Santa Teresa en oración |
Aun
siendo fiel, si pierde todo discurso y sentimientos, haciendo durísima la
oración, si mantiene la mortificación y generosidad etc., no tema esté
abandonada; el Señor la quiere quitar lo sensible y la enseña a amar con la
voluntad. ¡Cuidado de mantenerse firme! La mayoría de las almas se acobardan y
lo dejan.
Se
adquiere la humildad fuerte al verse tan pobre, y mucho hace quien hace lo poco
que puede. Tener una determinación de no parar de orar por muchos sufrimientos
y tiempo que lleve. En este estado, el alma se siente siempre tentada de dejar
la oración, porque es un verdadero tormento. Es provechosísima. “El reino de
los cielos se conquista con la fuerza y lo arrebatan los esforzados” (Mt 11, 12).
Un
buen ejemplo para entender lo que Víctor nos dice y comprobar que no es un caso
único, lo encontramos en la gran maestra de oración Santa Teresa de Jesús, que
se pasó dieciocho años con grandes sequedades y tentaciones de abandonar la
oración. (V. 4, 9)
Durante
esos años no podía hacer oración si no leía algún libro y se le hacía muy
pesado el tiempo que dedicaba a la oración hasta el punto de confesar:
Hombre humilde postrado en oración |
“Esta
fue toda mi oración, y ha sido cuanto anduve en estos peligros, y aquí era mi
pensar cuando podía; y muchas veces, algunos años, tenía más cuenta con
desear se acabase la hora que tenía por mí de estar, y escuchar cuando daba el
reloj, que no en otras cosas buenas; y hartas veces no sé qué penitencia grave
se me pusiera delante que no la acometiera de mejor gana que recogerme a tener
oración. Y es cierto que era tan incomportable la fuerza que el demonio me
hacía, o mi ruin costumbre, que no fuese a la oración y la tristeza que me daba
entrando en el oratorio, que era menester ayudarme de todo mi ánimo (que dicen
no le tengo pequeño, y se ha visto me le dio Dios harto más que de mujer, sino
que le he empleado mal) para forzarme, y en fin me ayudaba el Señor. Y después
que me había hecho esta fuerza, me hallaba con más quietud y regalo que algunas
veces que tenía deseo de rezar” (V.
8, 7).
¿Se
imaginaban a Teresa de Jesús, la gran propagandista y maestra de la oración
pasando dieciocho años de su vida esperando a que el reloj diera la hora, o que
prefiriera cualquier penitencia antes que permanecer en oración?
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