sábado, 5 de septiembre de 2020

Habla Víctor. Oración común (I).

Persona orando en postura muy humilde.


La oración es comunicación entre Dios creador y redentor y la criatura pecadora, esta tan necesitada de su misericordia infinita. Regularmente suele ser de petición. Los pobres solamente se dedican a pedir, y ante Dios, todos somos muy pobres. Así que, por mucho que nos esforcemos, siempre terminaremos pidiendo; este es nuestro cometido, siempre nos quedaremos cortos en pedir, al menos comparado con el deseo que el Señor tiene de darnos.
¿Cómo consiguen los mendigos limosna? Rogando humildemente a quien piden, sin exigencias, tomando lo que se les da. Esta debe ser nuestra actitud. Fijémonos la diferencia que hay entre el que da limosna a un pobre y a quien nosotros pedimos. Nuestra actitud, por tanto, debe ser de suma humildad. Según sea esta, así creceremos en las relaciones personales a quien pedimos.

Con estas palabras inicia el escrito para responder a su hija Begoña que le había pedido orientaciones acerca de la oración. Y lo hace definiendo qué es oración con unas sencillas palabras: “La oración es comunicación entre Dios creador y redentor y la criatura pecadora”. La palabra clave es “comunicación”. Pero, ¿entre quienes se da esa comunicación? Nada menos que entre Dios todopoderoso y una simple criatura.
Santa Teresa recomienda antes de iniciar la comunicación: “Pensar y entender qué hablamos, y con quién hablamos y quién somos los que osamos hablar con tan gran Señor” (C. 25, 3). Al reflexionar quien soy yo, debo comenzar por reconocer con humildad mis faltas, debilidades e infidelidades ante la verdad de Dios. Así se pone en práctica la primera condición para que la oración sea escuchada: La humildad, el reconocer ante Dios nuestra suma pobreza e indigencia.
 
Figura de un pobre necesitado de ayuda.

Si soy pobre e indigente, mi comunicación, como dice Víctor, terminará siempre pidiendo, pero sin exigencias, pues Dios no me debe nada. Si analizamos la oración del Padrenuestro veremos que, excepto la alabanza inicial a Dios pidiendo que su nombre sea santificado, todo lo que sigue son peticiones: Que nos conceda su reino, que se haga su voluntad,  que no nos falte el alimento de cada día, que nos perdone nuestros pecados, que nos libre de todo mal. Todo lo que nos conceda será pura gratuidad, no porque lo merezcamos.

A pesar de no merecerlo, no nos cansemos de pedir, pues en nuestras peticiones, como muy bien señala Víctor, “Siempre nos quedaremos cortos, al menos comparado con el deseo que el Señor tiene de darnos”.



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