Beas de Segura (Jaén). Vista parcial. |
Qué caridad tan exquisita con los pobres, los enfermos y los
necesitados. Con qué amor les servía y hasta se desprendía de los necesario por
aliviarles
–pongamos por ejemplo cuando le regaló su abrigo recién estrenado a un pobre
que fue a su casa- trasluciendo así el Amor Misericordioso que había asimilado
en sus encuentros con el Amor de los Amores. ¡Qué fecunda la oración verdadera
cuando después da frutos de Vida eterna! No, no es pérdida de tiempo, es la
mejor manera de sacarle provecho. Este adorador nocturno nos grita con su
ejemplo. Qué celo por la salvación de las almas que le rodeaban, en
especial por sus compañeros que no le comprendían e incluso se burlaban de él
ridiculizándolo. Cómo oraba y se sacrificaba por ellos. Caridad y
humildad heroicas.
Cuán rendida era la obediencia a sus directores espirituales,
nos impresionó mucho cuando dejó de pasar sus noches en oración en la Iglesia
para hacerlo en la casa por indicación de su padre espiritual. Esta obediencia
tuvo que costarle mucho pues la Eucaristía era su vida. Qué salto de pértiga
daría en su vida espiritual con este acto este santo varón casado y con sus
hijos, pues como dice nuestra Madre Teresa en el libro de sus Fundaciones: “No
hay camino que más presto lleve a la suma perfección que el de la obediencia”.
Qué desprendimiento de los bienes de la tierra cuando rechazó
un ascenso en el trabajo porque esto le hubiera impedido su ritmo de oración.
Valoraba más su trato de amistad con el Señor que el dinero que es el dios de
la mayoría de las personas, desgraciadamente. Qué amor a la Iglesia
demostraba al dedicar cada día una hora entera de oración por el Santo Padre,
“el dulce Cristo en la tierra” como le llamaba Santa Catalina de Siena. Y no
digamos de su tierna devoción a nuestra Santísima Madre del Cielo, Reina y
Hermosura del Carmelo. ¡Cuántos millones de Ave Marías salieron de aquel pecho
enamorado con cada frasco que embotellaba! Sólo en el cielo conoceremos lo que
nuestra dulcísimo Madre realizó con aquellas coronas de rosas del más fragante
olor.
Además de compartir con usted, Padre, nuestras impresiones sobre
nuestro hermano Víctor, queríamos aprovechar la ocasión de felicitar a todos
nuestros hermanos carmelitas el Año Jubilar Teresiano que acabamos de estrenar.
Encomendamos, especialmente a la poderosa intercesión de nuestra santa Madre
Teresa de Jesús en el Vº Centenario de su Nacimiento la Causa de beatificación
de su querido hijo Víctor para que la lleve felizmente a término si es para
gloria de Dios y provecho de su santa Iglesia.
Muy unidos el los Sagrados Corazones
de Jesús y María.
Sus hermanas Carmelitas de Beas.
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