sábado, 23 de noviembre de 2019

Testimonios. Tomas Galindo (III)

Estaba toda la noche con el Señor.


No tuve la precaución de guardar sus cartas. Bueno, sí. Las dos o tres primeras si que las guardé, pensando que eran reliquias de un santo, pero más adelante me desprendí de ellas (cuando conocí ese Movimiento ya comentado), de casi todos los recuerdos, pensando además que sería muy difícil que tales cartas fueran parte de un proceso. Y ya ve. Torpeza y poquísima visión de futuro.

Como digo, en este tiempo hablamos mucho, porque además de estas cartas, cuando venía a Madrid, inmediatamente le localizaba y nos entrevistábamos. Recuerdo, eso sí, pero sin detalles, que me fueron muy útiles sus consejos espirituales y a veces era el modo como Dios enviaba su luz y su consuelo. A veces, cuando la oscuridad del camino del seguimiento de Dios era más intenso e impenetrable, el consejo de Víctor era siempre faro que alumbra hacia donde hay que ir. Ahora con estos escritos que me ha mandado usted (P. José Francisco) veo que la luz que comunicaba era “sin otra luz y guía, sino la que en el corazón ardía”.

Por último, puedo decir que jamás, nunca, salí de esos diálogos espirituales con Víctor, sin hallar claridad, luz y paz.

Hubo un accidente y llevó al herido en taxi al hospital La Paz.

Recuerdo gratamente, pues me ejemplarizó mucho, haber visto a Víctor después de la lectura del Boletín de Adoración, y consiguientemente puesta en común entre todos los adoradores comentando los puntos pertinentes. Recuerdo, digo, como Víctor se iba a la capilla y se estaba toda la noche con el Señor.

También recuerdo, que un amigo común, Daniel Álvarez, de la Adoración, del que también he perdido la pista, me comentó una vez, que estando hablando con Víctor, ocurrió algún percance con alguien, un hombre de la calle. Debió ocurrirle algo y Víctor, inmediatamente dejó de conversar con Daniel y se lo llevó en taxi a la Paz.


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