Víctor celebrando el cumpleaños de sus nietos. |
“Cuando
éramos niñas las dos hermanas pequeñas, nos llevaban nuestros padres al campo
los domingos y papá jugaba con nosotras. En ocasiones en que me llevaba a mi
sola de paseo, le tomaban por mi abuelo. En una ocasión en que contaba poco más
de 50 años, una niña de unos cinco le llamó viejo. Y al llegar a casa venía
sonriendo y al contarnos la anécdota no dudó en afirmar que si la niña le había
llamado viejo es porque lo era, porque los niños dicen la verdad” (Vida
impactante… P. 73-74).
Los
hijos mayores no mencionan que su padre jugara con ellos, posiblemente porque
su vida, al transcurrir en Medina del Campo donde compartían frecuentemente con
otros compañeros y jugaban entre si en la granja, no lo echaran de menos.
Celebrando una fiesta con sus nietos en primera fila. |
Pero
a las dos hijas más pequeñas les tocó vivir su infancia en Madrid, donde el
ambiente era totalmente distinto y donde el contacto con otras niñas solamente
se tenía en el colegio. El ambiente del barrio Oroquieta donde se desarrolló su
infancia, no era el más adecuado para que salieran a la calle a jugar con otros
niños.
Víctor
y Asunción, como buenos padres, trataron de paliar esa situación llevando a sus
hijas al campo muchos domingos y festivos para que pudieran disfrutar de la
naturaleza y correr y jugar a sus anchas. Bella imagen de unos padres cariñosos
que comparten los juegos con sus hijas y disfrutan viéndolas felices y
contentas, sin escatimar esfuerzos y cansancios a pesar de que al día siguiente
tenían que proseguir su agotador trabajo.
Jugando en casa con su nieta Sara. |
Esa
faceta del padre pendiente de sus pequeñas y gozando con ellas, se hará aun más
patente con sus nietos, que siempre le recuerdan como el abuelo cariñoso que
además les enseñaba a orar. Les encantaba ir a Velillas del Duque a pasar las
vacaciones porque les sacaba a pasear, a correr por el campo, a bañarse en el
río Carrión, a subir a los columpios etc. Y esto lo hacía con sus nietos cuando
su vida de oración había llegado al límite y gozaba de una presencia permanente
de Dios. ¡Qué hermoso poder disfrutar de sus nietos y gozar a la vez de
la presencia amorosa de Dios Padre!
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