miércoles, 31 de julio de 2019

Testimonios. Germán Montes (II)

D. Germán Montes, autor de este testimonio.


Él no veía la televisión. Lo suyo era la Eucaristía y la Oración. Tenía las llaves de la Iglesia y cuantas veces iba a la Iglesia, se encerraba en ella y pasaba las horas muertas ante el Sagrario.

Yo le llevaba con el coche desinteresadamente cada vez que necesitaba ir a Palencia a reconocimiento médico, lo que sucedía con frecuencia, pues además de estar entrado en años, tenía su salud muy deteriorada.

Interior de la Parroquia de Quintanilla de Onsoña a la que Víctor acudía

En una ocasión le llevé a Grajal de Campos (León) a visitar a las madres carmelitas descalzas de dicho lugar. Eran las tres de la tarde y la hermana portera le dijo que a esas horas no recibían visitas. Él se quedó tan tranquilo, como si no fuera para él el asunto. Y nos fuimos sin verlas.

El no se perdía nunca la misa ni de recibir la comunión, hiciera el tiempo que hiciera. Lo mismo si nevaba, que si llovía, que si helaba, que hiciera el tiempo que hiciera. Yo, desde mi casa, los días que hacía malo, estaba pendiente de su llegada caminando desde Velillas del Duque donde él vivía a Quintanilla de Onsoña donde vivía yo y donde solía celebrarse la misa, y había en el camino, a la entrada de mi casa unos ramos que me impedían ver la carretera y los corté para verle pasar y para que entrara fácilmente en mi casa y pasara en mi casa mientras llegaba la hora de la misa.

Preciosa y devota imagen de Nuestra Señora de estilo gótico

Antes de que yo le conociera tanto, el camino de ida como el de vuelta, lo hacía siempre andando, hiciera como hiciera. Desde que le conocí, el camino de ida siguió haciéndole siempre andando, pero para volver al pueblo donde vivía, le llevaba yo en coche.




sábado, 27 de julio de 2019

Habla Víctor Año tras año al desierto me llegaba.

Monasterio de San José en Las Batuecas (Salamanca)


Año tras año al desierto en mis vacaciones me llegaba, ansioso de llegar estaba, aunque bien me sabía que a sufrir iba. Allí, nada más llegar, todo cambiaba. El Espíritu Santo de la mano me tomaba y todas mis miserias, me mostraba. Tan miserable me ví, que sólo llanto de dolor tenía, que si esto no tuviera, peor lo pasara.

Hasta diecinueve veces pasó Víctor sus vacaciones en el desierto de San José de las batuecas, como refiere el P. José Vicente Rodríguez en Vida impactante de un cristiano de a pie.  Su primera visita tuvo lugar del 3 al 28 de octubre de 1967, días que la empresa Pepsi-Cola le concedió para sus vacaciones, y la última, muy breve por cierto, del 13 al 18 de agosto de 1994.

¿Por qué esa insistencia de aprovechar parte de sus vacaciones en el desierto de Las Batuecas sabiendo que iba a sufrir? ¿Era masoquista, pues a nadie le agrada que le descubran sus miserias y deficiencias, o más bien iba impulsado por el Espíritu Santo que quería purificarle de sus imperfecciones?

Víctor en una celda del monasterio de Las Batuecas.

Una vez más es San Juan de la Cruz el que nos habla de cómo procede Dios para conseguir la transformación del alma mediante purificaciones sumamente dolorosas, como las que pasó Víctor. Para darlo a entender, comienza hablando del proceso y de las etapas que tiene que pasar un tronco de madera para terminar identificándose con el fuego: Primero el fuego le seca y elimina la humedad. Luego le va poniendo negro, feo, y hasta de mal olor. Después elimina del tronco todos los elementos contrarios al fuego. Finalmente el tronco comienza a arder y poco a poco se va transformándose en fuego, hasta el punto de que se calienta y calienta; está luminoso y da luz.  El proceso ha sido duro, pero el tronco de madera se ha convertido en hermosa luz. Aplicando lo que el fuego realiza en el madero, a lo que el fuego de amor de Dios puede hacer en el alma, hace este comentario:

 San Juan de la Cruz, su gran guía y maestro

A este modo hemos de filosofar acerca de este divino fuego de amor de contemplación, que antes que una y transforme al alma en sí, primero la purga de todos sus accidentes contrarios; la hace salir afuera sus fealdades y la pone negra y oscura, y así parece peor que antes y más fea y abominable que solía; porque, como esta divina purga anda removiendo los malos y viciosos humores, que por estar ellos tan arraigados y asentados en el alma, no lo echaba ella de ver, y así no entendía que tenía en sí tanto mal, y ahora, para echarlos fuera y aniquilarlos, se los ponen al ojo, y los ve tan claramente, alumbrada por esta oscura luz de contemplación –aunque no es peor que antes, ni en sí misma ni para con Dios-, como ve en sí lo que antes no veía, le parece claro que está tal, que no sólo no está para que Dios la vea, más que está para que la aborrezca y que ya la tiene aborrecida” (2N. 22, 2).

Esto es lo que le sucedía a Víctor en Batuecas. De ahí que, a pesar de ser una experiencia sumamente dolorosa, se sintiera arrastrado por el Espíritu Santo que le llevaba para purificarle de todas sus imperfecciones y llenarle de su amor.


miércoles, 24 de julio de 2019

Florecillas. A tu madre no la parte un rayo

Víctor y Asunción ya muy ancianos conversado


Comentando la fuerte salud de mi madre, utilizaba esta expresión con fuerza: “A tu madre no la parte un rayo”.

Era muy frecuente, al menos en los pueblos, cuando alguien molestaba más de la cuenta y no cedía, decirle: ¡Vete y que te parta un rayo! Eran palabras que a veces se decían como maldición, pues los rayos, sobre todo en verano, eran muy peligrosos y causa de muerte, pero la mayoría de las veces se decían sin malicia, sólo para manifestar al pesado que dejara de molestar.

Víctor, sin embargo, emplea aquí esa expresión para resaltar la fortaleza física de su esposa, y no le faltaba razón, pues gozó siempre de muy buena salud y de gran fortaleza para hacer frente a las dificultades. Y eso no porque todo fuera fácil en su vida, pues nos consta, por ejemplo, que el calor y la contaminación de Madrid en verano la afectaban seriamente, y aunque no llegaba a enfermar, sí bajaba su rendimiento; por eso en verano solían ir unos días a Galicia en busca de la brisa marina y de un clima más benévolo que la reconfortara, aunque siguiera trabajando, pues tenía que hacer la compra, la limpieza, la comida etc.


Víctor y Asunción calentándose en invierno

Un momento en que esa fortaleza se puso a prueba, fue en el nacimiento de su hija Begoña que tuvo lugar en plena crisis económica de la familia y con complicaciones gravísimas para madre e hija al extremo de que, ante el peligro de muerte de madre e hija, arruinados como estaban, tuvieron que alquilar un taxi y trasladarse urgentemente desde Medina del Campo hasta Segovia (más de cien kilómetros por muy malas carreteras y sangrando durante el trayecto), porque allí vivía el ginecólogo que  mejor la conocía, ya que la había atendido en sus partos anteriores también difíciles, tanto, que tres de sus hijos murieron a los pocos días de nacer. Teniendo en cuenta estas experiencias, no es extraño que exclamara: ¡A tu madre no la parte un rayo!

Víctor y Asunción con su nieto Carlos y su bisnieto Víctor

Pero las mejores pruebas de la fortaleza de Asunción tuvieron lugar los últimos años de Víctor, cuando la enfermedad del alzheimer le fue llevando poco a poco a una situación límite en que perdió por completo la memoria y ni siquiera podía pronunciar los nombres de sus hijos. Allí estuvo siempre Asunción para acostarle, bañarle, vestirle, darle de comer etc. Solamente el último mes de su vida, cuando ya sus fuerzas y las del hijo que vivía con ellos no daban para más, permitió internarle en una residencia.

