Persona orando en postura muy humilde. |
La
oración es comunicación entre Dios creador y redentor y la criatura pecadora,
esta tan necesitada de su misericordia infinita. Regularmente suele ser de
petición. Los pobres solamente se dedican a pedir, y ante Dios, todos somos muy
pobres. Así que, por mucho que nos esforcemos, siempre terminaremos pidiendo;
este es nuestro cometido, siempre nos quedaremos cortos en pedir, al menos
comparado con el deseo que el Señor tiene de darnos.
¿Cómo
consiguen los mendigos limosna? Rogando humildemente a quien piden, sin
exigencias, tomando lo que se les da. Esta debe ser nuestra actitud. Fijémonos
la diferencia que hay entre el que da limosna a un pobre y a quien nosotros
pedimos. Nuestra actitud, por tanto, debe ser de suma humildad. Según sea esta,
así creceremos en las relaciones personales a quien pedimos.
Con estas
palabras inicia el escrito para responder a su hija Begoña que le había pedido
orientaciones acerca de la oración. Y lo hace definiendo qué es oración con
unas sencillas palabras: “La oración es comunicación entre Dios creador y
redentor y la criatura pecadora”. La palabra clave es “comunicación”.
Pero, ¿entre quienes se da esa comunicación? Nada menos que entre Dios todopoderoso
y una simple criatura.
Santa Teresa
recomienda antes de iniciar la comunicación: “Pensar y entender qué
hablamos, y con quién hablamos y quién somos los que osamos hablar con tan gran
Señor” (C. 25, 3). Al reflexionar quien soy yo, debo comenzar por
reconocer con humildad mis faltas, debilidades e infidelidades ante la verdad
de Dios. Así se pone en práctica la primera condición para que la oración sea
escuchada: La humildad, el reconocer ante Dios nuestra suma
pobreza e indigencia.
Si soy pobre
e indigente, mi comunicación, como dice Víctor, terminará siempre pidiendo,
pero sin exigencias, pues Dios no me debe nada. Si analizamos la oración del
Padrenuestro veremos que, excepto la alabanza inicial a Dios pidiendo que su
nombre sea santificado, todo lo que sigue son peticiones: Que nos conceda su
reino, que se haga su voluntad, que no
nos falte el alimento de cada día, que nos perdone nuestros pecados, que nos
libre de todo mal. Todo lo que nos conceda será pura gratuidad, no porque lo
merezcamos.
A pesar de no
merecerlo, no nos cansemos de pedir, pues en nuestras peticiones, como muy bien
señala Víctor, “Siempre nos quedaremos cortos, al menos comparado con el
deseo que el Señor tiene de darnos”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario