sábado, 28 de septiembre de 2019

Habla Víctor. Contagiaba a todos con su fe.

Víctor en una celda del monasterio de San José de las Batuecas.


A todos los contagiaba y se admiraban de la fe que yo tenía. Les hacía ver que era más difícil no creer las verdades de la fe que incluso los momentos que vivía y que con los ojos y sentidos palpaba.

Con estas palabras concluye Víctor su experiencia en Batuecas a lo largo de varios años. El Señor, durante esas estancias en Batuecas le fue purificando de sus más mínimas imperfecciones a través de las noches oscuras, para llevarle a la unión con Dios, que exige una purificación total del entendimiento mediante la fe; de la memoria mediante la esperanza; y de la voluntad  mediante la caridad.

Las tres virtudes teologales, esenciales para su santificación.

Para entender la purificación que el Señor había realizado en Víctor a través de las virtudes teologales antes de concederle la unión con Él y las consecuencias de esta unión, tenemos que acudir una vez más a su maestro San Juan de la Cruz. Es el doctor de la iglesia que ha hablado con más claridad de la transformación del alma en Dios posible en esta vida y de como las operaciones del entendimiento, memoria y voluntad se tornan divinas. Leamos sus palabras:

El entendimiento que antes de esa unión entendía con la fuerza de su lumbre natural, por la vía de los sentidos corporales, es ya movido e informado de otro más alto principio de lumbre sobrenatural de Dios y así se ha trocado en divinoLa voluntad, que antes amaba bajamente, sólo con su afecto natural, ahora ya se ha trocado en vida de amor divino, porque ama altamente con afecto divino, movida por la fuerza del Espíritu Santo, en que ya vive de amor… Y la memoria, que de suyo percibía sólo las figuras de las criaturas, es trocada por medio de esta unión a tener en la mente los años eternos.   Y concluye diciendo:

“De manera que según lo que está dicho, el entendimiento de esta alma es entendimiento de Dios, y la voluntad suya es voluntad de Dios, y su memoria, es memoria eterna de Dios; y su deleite, deleite de Dios; y la sustancia del alma, aunque no es sustancia de Dios, porque no puede sustancialmente convertirse en Él, pero, unida como está aquí con Él y absorta en Él, es Dios por participación de Dios. Lo cual acaece en este estado perfecto de vida espiritual, aunque no tan perfectamente como en la otra. Y de esta manera está muerta el alma a todo lo que era en sí, que era muerte para ella, y viva a lo que es Dios en sí” (Llama 2, 34).
 
San Juan de la Cruz su verdadero maestro espiritual.

Víctor no era consciente de la transformación que Dios había obrado en él, pero sí los que le trataban al comprobar su extraordinaria fe y confianza en Dios. Su experiencia tan fuerte de Dios, le había convertido en un verdadero apóstol. Hablaba de Dios por experiencia, no por un frío conocimiento y por eso lo hacía con tanto entusiasmo y valentía, que su testimonio les estimulaba a mantener su fe.  

miércoles, 25 de septiembre de 2019

Florecillas Alegría por la vocación de Eva.

Eva muy joven con tres sobrinos.


Sabes la satisfacción que tu llegada nos deparó, sobre todo después de tu crecimiento. Aunque era retraída no por ello dejabas de de participar en las alegrías que manifestamos día a día viéndote crecer, unida a nosotros más que ninguno de vuestros hermanos. Pero la mayor alegría fue cuando nos manifestaste el deseo de ser carmelita; por mi parte me sentí tan halagado, que nada que hubieses hecho en el mundo se puede comparar con la gracia de participar toda tu vida en el amor infinito que Dios te da. (Vida… Pag. 86).

Eva fue la última hija de Víctor y ya se sabe el cariño que se suele tener con el más pequeño y especialmente si es hembra, pues en ella se deposita la esperanza de ser bien atendidos en la vejez, más que en los mayores.

Víctor y Asunción con sus 7 hijos. Eva es la del centro con las manos como en oración.