Los hechos le siguen dando la razón, pues a pesar de sus muchos años, esfuerzos y sufrimientos, sigue viva haciendo frente a las enfermedades y achaques propios de la edad con un valor y fortaleza encomiables.



sábado, 20 de julio de 2019

Testimonios. Germán Montes (I)

D. Germán Montes, vecino de Quintanilla de Onsoña.



Me llamo Germán Montes y residía en Quintanilla de Onsoña (Palencia) y conocí al amigo Víctor porque mi casa pega a la carretera por donde todos los días pasaba para oír misa el referido Víctor. Él, como el párroco no tenía hora fija para iniciar la misa, solía dar paseos de acá para allá por la carretera, hasta que llegara el párroco.

Coincidió que un día no iba el párroco a celebrar misa a Quintanilla y el señor Víctor estaba esperando. Yo salí a él y le dije: Hoy no hay misa aquí, que la dice en Villarmienzo. Yo le vi que quedó contrariado. Él tenía el rosario en la mano, y yo, por decirle algo, le dije: Si me reza un rosario le llevo en mi coche a Villarmienzo. Él me contestó: “No le rezo uno. Le rezo catorce. Le llevé y llegamos con la misa ya comenzada. Aquel día se quedó sin oír misa completa, pero no sin la comunión, que era lo que él más deseaba. Así fue como le conocí.

 Señal colocada a la entrada de Quintanilla de Onsoña

Desde aquel día, cuando llegaba andando al pueblo, se quedaba en mi casa hasta que tocaban a misa, porque yo también iba a misa. Íbamos juntos. Yo le observé que los amores mayores que tenía, eran la Eucaristía y la Oración. De su amor a los pobres, que después me enteré que era otro de sus grandes amores, no pude percatarme, porque el pueblo de Quintanilla de Onsoña era pequeño y en él no había pobres.

Hablamos mucho de todo. Decía que el dinero no le importaba nada. ¡Cuántas veces me dijo que, si no fuera por su mujer y sus hijos, se lo daría todo a los pobres! Para él no quería nada. Lo daba todo a ONGS o para ayuda de los damnificados de las catástrofes, según se iban sucediendo a través de las campañas organizadas, bien por la Iglesia, bien por otros medios.

 
Exterior de la iglesia parroquial de Quintanilla de Onsoña

miércoles, 17 de julio de 2019

Habla Víctor. Lágrimas suaves a mis ojos llegaban.

 Monasterio de San José de Las Batuecas.


Lágrimas suaves a mis ojos se llegaban cuando menos lo esperaba. El amor sensible en el alma se mostraba y grandes gozos la llegaban. Atraído me sentí para llegarme a orar y el tiempo corto se hacía. Pronto esto pasó y todo el amor sensible en sequedad se quedó. El orar pesado era. Negando mi pereza, doble tiempo a este menester dediqué. Dos horas seguidas a la oración me llegaba, más parecían días que horas. Seco y pobre allí me estaba hasta que el tiempo pasaba.

Por lo que nos dice de sus estancias en Batuecas, podemos comprobar que en su vida de oración se dio una alternancia de momentos de experiencias gozosas con momentos de sequedad alarmante. Es algo que nos puede resultar extraño a los no iniciados en este tipo de experiencias y hasta contradictorio lo que nos dice. ¿Se puede pasar casi de repente de experimentar amor sensible y grandes gozos a la sequedad más rigurosa?

Única fotografía de Víctor en una celda del monasterio de Las Batuecas

Parece bastante normal que a las personas entregadas a la meditación durante años, el Señor las introduzca en el camino de la contemplación que al principio resulta desconcertante y doloroso. San Juan de la Cruz lo explica en sus dos libros de la “Noche Oscura”. Gracias a que Víctor conocía perfectamente sus enseñanzas, guiado por tan buen maestro, pudo sobreponerse con fortaleza en los momentos de mayor oscuridad, cuando todo le parecía irremediablemente perdido.

Dice el Santo que los sufrimientos que padecen antes de sentir los efectos benéficos de esa Noche Oscura son de por si atroces y que a esos sufrimientos se añade el recuerdo de las prosperidades pasadas, “porque estos, ordinariamente, cuando entran en esta noche, han tenido muchos gustos en Dios y le han hecho muchos servicios, y esto les causa más dolor, ver que están ajenos de aquel bien y que ya no pueden entrar en él” (2N. 7, 1).

