miércoles, 6 de noviembre de 2019

Florecillas. Rezando rosarios.

Recordando al mendigo del Valle las Casas.



Para oír misa tengo que ir casi todos los días a un pueblo que está a 3 Km. de distancia. Lo hago aunque llueva y nieve; por la carretera voy rezando rosarios, con éste en la mano; así que te puedes hacer idea de los comentarios que esto suscita, sobre todo los automovilistas dirán que vaya tipo más raro (Carta de 9 de febrero de 1994 a una religiosa agustina).

El rezo diario del rosario lo aprendió desde su infancia en el hogar. Todas las noches, antes de retirarse para descansar, reunida la familia, se terminaba la jornada laboral con el rezo del santo rosario dirigido siempre por el padre, excepto los pocos días que cada año pasaba por el pueblo el mendigo del Valle las Casas, a quien hospedaba en su hogar y le cedía el honor de dirigir el rezo. Curioso el caso de este culto y misterioso mendigo, cuya memoria quedó muy grabada en Víctor y en todos sus hermanos, y ninguno sabe su nombre, pues siempre se hablaba de él con respeto y veneración como del “pobre del Valle Las Casas”.

Asunción, la esposa de Víctor, reconoce en su testimonio, que eso mismo se hizo en su hogar desde el primer momento por iniciativa de Víctor, ya que en el hogar de sus padres no había esa costumbre. Como en el hogar paterno, también en el suyo fue Víctor, como padre de familia, el que dirigió siempre el rezo del Rosario.

Un Rosario como los que usaba Víctor.

Pero con el tiempo, el rezo del rosario no se limitó ha hacerlo por las noches en el hogar con la familia, sino que lo fue convirtiendo en su plegaria preferida para la que cualquier momento era oportuno. ¡Qué mejor modo de caminar, que acompañado de María rezando el Rosario!

Son varios los testigos que corroboran haber visto a Víctor caminar con el rosario en las manos rezando el Rosario con una actitud de humildad y recogimiento ejemplares. ¡Cuántos miles de rosarios rezaría a lo largo de su vida! Si a San Simón de Rojas, religioso trinitario, por repetir con frecuencia “Ave María”, terminaron llamándole el “padre Ave María”, a Víctor, a quien no se le caía el rosario de las manos, muy bien podría llamársele: “hermano Rosario”.




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