De carácter retraído, como dice su padre, era obediente y responsable tanto en sus estudios como en las cosas que se la pidiera para ayuda del hogar. Por otra parte fue la que más unida estuvo a sus padres hasta el momento que decidió ingresar en el monasterio de Sabarís como religiosa carmelita. Todo esto sería motivo de dolor para cualquier padre, pues una decisión de ese tipo suponía un alejamiento definitivo del hogar paterno al que no regresaría ni para acompañar a sus padres en la hora de la muerte y a la que solamente en determinadas ocasiones podrían visitar por tratarse de un monasterio de estrecha clausura. Ya no volverían a abrazar ni besar a su hija sino solamente hablar separados por las rejas del locutorio.

Sin embargo para Víctor, como dice, fue la mayor alegría de su vida. ¿Por qué? Pues porque no era egoísta y como amaba entrañablemente a su hija, prefería su felicidad a la propia y deseaba para ella lo mejor, que era su felicidad en esta vida y garantía de su felicidad para siempre. Ese es el verdadero amor, el que es capaz de sacrificarse por el bien de la persona a quien ama de verdad, aunque para ello tenga que privarse de su presencia.

Eva con el hábito de postulante
en las Carmelitas de Sabarís.

Seguro que humanamente le dolió la separación de su hija sobre todo al saber que una vez que ingresara en la clausura del convento ya no podría ni siquiera darla un beso y que tendría que limitarse a verla y charlar con ella a través de una reja, como era el estilo de las Carmelitas. Todo su dolor por la separación quedaba más que compensado al ver que una de sus hijas se consagraba por entero a Dios, el único capaz de darla la felicidad aun en esta vida.


sábado, 21 de septiembre de 2019

Testimonios. Carmen Arias (II).

Víctor con su sonrisa siempre a flor de labios.

En la convivencia que yo tuve en la fábrica con él, sabía que estaba al lado de un santo. Irradiaba santidad con su humildad, con su honradez, con su trato afable, con su sonrisa siempre a flor de labios, siempre amoroso, siempre servicial, todo para todos.

Yo siempre sabía que estaba al lado de un santo. Yo siempre le he considerado extraordinario. Infundía una paz sobrenatural. No era vulgar ni corriente. Era lo que era. Tocado de Dios. Yo siempre le consultaba cosas, porque su sabiduría llegaba muy lejos.
Yo, el concepto que he tenido de él era eso: Que era un santo, con mucha inspiración, con conocimiento, con mucha serenidad.

Víctor era promotor de las misas gregorianas por los difuntos.

La mayoría de la gente de la fábrica le tenía una estima especial. A mí me sorprendió al leer en su autorretrato que diga que lo pasó muy mal entre sus compañeros en su última etapa de trabajo en la fábrica. Debieron ser algunos cuantos los que intentaron hacerle la vida imposible, pero en general, era especialmente querido por todos. Y el tenerlo así de callado hasta el fin de sus días, dice mucho a su favor, pues prefirió llevarlo a solas con Dios y por Él, antes que comentarlas ni siquiera conmigo, con quien tenía tanta confianza. Por otra parte, nunca le vi apenado. Era un hombre sereno y tranquilo. Siempre alegre y sonriente.

Recuerdo, finalmente, que él vino a verme a la muerte de mi marido desde el pueblo de la provincia de Palencia donde vivía (Velillas del Duque) a Madrid donde yo vivía. Me preguntó si había encargado ya las misas de San Gregorio. Le dije que no. Y me dijo: “Encárgaselas ya”. Todo lo que dijo para consolarme, fue muy espiritual y me hizo mucho bien. Era un santo que transpiraba santidad.

"Yo he conocido un santo de carne y hueso" dice Carmen Arias.

Cuando alguien dice; “Para mí, santos los de los altares”, yo digo que yo he conocido un santo de carne y hueso. Así lo digo siempre, antes de leer el libro de su Vida y antes de saber que se están dando ya los primeros pasos para que se inicie su proceso de beatificación.

miércoles, 18 de septiembre de 2019

Habla Víctor. Vacaciones en Batuecas.

Monasterio del santo desierto de San José de las Batuecas


De todos los años que pasé mis vacaciones en el desierto, los gozos para mí fueron desconocidos. Todo ello me obligaba más a pedir con tristeza y dolor. El fruto luego venía cuando regresaba al trato con la gente mundana y también con los que luchaban por vivir cristianamente.