San Juan de la Cruz, el gran maestro o orientador de Víctor

La tremenda y fuerte sequedad  que pasó Víctor, dice San Juan de la Cruz que puede “durar algunos años, puesto que entre estos medios hay interpolaciones de alivios, en que, por dispensación de Dios, dejando esta contemplación oscura deja de embestir en forma y modo purgativo, embiste iluminativa y amorosamente, en que el alma, puesta en recreación de anchura y libertad, siente y gusta gran suavidad” (2N. 7, 4). Esto es lo que le sucedió a Víctor que disfrutó de momentos de alivio entre esos períodos de dolor y purificación que solían coincidir con sus visitas a Batuecas

Y lo curioso de esas alternancias es que, en la etapa de sufrimientos se teme que serán para siempre, y en la bienes, que ya jamás faltarán: “Porque de esta calidad son las cosas espirituales en el alma cuando son más puramente espirituales; que cuando son trabajos, le parece al alma que nunca ha de salir de ellos y que se le acabaron ya los bienes;…. y cuando son bienes espirituales, también le parece al alma que se le acabaron ya sus males y que no le faltarán ya los bienes” (2N. 7, 4).



sábado, 13 de julio de 2019

Florecillas. Mujer enferma, mujer eterna.

Los abuelos Víctor y Asunción con su nieta Sara en brazos.


Una de mis tías, hermana de mi padre, había ido al médico y parecía que su estado de salud era muy precario por lo que su esposo le comentó a mi padre: “Pronto me quedo viudo”. Salida de mi padre: “No lo esperes. Mujer enferma, mujer eterna”. (Vida impactante…P. 78).

“Mujer enferma mujer eterna”, es un refrán popular que, como todos los refranes o dichos populares son como sentencias breves que con pocas palabras compendian una experiencia constatada por los hechos. No hay más que consultar las estadísticas para comprobar que el número de viudos es casi insignificante frente al número de viudas.

Asunción y Victor el día de la primera comunión de su nieta Rebeca

El caso de Víctor tampoco es excepción, pues mientras él falleció el 21 de febrero de 2012, su esposa Asunción, solamente un año más joven que él, sigue viva siete años después. El caso a que alude el comentario de su cuñado tampoco fue excepción, aunque siguen vivos los dos aludidos, pues su esposa, a pesar de achaques constantes y sin casi poder salir de casa, sigue viva y a sus 92 años y además sigue haciendo las labores de la casa. Así es que el vaticinio del cuñado sigue sin cumplirse.

Ni en el caso de la Virgen María se dio la excepción, pues debió quedarse viuda poco antes de que Jesús comenzara su vida pública, pues su esposo San José ya que no vuelve a aparecer en el evangelio. Se cree que José murió asistido por Jesús y María y por eso la iglesia le ha declarado patrono de la buena muerte. ¡Quién no desearía una muerte como la de San José, asistido por Jesús y María!

En  Velillas con algunos nietos

Algo tendrá que ver con el tema de la longevidad de las mujeres lo que San Pablo refiere de las viudas y de los cuidados y atenciones que deben recibir de la comunidad creyente, sin que en ningún momento se aluda a los viudos.  Los consejos que da a su discípulo San Timoteo acerca de las viudas merecen una especial atención. Hablando en concreto de los subsidios o ayudas que las comunidades cristianas prestaban a las viudas le pide que se lo dé a las viudas de avanzada edad, no a las viudas jóvenes, a las que las aconseja que se vuelvan a casar, y añade: “No inscribas en la lista a una viuda de menos de sesenta años; tiene que haber sido fiel a su marido y estar recomendada por sus buenas obras” (1Tim. 5, 9-10).

A los sesenta años, en tiempo de San Pablo, no se era viejo, sino viejísimo, y muy pocos llegaban a esa edad. Por eso, de los que llegaban a los sesenta, la mayoría debían ser mujeres. Y parece que eran bastantes las que llegaban, pues de no ser así, San Pablo no hubiera dicho que no inscribieran en la lista “a una viuda de menos de sesenta años”

miércoles, 10 de julio de 2019

Testimonios Telesfora Cardeñosa (Moña)

Dª. Telesfora, vecina de Saldaña


Si los ángeles sonríen, Víctor siempre tenía sonrisa de ángel. Yo recuerdo siempre su sonrisa de ángel y la gran bondad que tenía hacia todos.

