Víctor orando en la capilla de las Carmelitas de Sabarís. |
Con
la democracia llegó el destape del mal hablar y peor obrar. Tanto como había
dialogado en los años anteriores con todos ellos, mostrándoles las verdades
evangélicas, por lo que me llamaban el padre Víctor. Todo esto cambió
radicalmente y sólo groserías y maldades se podían oír. Fue esta una etapa de
verdadero calvario. Por ello procuraba evitar cualquier diálogo de corrillos, que
era donde se manifestaba cuanto no se podía imaginar. ¿Qué otra cosa podía
hacer por ellos si no era encomendarles a Dios? Varios años han pasado y aún me
siguen preocupando.
No
le molestó la llegada de la democracia al país, en cuanto democracia. Lo que sí
le molestó, fue que muchos creyentes abandonaran las prácticas religiosas y se
dejaran arrastrar por tendencias materialistas y que se preocupasen más de los
bienes de la tierra que de los del cielo.
Lo
que más lamenta, como podemos comprobar, es que, quienes escuchaban con agrado
la palabra de Dios y trataban de ponerla en práctica, casi de repente la
rechazasen y se alejaran de la iglesia, y que, para aparentar que eran muy
modernos y que se habían liberado de viejas ataduras, lo que hacían era
proferir groserías y mofarse de los que seguían fieles a sus prácticas
religiosas.
¡Qué podía hacer, sino encomendarles a Dios! |
A
Víctor, que le encantaba compartir con los compañeros de la fábrica durante los
momentos de descanso, para enterarse de sus problemas y ayudarles a
resolverlos, según sus posibilidades, le resultó doloroso tener que alejarse,
pues ahora esos momentos de encuentro los empleaban para decir groserías y para
criticar a los demás. Su trabajo de evangelización se vino abajo de
repente. Ahora, en lugar de escucharle, se mofaban y se reían de
él como si se tratase de un hombre anticuado que no había sabido adaptarse a
los cambios.
Pero
Víctor siguió amándoles de corazón, y como buen cristiano, siguió haciendo por
ellos lo que podía, que era encomendarles a Dios para que cambiara sus
corazones y dispuesto a acogerles sin ningún resentimiento. No era lo que
le dolía el que ya no le escuchasen a él, lo que le dolía es que se apartasen
del camino del Señor. ¿Cómo ayudar ahora a esos compañeros? Poniéndoles
en manos del Señor misericordioso.
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