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Vaca de color y tamaño semejante a la Sevillana. |
No se trata de ninguna joven artista famosa nacida en Sevilla, sino del nombre de una vaca de labranza, aunque les parezca extraño.
En el hogar de Daniel y Margarita, los padres de Víctor, para las labores de agricultura, base de la economía familiar, nunca hubo caballos, ni mulas, ni burros, ni bueyes, sino solamente vacas, pero las suficientes para cumplir con esa misión y para que nunca faltase leche en el hogar.
Generalmente tenían cinco o seis vacas que iban cambiando por otras, o vendían las más viejas para comprar otras más jóvenes. Cada una tenía nombre propio al que respondían cuando se las llamaba. De todas las que pasaron por el hogar, la que dejó un recuerdo inolvidable fue la Sevillana, por ser trabajadora incansable, hasta el punto de que en verano, mientras para cada trillo se usaban dos vacas, a ella sola se le asignaba uno.
Pero tenía un problema, y es que era muy agresiva e indomable, y aquí es cuando entra en acción Víctor. Mientras dos o tres varones eran incapaces de dominarla para uncirla al yugo, a Víctor no le oponía ninguna resistencia y le obedecía humildemente. ¿Por qué esa diferencia? Ninguno se lo explicaba, pero esa era la realidad.