sábado, 16 de noviembre de 2019

Florecillas. ¿Cómo le voy a pagar?

D. Germán Montes el amigo de Víctor al que hace alusión.


El vecino de Quintanilla, que se llamaba Germán, que le llevaba de regreso en su coche al finalizar la misa, no tenía una vida espiritual profunda, pero era de misa diaria. Le cobró gran afecto a mi padre, dice Eva, le agradaba mucho la conversación espiritual que entablaban a diario. Ante tanta caridad, mi padre le preguntó: Señor Germán. ¿Cómo le voy a pagar lo que está haciendo por mí? A lo que le contestaba: Ya me lo estás pagando con esta conversación que traemos de camino (Carta de Eva María al P. José Vicente Rodríguez).

Por el testimonio de D. Germán, sabemos que desde el momento que conoció a víctor, entabló amistad con él, al llamarle la atención los sacrificios que hacía para asistir a misa casi todos los días del año, caminando de Velillas del Duque a Quintanilla de Onsoña, sin que las inclemencias del tiempo fueran obstáculo por muy adversas que fueran, especialmente durante el invierno.

D. Germán, que era hombre de misa diaria, siempre que la misa se celebraba en su pueblo, pero que no se desplazaba a los pueblos cercanos cuando no la había en Quintanilla, a pesar de disponer de coche, pronto descubrió que la experiencia de Víctor era muy distinta, que algo había en él que le impelía a participar de la Eucaristía todos los días y a comulgar, aunque para ello tuviera que hacer verdaderos sacrificios. Esta experiencia terminó contagiando a D. Germán.

 Víctor y Asunción por la carretera que va a Quintanilla de Onsoña.

Al comprobar los sacrificios que Víctor hacía para asistir a la Eucaristía, pronto D. Germán y hasta el párroco D. José, se ofrecieron a llevarle de regreso a su hogar. Más adelante, cuando la enfermedad y los achaques casi no le permitían caminar, se turnaban para recogerle en casa, llevarle a Misa y regresarle de nuevo al hogar.

Víctor, agradecido de corazón a su bienhechor, le pregunta con toda sinceridad: ¿Cómo le voy a pagar lo que está haciendo por mí? Seguro que no habría tenido inconveniente en pagarle el servicio, como lo hacía cuando tenía que ir a Misa a Saldaña que le quedaba más lejos y tomaba un taxi para la vuelta, pero su amigo no lo iba a admitir. Lo que ya estaba haciendo, era encomendarle al Señor para que le colmara de bendiciones.

D. Germán, reconoce que la mejor paga que podía ofrecerle, ya la estaba recibiendo con su amistad y la conversación espiritual que le brindaba a diario, que le estimulaba a ser mejor creyente. La paz, la esperanza, la confianza en la misericordia de Dios que le transmitía, valía más que todo el dinero del mundo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario