miércoles, 16 de septiembre de 2020

Habla Víctor. Oración común (II).

Jesús orando, modelo de todos los orantes.


Tenemos que demostrar confianza; todo cuanto se pide se alcanza. El Señor sabe el momento más propicio para conceder la petición, si esta es para bien de quien la solicita. Por esto, nunca debemos cesar de pedir. Cultivemos al mismo tiempo la fe, esta nos ayudará a mantenernos en constante petición.

Víctor comenzó destacando la “humildad” como primera condición para ser escuchados en nuestra oración. En estas palabras resalta las otras dos condiciones para el éxito de nuestra oración sea completo: La confianza (tenemos que demostrar confianza) y la perseverancia (nunca debemos cesar de pedir). Señala también que “todo cuanto se pide se alcanza”, “si es para bien de quien la solicita” y que “el Señor sabe el momento más propicio para conceder la petición”.

No creo que Víctor conociera lo que dice San Agustín acerca de las condiciones de la oración para que sea infaliblemente escuchada, y sin embargo, como podrán comprobar, coincide plenamente con él.
 
Orando con humildad, confianza y perseverancia ante el Santísimo.
Dice San Agustín: “Para que la oración sea infaliblemente escuchada, no es suficiente que se haga con humildad, confianza y perseverancia. Es preciso, además, que lo que se pide sea conveniente para la salvación. Pero nuestras peticiones son contrarias a la salvación cuando tienen por objeto cosas malas o buenas en sí, pero inoportunas. Los bienes que hay que pedir a Dios son la gracia y la vida eterna, en comparación de las cuales las demás cosas son como si no fueran. Peticiones de este género serán siempre escuchadas, con tal que las pidamos para nosotros mismos. La oración por el prójimo es muy buena y recomendable, pero no siempre es escuchada, porque puede haber en él malas disposiciones para recibir la gracia que para él pedimos.

La oración humilde, confiada, perseverante, hecha en nombre de nuestro Salvador Jesucristo y pidiendo para nosotros mismos gracias de santificación y salvación es, pues, siempre e infaliblemente escuchada, en virtud de las promesas explícitas del Señor: “Pedid y recibiréis” (Mt 7, 7) y “Todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre os lo concederá” (Jn 16, 23). Si ocurre que no obtenemos en seguida lo que pedimos con estas condiciones, se trata de un retraso, pero no de una negativa. Dios, por razones conocidas por Él, espera el momento oportuno para escucharnos, pero nos escuchará sin duda alguna” (Comentarios al Evangelio de San Juan. Tratado. 102, 1).




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