Dª. Mercedes Pérez Villanueva. |
Comentario tras la lectura de la biografía de Víctor
Rodríguez Martínez (1925-2012) “Vida impactante de un cristiano de a pie”.
En la fría mañana, fría, muy fría, camina un hombre, camina;
lluvia, viento, nieve, rocío… camina. Nada le detiene: un día, otro día, una
semana, un mes y otro mes, un año…muchos años de su vida, camina un hombre,
camina. ¿A dónde va? ¿Qué le impulsa a hacer, tan de mañana y tan solo, ese
heroico camino? Alguien le ve pasar desde su casa y corta los arbustos
que le impiden ver a Víctor… y es que no pasa un hombre, es una estrella en la
amanecida que, como la Polar, nos indica dónde está la Cuna, dónde está el
Nuevo Origen, dónde está la Nueva Vida que nos trae la Eucaristía. Para
mí, este amor, clarividente y heroico por la Santa Misa (por la Eucaristía) es
la primera y principal seña de santidad de Víctor.
Vista panorámica de Vigo donde reside Dº. Mercedes |
Pero, ¿va solo realmente? No, no va solo, lleva en sí la
herencia y la vida de unas gentes, una tierra, una familia. Gentes de tierra
austera, sobrios, trabajadores, sufridos, con un profundo sentido cristiano de
la vida. El autor de la biografía tiene –para
mí- el gran acierto de trazar las coordenadas espacio-temporales y
socio-familiares en que surge esta vida, sorprendente. Figuras tan entrañables
como su heroica abuela Ramona, sus padres y hermanos, le acompañan.
No olvidó el Señor a aquel muchacho que a los catorce años
tiene que ayudar a su padre en las tareas del campo para poder sostener a la familia…
ve cómo sus hermanos menores ingresan en el Carmelo…¡y a él también le
gustaría!... pero tiene que permanecer en su puesto y llevar otra vida… hasta
que pasados los años, instalado él en su vida de casado, de trabajo, de
negocios, puesto casi aquel tiempo en olvido, el Señor irrumpe en esta vida con
gran fuerza tras un desastre económico.
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