sábado, 30 de noviembre de 2019

Habla Víctor Que Dios me ama lo sé.

San Agustín, gran doctor de la Iglesia.


Que Dios me ama lo sé. ¿Pero yo me dejo amar? Anonada mi alma, Señor, para poderla ocupar. En tu infinito amor la abrasarás. De gracia la anegarás. En Vos la transformarás y de amor la llenarás. ¿De dónde sacaré amor sino de Dios?

San Agustín, comentado las palabras del Evangelio de San Juan: “Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre” (Jn 6, 37) dice: “No vayas a creer que eres atraído contra tu voluntad; el alma es atraída también por el amor. Si el poeta pudo decir: “Cada cual va en pos de su apetito”, no por necesidad, sino por placer, no por obligación, sino por gusto, ¿no podremos decir, con mayor razón, que el hombre se siente atraído por Cristo, si sabemos que el deleite del hombre es la verdad, la justicia, la vida sin fin, y todo esto es Cristo?

Preséntame –prosigue- un corazón amante, y comprenderá lo que digo. Preséntame un corazón inflamado en deseos, un corazón hambriento, un corazón que, sintiéndose solo y desterrado en este mundo, esté sediento y suspire por las fuentes de la patria eterna, preséntame un tal corazón, y asentirá en lo que digo”.

San Juan de la Cruz, doctor de la Iglesia, especial maestro de Víctor

Víctor sabía desde niño que Dios le amaba. Nunca dudó de su amor, pero sí de su correspondencia a ese amor. Se veía lleno de defectos, de pequeñas debilidades que le impedían al Señor mostrarle su amor en plenitud. Era consciente de que, para dejarse amar, su corazón debía estar inflamado de deseos, lleno de amor, sediento de Dios, como pide San Agustín.

También sabía, por su maestro San Juan de la Cruz, que si se purificaba de todas sus imperfecciones, que si eliminaba todo afecto desordenado a las criaturas, despojándose por Dios de todo lo que no es Dios, y su voluntad coincidía plenamente con la de Dios, se uniría con Él. En palabras de Juan de la Cruz: “El alma queda esclarecida y transformada en Dios, y le comunica Dios su ser sobrenatural de tal manera, que parece el mismo Dios y tiene lo que tiene el mismo Dios” (2Sb. 5, 7).

Es lo que Víctor ha experimentado y quiere expresar con sus palabras: “Anonada mi alma, Señor, para poderla ocupar. En tu infinito amor la abrasarás. De gracia la anegarás. En Vos la transformarás, y de amor la llenarás”.


No hay comentarios:

Publicar un comentario