Jesús y José trabajando como carpinteros en el hogar de Nazaret. |
Fuera
del horario de trabajo, si no tenía que resolver otras cosas, me iba pronto a
la Iglesia. Allí solo ante el Santísimo me estaba hasta que llegaba el párroco
a celebrar la santa misa. Después a casa.
Lo
primero es cumplir con la obligación y después la devoción. Dedicarse a la
oración con detrimento de las horas de trabajo para el digno sustento de la
familia, hubiera sido un imperdonable error. Y que conste que es una tentación
en la que caen algunas personas que se
consideran muy espirituales, que quieren portarse más como ángeles, que como
humanos. Lo perfecto es hacer en cada momento la voluntad de Dios, y la
voluntad de Dios es que trabajemos y nos ganemos el sustento, pero con la mente
y el corazón puestos en Dios.
Así
lo hizo San José, patrono de los trabajadores, que trabajando como
carpintero, ganó el sustento para la Sagrada Familia. Así lo hizo María
entregada de corazón a las tareas del hogar con todo lo que eso entraña. Y
así lo hizo Jesús antes de comenzar su vida pública, y por eso le
conocían como “el hijo del carpintero” e incluso como “carpintero”:
“¿No es este el carpintero, el hijo de María?” (Mc. 6, 3).
Cristo, para los nazaretanos, era carpintero e hijo de carpintero. María era
esposa de un carpintero y madre de otro carpintero. Los tres trabajaron, pero
convirtiendo su trabajo en oración al tener la mente y el corazón puestos en
Dios.
Víctor trabajando en el patio de su hogar en Velillas del Duque. |
A
una persona que se lamentaba de no poder tender a la perfección por el agobio
de los negocios temporales, Santa Catalina de Siena le respondió: “Sois
vos el que los hacéis temporales”. José María Cabodevilla, en su
preciosa obra sobre la Virgen María titulada “Señora Nuestra”, hace este
comentario: “Las cosas temporales son temporales porque las sustraemos nosotros
su referencia a la eternidad, porque destruimos la virtualidad que tienen para
remontarnos a la esfera de lo espiritual y eterno. Sólo explotando esta calidad
divina de los asuntos temporales, únicamente haciendo las cosas de Marta con el
corazón de María es posible vivir con Dios y orar veinticuatro horas diarias”.
Víctor
se pasaba horas, muchas horas ante el Santísimo orando, y lo mismo hacía en el
hogar después de haber cumplido con su deber de trabajar para sacar adelante a su
familia. Pero lo más importante es, que también su trabajo era oración, porque
su mente y su corazón estaban puestos en Dios.
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