Recordando al mendigo del Valle las Casas. |
Para
oír misa tengo que ir casi todos los días a un pueblo que está a 3 Km. de
distancia. Lo hago aunque llueva y nieve; por la carretera voy rezando
rosarios, con éste en la mano; así que te puedes hacer idea de los comentarios
que esto suscita, sobre todo los automovilistas dirán que vaya tipo más raro
(Carta de 9 de febrero de 1994 a una religiosa agustina).
El
rezo diario del rosario lo aprendió desde su infancia en el hogar. Todas las
noches, antes de retirarse para descansar, reunida la familia, se terminaba la
jornada laboral con el rezo del santo rosario dirigido siempre por el padre,
excepto los pocos días que cada año pasaba por el pueblo el mendigo del Valle
las Casas, a quien hospedaba en su hogar y le cedía el honor de dirigir el rezo.
Curioso el caso de este culto y misterioso mendigo, cuya memoria quedó
muy grabada en Víctor y en todos sus hermanos, y ninguno sabe su nombre, pues
siempre se hablaba de él con respeto y veneración como del “pobre del Valle Las
Casas”.
Asunción,
la esposa de Víctor, reconoce en su testimonio, que eso mismo se hizo en su
hogar desde el primer momento por iniciativa de Víctor, ya que en el hogar de
sus padres no había esa costumbre. Como en el hogar paterno, también en el suyo
fue Víctor, como padre de familia, el que dirigió siempre el rezo del Rosario.
Un Rosario como los que usaba Víctor. |
Pero
con el tiempo, el rezo del rosario no se limitó ha hacerlo por las noches en el
hogar con la familia, sino que lo fue convirtiendo en su plegaria preferida
para la que cualquier momento era oportuno. ¡Qué mejor modo de caminar,
que acompañado de María rezando el Rosario!
Son
varios los testigos que corroboran haber visto a Víctor caminar con el rosario
en las manos rezando el Rosario con una actitud de humildad y recogimiento
ejemplares. ¡Cuántos miles de rosarios rezaría a lo largo de su vida! Si
a San Simón de Rojas, religioso trinitario, por repetir con frecuencia “Ave
María”, terminaron llamándole el “padre Ave María”, a Víctor, a quien no se le
caía el rosario de las manos, muy bien podría llamársele: “hermano Rosario”.
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