En sus conversaciones conmigo, intentaba meterme de lleno en el amor a Jesucristo, y yo, siempre recelosa, le decía que me faltaba fe, a lo que él me decía que pedía por mí todos los días al Señor para que el Señor me la concediera, como se la había concedido a él.

Vista general de Saldaña.

Yo, no es que no creyera en la existencia de Dios, pero tenía muchas dudas, pues no comprendía a la gente que me decía que ellas si que eran creyentes y estaban llenas de faltas de amor al prójimo, comulgando como comulgaban diariamente. A esto Víctor me decía que nosotros somos humanos y que como humanos que somos, somos muy imperfectos, pero que Dios sentía misericordia de nosotros.

A mí me daba mucha envidia el no sentir lo que él sentía y de hacer lo que él hacía, tanto durante el día como durante la noche y que no se perdía la misa y la comunión, yendo cada día a misa al pueblo más cercano donde esta se celebraba, hiciera como hiciera. A él le daba lo mismo que lloviera, helara, nevara, que hiciera el tiempo que hiciera. Él se iba andando día tras día y así durante doce años, al pueblo más cercano, pues él la misa y la comunión no la dejaba ni un solo día, y eso a pesar de estar enfermo y bien entrado en años.

Casa de los marqueses de la Valdavia

Cuando yo vendía algo, solía darle 50 euros para que se lo diera a algún pobre, y al recibirlos, como que se iluminaba el rostro pensando en la alegría que iba a recibir la persona a quien él pensaba hacer la entrega de mi humilde limosna.

Yo tengo colocada la foto de Víctor en frente de donde suelo sentarme. Miro su foto y le hablo con frecuencia y a veces le pido alguna cosilla, ya que era un santo, como por tal le tengo y como por tal le tienen todas las personas que han tenido la dicha de tratarle como yo le he tratado.


sábado, 6 de julio de 2019

Habla Víctor. La fe en mí creció.

Víctor en la celda que ocupaba en Batuecas


Cuando de allí salí y a la sociedad llegué, buena cuenta me di de lo que allí gané. La fe en mí creció, vida nueva me hizo vivir, me llamó para orar y así el amor gustar, con suavidad y dulzura a mi alma mostró y de sí me enamoró.

Mal, muy mal lo había pasado Víctor en Batuecas. El Señor estaba haciendo la obra a su modo, no al modo que Víctor esperaba, y esto se convirtió para él en un auténtico martirio. El Señor quería que se desprendiese de todo apego a las cosas, por muy buenas que fueran. Quería que caminase en pura fe y no apegado a las cosas sensibles, y que dedicara tiempo a la oración para estar con Él a solas, sin más, no buscando la satisfacción que podía sentir.

Ir a la oración por el gusto y consuelo que el Señor solía concederle, era relativamente fácil, pero ir a Dios por sólo por Dios, aun sintiéndose rechazado por Él, era mucho más difícil. Al salir de Batuecas es cuando se dio cuenta de que su amor a Dios no había disminuido, sino que había sido purificado y por eso, en adelante, lo único que le importó fue Dios por sí mismo, no lo que le daba.

Orante en angustia pidiendo ayuda al Señor

No había entendido nada, porque en la oscuridad no se ve, y él había pasado por la noche oscura de que habla San Juan de la Cruz, pero al terminar su primera y dolorosa estancia en Batuecas y regresar a su hogar en Madrid y al trabajo en la fábrica, fue cuando cayó en la cuenta de que el Señor le había transformado y comenzó a darle gracias.

Fueron su esposa y sus hijas las primeras en darse cuenta del cambio que en Víctor se había obrado. Ninguna de ellas ha podido olvidar las estancias de Víctor en Batuecas, y por eso recuerdan con frecuencia a Batuecas por considerar que en ese lugar se produjo el encuentro más íntimo posible en esta vida de su padre con el Señor a través de las purificaciones y de las virtudes teologales de fe, esperanza y caridad.

