sábado, 4 de julio de 2020

Habla Víctor Sequedad.


Santa Teresa en oración

Aun siendo fiel, si pierde todo discurso y sentimientos, haciendo durísima la oración, si mantiene la mortificación y generosidad etc., no tema esté abandonada; el Señor la quiere quitar lo sensible y la enseña a amar con la voluntad. ¡Cuidado de mantenerse firme! La mayoría de las almas se acobardan y lo dejan.

Se adquiere la humildad fuerte al verse tan pobre, y mucho hace quien hace lo poco que puede. Tener una determinación de no parar de orar por muchos sufrimientos y tiempo que lleve. En este estado, el alma se siente siempre tentada de dejar la oración, porque es un verdadero tormento. Es provechosísima. “El reino de los cielos se conquista con la fuerza y lo arrebatan los esforzados” (Mt 11, 12).

Un buen ejemplo para entender lo que Víctor nos dice y comprobar que no es un caso único, lo encontramos en la gran maestra de oración Santa Teresa de Jesús, que se pasó dieciocho años con grandes sequedades y tentaciones de abandonar la oración. (V. 4, 9)
Durante esos años no podía hacer oración si no leía algún libro y se le hacía muy pesado el tiempo que dedicaba a la oración hasta el punto de confesar:

 Hombre humilde postrado en oración

Esta fue toda mi oración, y ha sido cuanto anduve en estos peligros, y aquí era mi pensar cuando podía; y muchas veces, algunos años, tenía más cuenta con desear se acabase la hora que tenía por mí de estar, y escuchar cuando daba el reloj, que no en otras cosas buenas; y hartas veces no sé qué penitencia grave se me pusiera delante que no la acometiera de mejor gana que recogerme a tener oración. Y es cierto que era tan incomportable la fuerza que el demonio me hacía, o mi ruin costumbre, que no fuese a la oración y la tristeza que me daba entrando en el oratorio, que era menester ayudarme de todo mi ánimo (que dicen no le tengo pequeño, y se ha visto me le dio Dios harto más que de mujer, sino que le he empleado mal) para forzarme, y en fin me ayudaba el Señor. Y después que me había hecho esta fuerza, me hallaba con más quietud y regalo que algunas veces que tenía deseo de rezar (V. 8, 7).

¿Se imaginaban a Teresa de Jesús, la gran propagandista y maestra de la oración pasando dieciocho años de su vida esperando a que el reloj diera la hora, o que prefiriera cualquier penitencia antes que permanecer en oración?


No hay comentarios:

Publicar un comentario