miércoles, 15 de julio de 2020

Habla Víctor Contemplativa

Persona sumida en profunda oración.


Para entrar en esta oración y dejar la discursiva, se necesitan tres señales: 1ª. El alma no halla gusto ni consuelo en las cosas de Dios, pero tampoco en las creadas. No así por faltas cometidas que se aficiona a estas. 2ª. Aun en esta sequedad, el alma trae la memoria en Dios con solicitud y cuidado pensando que no le sirve, y continúa buscándole. Si es culpable, se hace indiferente a las cosas de Dios. 3ª. No poder meditar por más esfuerzos que haga. Si coinciden las tres señales por algún tiempo continuo, es señal que el Señor la quiere subir a oración superior.
En este estado, el alma adquiere mucha ciencia de Dios, preocupándose en amarle.

Más que hablar de la oración contemplativa propiamente dicha, que entra en las formas superiores del diálogo con Dios que llamamos mística, lo que aquí hace Víctor es advertir o dar señales claras de sí ha entrado en ese nuevo modo de oración, siguiendo las directrices de su maestro San Juan de la Cruz.

La oración contemplativa se caracteriza por el predominio de la acción de Dios por medio del Espíritu Santo. Son gracias que Dios concede a las almas que han llegado a un alto estado de perfección. En este tipo de oración, no es el entendimiento el protagonista, sino más bien un acto unitario del entendimiento y la voluntad en que es Dios el que se da a conocer.

Manos en actitud de oración confiada

La forma más sencilla de la contemplación, es la oración de quietud o recogimiento infuso. Esto quiere decir que la concentración de los sentidos y de las potencias del alma es más fruto de la acción de Dios que del esfuerzo humano, pues es Dios quien infunde en el alma su luz y su amor.

Ante esta situación, el orante suele sentir desconcierto y, a veces, al no poder meditar ni dialogar como lo venía haciendo, puede sentir la tentación de dejar la oración. Por eso San Juan de la Cruz pone esas tres señales para distinguir si el no poder meditar se debe a esta acción de Dios, o puede proceder de fallo humano. Son las que aquí señala su buen discípulo Víctor.





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