El gran maestro de la vida espiritual San Juan de la Cruz. |
Estoy
a la puerta y llamo (Ap 3, 20). Estar atentamente en amor, aun sin sentir nada
haciendo compañía al Señor, poco a poco se acostumbra y pone en contacto con
Él. No ama sensiblemente, lo hace con la voluntad. De esta forma nace el amor
infuso pasivo, al sufrir el temor de no amar. Examínese y vea si está resuelto
a ello. Esfuércese en las virtudes. Al ser contemplación inicial, le es más
difícil al alma percibir los secretos que le comunica Dios; aún sigue
necesitando de pensamientos buenos, ejercitar actos de fe y amor. No abandonar
totalmente la meditación hasta tener este hábito. Procurar estar en afecto a
Dios durante el día. No consiste en pensar mucho, sino en amar mucho.
En
todo momento estar pendiente de que en nuestra alma mora la Santísima Trinidad,
igualmente en todos los hombres. Este pensamiento nos ayudará a soportarlos.
Cultivar la fe. Viendo a Dios en todas las cosas, la vida se convierte en un
libro abierto.
Como
casi siempre, en estas cosas espirituales que nos resultan difíciles de
entender, sigue siempre las directrices de San Juan de la Cruz. Por eso unas
palabras del místico Doctor nos harán ver que va por buen camino:
Santa Teresa de Jesús maestra de oración. |
“Cuando
comienza esta noche espiritual, no se siente esta inflamación de amor, por no
haber empezado este fuego de amor a emprender, en lugar de eso, da desde luego
Dios al alma un amor estimable de Dios tan grande, que, como hemos dicho, todo
lo más que padece y siente en los trabajos de esta noche es ansia de pensar si
tiene perdido a Dios y pensar si está dejado de Él. Y así, siempre podemos
decir que desde el principio de esta noche va el alma tocada con ansias de
amor, ahora de estimación, ahora también de inflamación. Y se ve que la mayor
pasión que siente en estos trabajos es este recelo, porque si entonces se
pudiera certificar que no está todo perdido y acabado, sino que aquello que
pasa es por mejor, como lo es, y que Dios no está enojado, no se le daría nada
de todas aquellas penas, antes se holgaría sabiendo que de ello se sirve Dios.
Porque es tan grande el amor de estimación que tiene a Dios, aunque a oscuras,
sin sentirlo ella, que no sólo eso, sino que holgaría de morir muchas veces por
satisfacerle” (2Noche, 13, 5).
Santa
Teresa tiene una palabras muy sencillas e inteligibles: “Si pudiere
ocuparse en que mire que le mira, y le acompañe, y hable, y pida, y se
humille y regale con Él, y acuerde que no merece estar allí; cuando pudiere
hacer esto hallará grande provecho, y hace muchos provechos esta manera de
oración” (V. 13. 22)
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