¿Cómo se explica que fuera tantos años a pasar sus vacaciones al desierto de Las Batuecas y no a otros lugares más propicios para el descanso, si allí nunca encontraba consuelos ni gozos al menos espirituales?

Orando con tristeza y dolor, pero con confianza.

Allí, aislado del mundo, libre de afanes y preocupaciones, en un clima de silencio y a solas con el Señor, buscaba con sinceridad descubrir su voluntad para cumplirla con fidelidad,  y el Señor, ante tan buen deseo y disponibilidad, lo que le hacía ver era su indignidad, su nada, su pobreza. Y lo hacía para que se purificase de tantas imperfecciones, de tantas manchas que antes le pasaban desapercibidas y ahora descubría ante claridad de la luz divina.

Ante la luz y belleza de Dios aparecían tantas manchas, que se sentía avergonzado y anonadado. Verse tan sucio, tan indigno de Dios, le resultaba sumamente doloroso. El Señor estaba purificando su parte sensitiva, sus gustos, sus instintos, sus imperfecciones, etc., es decir, de lo que San Pablo llama “el hombre viejo”, para que, libre de esas imperfecciones, se sometiera a la parte racional y espiritual, se llenara de virtudes y se transformara en “el hombre nuevo revestido de Cristo”, como desea el Apóstol.

 Jesús preparando a sus apóstoles.

A lo largo de ese doloroso proceso, descubrió que ante Dios todos estamos sucios, todos necesitamos pasar por una profunda purificación, todos somos pobres y como pobres y mendigos, lo único que podemos hacer es acudir a Dios con humildad para que nos libere de tantas miserias. Eso es lo que hacía día tras día: “pedir con tristeza y dolor”, que le limpiase y le transformase en el “hombre nuevo revestido de Cristo”, si esa era su voluntad.

Y el Señor nunca le defraudó. En Batuecas el Señor no le concedía gozos sensibles, pero de allí salía más afianzado en la fe y convertido en apóstol “siempre dispuesto a dar testimonio de su esperanza con sus palabras y sus obras, pero con buenos modos y respeto”, como aconseja San Pedro (1 Pe. 3, 15).


sábado, 14 de septiembre de 2019

Florecillas. Cargado de ropa para ir a misa.

Víctor quitando la nieve para abrirse camino a la Iglesia.


“Por aquí hemos tenido grandes nevadas, ahora muchos hielos y frío, así que para ir a misa me tengo que cargar de ropa; pero más temo a la lluvia; esta, por más que te protejas siempre te mojas. Verdaderamente que hay días que me da miedo ir a Quintanilla, pero poco a poco lo voy superando”.

No exagera nada al hablar de grandes nevadas y mayores fríos y heladas. Desde Velillas del Duque se ven perfectamente los Picos de Europa nevados la mayor parte del año, y al estar situado en plena llanura sin montes cercanos o al menos colinas que le resguarden, son muy frecuentes las nevadas en pleno invierno y el frío es aún más intenso los días claros.

Víctor muy abrigado aun dentro de casa.

Teniendo en cuenta estas circunstancias y que Víctor era muy friolero, hasta el punto de que sus pies en invierno los tenía permanente fríos cuando estaba fuera de casa, como la misa era para él esencial, para poder caminar por la carretera hasta el próximo pueblo en que se celebrara la Eucaristía, generalmente Quintanilla de Onsoña, no tenía más remedio que ponerse mucha ropa y varios calcetines. Si hubiera tenido a mano las pieles de los esquimales no habría tenido reparo en usarlas.

Tal era la cantidad de ropa que se ponía en invierno, que al llegar la primavera, conforme iba aumentando la temperatura, se iba liberando poco a poco de la ropa. Tan notorio era el cambio y tanto llamaba la atención, que algunas mujeres le preguntaban por qué había adelgazado tanto en tan poco tiempo. Era muy sacrificado pero a la vez muy consciente de que más importante y agradable era al Señor su participación en la Eucaristía que el sacrificio. Por eso no dudaba en aparecer con un atuendo que llamaría la atención y algunos hasta le tomarían por chalado.

Víctor trabajando en el patio de su casa, pero bien abrigado.

Más temía los días de lluvia que los días de frío, pues de la lluvia era más difícil defenderse aunque llevase paraguas, especialmente cuando venía acompañada de viento, pero tampoco por eso dejaba de hacer su caminata para ir a dar gracias a Dios y a recibir el alimento de la Eucaristía.