Orante arrodillado, contrito y humillado

Pero también las personas cercanas se dieron cuenta de que su fe, su amor y su ilimitada confianza en el Señor habían crecido de tal forma, que no podían pasar desapercibidas. Hablaba de Dios y de su amor misericordioso con tanto ardor, entusiasmo y convencimiento, que también en ellos surgía el deseo de acercarse al Señor con su misma confianza.

Ni él mismo se podía explicar lo que allí sucedió. Pasó momentos terribles y desoladores capaces de hacerle abandonar y sin embargo salió tan fortalecido en la fe y confianza en Dios, que advirtió el cambio que Dios había obrado en él por el camino que menos esperaba. ¿Cómo pruebas tan dolorosas podían conducir a una felicidad tan admirable? Solamente Dios lo sabe.  De allí salió fortalecido en la fe, pero sobre todo en el amor, suavidad y dulzura que Dios imprime en el alma de los que le aman de corazón.

miércoles, 3 de julio de 2019

Florecillas. Representa usted setenta años.

Víctor anciano y sonriente con su esposa y su hija Teresa

Antes de cumplir los sesenta años, al abonar un billete de tren le pidieron la tarjeta dorada para que le resultara más económico. Él se sonrió, aludiendo a que no tenía la edad requerida. El cobrador le miró muy extrañado y le preguntó entonces cuántos tenía; al oír la respuesta exclamó: representa usted setenta, y fueron varias las personas a las que en diversas ocasiones les pareció mi padre muy mayor. Tenía una vida muy gastada por tantas horas de trabajo, oración y sufrimiento que fueron minando su salud y haciendo que representara más edad que mi madre, a pesar de llevarse con ella sólo un año (Vida… P. 74).

Cuando Víctor tenía unos cincuenta años, ya una niña le había llamado viejo y en lugar de molestarse, que es lo que suele suceder, aunque uno se lo calle, llegó contento y sonriente a casa y le faltó tiempo para contarlo a su esposa e hijas, añadiendo que los niños siempre dicen la verdad.

 Víctor sonriente contemplado a María en brazos de Tere

De nuevo se repite la escena, sólo que en esta ocasión no fue una niña, sino el cobrador de billetes en la taquilla de la estación el que, de forma indirecta le llamó viejo al pedirle la tarjeta dorada para que le saliera más barato. Sonriente, como siempre, le dijo que aun no tenía la edad requerida. El honesto cobrador que quería ayudarle, le miró muy extrañado y le preguntó: ¿Pues qué edad tiene? Y cuando le dijo la edad, no pudo por menos de exclamar: “Pues representa por lo menos setenta”.

Su hija Begoña trata de explicar esa apariencia de anciano por tantas horas extras de trabajo en Pepsi-Cola, tantas horas de oración robadas al descanso nocturno y por los sufrimientos que no especifica, pero que procedían especialmente de los compañeros.

Víctor muy anciano pero sonriente con su hija Tere

Lo verdaderamente destacable de esta anécdota es su humildad, su sencillez y sobre todo su “sonrisa” cuando le llamaban o tenían por “viejo”. Lo que para la mayoría de los mortales resulta bastante humillante que a la cara le llamen viejo, se convertía para Víctor en motivo de alegría especial, pues al no tener apego a los valores de este mundo, no estaba pendiente de su imagen ni del qué dirán, eso que tanto se valora hoy día. Es más, por las pocas fotos que nos quedan de Víctor, es fácil comprobar que en la mayoría de ellas aparece sonriente, pero que su sonrisa de paz, es más notoria en su ancianidad y en su enfermedad.

Resaltamos esta sonrisa en su vejez y en su enfermedad, porque lo normal hoy día, es encontrar caras serias y tristes en la mayoría de los ancianos, síntoma de que se sienten amargados, desilusionados y hasta fracasados porque carecen de esperanza y ven como se acerca el final de sus días. La permanente sonrisa de paz de Víctor, es por el contrario, la manifestación externa de que la alegría y esperanza con que el Señor iluminaba su vida desde dentro.