de sus pechos le calienta, y con leche sabrosa y manjar blando y dulce lo cría y en sus brazos le trae y regala. Pero a la medida que va creciendo. Le va la madre quitando el regalo y escondiendo el tierno amor” (1N. 1, 2).
 
S. Juan de la Cruz el maestro que orientó y ayudó a Víctor.

El comportamiento de la cariñosa madre con el niño al que luego tiene que quitar esos regalos para que pueda hacer cosas más sustanciales, le transfiere al orden espiritual para indicar que eso mismo hace Dios con aquellos a los que quiere llevar ya en esta vida a una verdadera unión con Él, pues si al principio les concede gran gusto en los ejercicios espirituales para que se engolosinen, después se los quita para que obren como adultos. Vean como describe San Juan de la Cruz los gustos que el Señor concede a esos recién convertidos, como era el caso de Víctor:

Su deleite halla pasarse grandes ratos en oración y por ventura las noches enteras; sus gustos son las penitencias, sus contentos los ayunos, y sus consuelos usar de los sacramentos y comunicar en las cosas divinas; las cuales cosas, aunque con grande eficacia y porfía asisten a ellas y las usan y tratan con gran cuidado los espirituales, hablando espiritualmente, comúnmente se comportan muy flaca e imperfectamente en ellas. Porque, como son movidos a estas cosas y ejercicios espirituales por el consuelo y gusto que allí hallan, y como también ellos no están habilitados por ejercicio de fuerte lucha en las virtudes, acerca de estas sus obras espirituales tienen muchas faltas e imperfecciones (1N. 1, 3).
 
Una losa sobre mí cayó.


Es muy probable que Víctor fuese a Batuecas con la esperanza de que, esos  gustos aumentarían en un clima tan favorable. Pero, ¿con qué se encontró? Sus palabras lo delatan: “Una losa sobre mí cayó”. Y es que, según parece y podemos comprobar por sus palabras, el Señor eligió ese momento para tratarle ya como a adulto.


sábado, 1 de junio de 2019

Florecillas. Víctor, ¿usted no toma el bocadillo?

Modelo de un bocadillo típico.


“Me cuenta Asunción en una entrevista que he tenido con ella en Medina, que un día el jefe de la empresa le dijo: “Víctor, ¿usted no toma el bocadillo?”. Y él respondió: “No, yo voy a rezar el rosario” (Vida Impactante...P. 61).

Los tiempos han cambiado mucho y hoy son pocos los que llevan el bocadillo para tomarlo durante el breve tiempo de descanso que se suele conceder a media mañana para reponer fuerzas. Más bien se sale de la fábrica o de la oficina, y en el bar más cercano se toma algo, pero cuando Víctor trabajaba en la Embotelladora de Pepsi-Cola, cada obrero iba a la fábrica con su bocadillo preparado por la esposa en el hogar para tomárselo con los compañeros. Ese momento se aprovechaba además para conocerse mejor entre ellos y entablar amistades.
 
Joven comiendo un bocadillo
Así lo hizo Víctor durante varios años en un ambiente agradable, y por su delicadeza y prudencia se fue ganando la confianza de los compañeros hasta el punto de fijarse en él para elegirle como su “representante” ante la empresa. Aprovechaba también el tiempo del bocadillo para ejercer su apostolado, invitando a los más cercanos a que hicieran los Cursillos de Cristiandad.

Pero también sabemos que, cuando los sindicatos irrumpieron con fuerza en las fábricas y aprovechaban el momento de tomar el bocadillo para criticar y organizar sus exigencias a la empresa, Víctor, discretamente dejó de tomar el bocadillo para no tener que participar en esas conversaciones. Prefirió retirarse y aprovechar ese tiempo  para rezar el Rosario y suplicar a María  que se mantuviera la paz en la fábrica.
 
Grupo de personas compartiendo y tomando bocadillos.
Es sin duda en esta etapa cuando sucedió esa escena que tanto llamó la atención al Jefe de la empresa, que llevado de la curiosidad se acercó para preguntarle: “Víctor, ¿usted no toma el bocadillo?”. Seguro que no se esperaba esa respuesta, pero probablemente caería en la cuenta de que, gracias a la oración, aunque Víctor no tomaba el bocadillo como los demás, irradiaba paz y alegría en su semblante.