¡Cómo iba a pasar desapercibido a los nobles campesinos semejante comportamiento! Por eso le siguen recordando con cariño y admiración y a muchos les ha ayudado a aumentar su fe.

miércoles, 11 de septiembre de 2019

Testimonios. Carmen Arias (I).


Una muestra de Embotelladora de Pepsi-Cola.


Víctor trabajaba igual que yo en la fábrica Embotelladora de Pepsi-Cola, él como obrero y yo como administrativa. Nos comunicábamos mucho por razón de mi cargo, y sobre todo, porque sintonizábamos espiritualmente, lo cual era de ayuda mutua teniendo en cuenta el ambiente antirreligioso en el que nos desenvolvíamos. Es imposible relatar todo lo que hablamos, que fue mucho y especialmente edificante todo lo que él me decía. Paso ahora, a relatar algunos de los hechos de su vida que más huella dejaron en mí. Son sólo unos cuantos como a manera de muestra.

El primero que recuerdo fue este: Cuando él realizaba horas extraordinarias en la fábrica, entonces, me pedía sobres (yo trabajaba en la administración) para meter dinero en esos sobres y repartirlo entre gente necesitada. Yo le recriminaba que tenía siete hijos y debería guardarlo para ellos, y me contestaba que sus hijos comían todos los días y había gente que no comía. Y me decía también, así textualmente: “Tengo una mujer que es muy apañadita y se arregla con el jornal”.

Parroquia San Juan de la Cruz a la que Víctor se retiró a orar.

Otro hecho de su vida que se me quedó también bien grabado, fue el siguiente: Teníamos un conflicto laboral entre la empresa y los empleados debido a que la empresa quería imponer una nueva ordenanza laboral que los empleados no queríamos aceptar y llevamos el asunto a los tribunales. Víctor y yo éramos los representantes de los trabajadores; él representaba a los obreros y yo al personal administrativo.

Entonces, el día del juicio, antes de llegar a la Sala del Tribunal donde iba a tener lugar el juicio, Víctor entró en una iglesia (La iglesia parroquia de San Juan de la Cruz) y cuando salió me dijo: “Estate tranquila, que vamos a ganar”.

Sala de un juzgado.

Entramos en la Sala, y el Presidente de la Sala me pidió a mí que expusiera el problema. Nosotros llevábamos un abogado para que hiciera eso, pero el Presidente de la Sala dijo que no. Que lo expusiera yo. Yo me eché a temblar por miedo a no hacerlo bien, porque soy una persona nerviosa y no estaba acostumbrada a hablar en público. Me serené inmediatamente y expuse todo el tema claramente con una voz serena, como si me lo estuvieran diciendo. Yo me sorprendí toda la vida de aquello y entendí que había sido un milagro que Víctor había conseguido del Señor cuando entró a hablar con Él a la Iglesia antes de entrar en el tribunal.

sábado, 7 de septiembre de 2019

Habla Víctor. Alegría al oír hablar de Dios.

Sacerdote hablando de los misterios cristianos.

Desde el inicio de mi conversión, cómo me alegraba y sacaba provecho cuando me hablaban de Dios. Pues de pronto todo fue al revés. Aunque no me molestaba que de Él me hablaran, a mí no me decía nada. Me hacía pensar que podía ser demoníaco. El mismo autor (San Juan de la Cruz) me aclaró que por fe, tan alto sentía de Dios, que todos chico me le dejaban. Las que siempre me fueron provechosas fueron las Sagradas Escrituras y la doctrina de la Iglesia.

Curiosa la experiencia de que nos habla Víctor de pasar de una gran alegría cuando le hablaban de Dios a una total indiferencia, y que las edificantes conversaciones no le movieran a sentir más amor a Dios. Era normal que ese cambio tan brusco le preocupase y le hiciera pensar que se trataba de algo provocado por el demonio para alejarle de Dios, pero pronto cayó en la cuenta de que no era nada demoníaco, sino debido a que lo que le decían de Dios, por muy bueno que fuera, era insignificante ante la inmensa grandeza y belleza de Dios. Entonces, guiado una vez más por San Juan de la Cruz, recapacitó que no es el conocimiento sino la fe teologal la única que nos habla y nos muestra a Dios tal como es. Las palabras de San Juan de la Cruz son contundentes:

 Víctor en el locutorio de Sabarís hablando de cosas santas.


Es tanta la semejanza que hay entre la fe y Dios, que no hay otra diferencia sino ser visto Dios o creído. Porque, así como Dios es infinito, así la fe nos le propone infinito; y así como es Trino y Uno, nos lo propone ella Trino y Uno; y así como Dios es tiniebla para nuestro entendimiento, así ella también ciega y deslumbra nuestro entendimiento. Y así, por este solo medio, se manifiesta Dios al alma en divina luz, que excede todo entendimiento. Y por tanto, cuanto más fe el alma tiene, más unida está con Dios” (2 Sb. 9, 1).

Predicador proclamando la palabra de Dios en una procesión.


Víctor, que ya había pasado la “noche oscura” y había purificado su entendimiento, memoria y voluntad mediante las tres virtudes teologales de la fe, la esperanza y la caridad, se dio cuenta de que son estas tres virtudes las que nos muestran a Dios tal cómo es, y que todo lo que de Él podamos conocer o sentir mediante el conocimiento, la memoria y la voluntad, está muy lejos de esa realidad.

Víctor, no solamente había leído en San Juan de la Cruz, sino también experimentado en sí mismo que, “es tanta la semejanza que hay entre la fe y Dios, que no hay otra diferencia sino ser visto Dios o creído”.

miércoles, 4 de septiembre de 2019

Florecillas. Invitación a sus nietos.

Raquel y Carlos el día de su primera Comunión en Móstoles.


Como estaréis de vacaciones, si queréis venir con los abuelos cuando lo deseéis, voy por vosotros, siempre que esté como hoy de salud. Pedirle al Niño Jesús, primero por vuestros padres, abuelos y tíos, también por vuestros primos. (Vida… pag. 84)

Sus dos nietos mayores, Raquel y Carlos, a los que alude en esta invitación, vivían en Móstoles, localidad muy cercana a Madrid, y a Víctor le encantaba visitarles cuando podía, pero por esas fechas ya habían comenzado los achaques que le impedían acercarse con la frecuencia que él deseaba.

Carlos, el primeo de la izquierda y Raquel el día de su toma de hábito.

Pero como sabía que a ellos también les encantaba salir de casa e ir unos días con los abuelos, a pesar de sus achaques, les invita a pasar unos días en su hogar en el barrio Oroquieta de Madrid, y para que los padres no pusieran la excusa de que no podían llevarlos, él mismo se ofrece para ir a buscarlos.

Su cariño sincero a esos nietos le hace olvidar sus achaques y limitaciones, pues era consciente de que si les invitaba  a pasar unos días en su hogar, era para atenderles,     acompañarles y compartir sus juegos, no sólo para ofrecerles algún regalo de Navidad. Es verdad que por esas fechas sus dos hijas más pequeñas, Begoña y Eva todavía vivían en el hogar y podrían jugar con ellos y sacarles a pasear, que es de lo que más ilusión hace a los niños, pero seguro que quien más tiempo y cariño les dedicaron, fueron los abuelos y que, en concreto Víctor, para que dejaran libre a la abuela Asunción y les preparase una buena comida, era él quien les sacaba a pasear y a jugar por los parques más cercanos y a obsequiarles con algunas golosinas, pero aprovechando, eso sí, la oportunidad para hacer también una breve visita a la parroquia de San Clemente Romano.

Carlos con su hijo Víctor en brazos y con los abuelos.

Víctor, a la vez que gozaba viendo felices a sus nietos, aprovechaba la oportunidad para sembrar en sus corazones buenos sentimientos y para enseñarles que su mejor amigo era Jesús. Así que, dentro del recorrido lúdico, no faltaba una breve visita a la iglesia parroquial para saludar al Niño Jesús, el mejor amigo. Lo hacía con tanto cariño, delicadeza y espontaneidad, que no les resultaba pesado, pues lo religioso iba unido a lo lúdico. Por eso les encantaba pasear con el abuelo, porque les mimaba y compartía con ellos sus juegos con alegría. Se sentían queridos y valorados.