Desierto de San José de Las Batuecas. |
Una
losa sobre mí cayó. Inexperto me encontraba, a la oración no llegaba, ansias de
irme tenía, porque aguantar no podía. Luché contra mí y seguí.
La
experiencia de Víctor en Batuecas marca un cambio radical en su vida, cambio
que solamente podemos vislumbrar guiados por la sabia doctrina de San Juan de
la Cruz, a la que reiteradamente tendremos que acudir para entender lo que allí
le pasó a Víctor.
¿Qué
buscaba Víctor en Batuecas? Seguramente afianzarse en la experiencia con que
el Señor le había mimado desde el momento de su conversión, como suele hacer con
los que deciden seguirle de verdad y que San Juan de la Cruz describe maravillosamente:
“Es de saber que el alma, después que determinadamente se convierte a servir
a Dios, ordinariamente la va Dios criando en espíritu y regalando al modo que
la amorosa madre hace al niño tierno. Al cual, al calor de sus pechos le
calienta, y con leche sabrosa y manjar blando y dulce lo cría y en sus brazos
le trae y regala. Pero a la medida que va creciendo. Le va la madre quitando el
regalo y escondiendo el tierno amor” (1N. 1, 2).
El comportamiento
de la cariñosa madre con el niño al que luego tiene que quitar esos regalos
para que pueda hacer cosas más sustanciales, le transfiere al orden espiritual
para indicar que eso mismo hace Dios con aquellos a los que quiere llevar ya en
esta vida a una verdadera unión con Él, pues si al principio les concede gran
gusto en los ejercicios espirituales para que se engolosinen, después se los
quita para que obren como adultos. Vean como describe San Juan de la Cruz los
gustos que el Señor concede a esos recién convertidos, como era el caso de
Víctor:
Su
deleite halla pasarse grandes ratos en oración y por ventura las noches
enteras; sus gustos son las penitencias, sus contentos los ayunos, y sus
consuelos usar de los sacramentos y comunicar en las cosas divinas; las cuales
cosas, aunque con grande eficacia y porfía asisten a ellas y las usan y tratan
con gran cuidado los espirituales, hablando espiritualmente, comúnmente se
comportan muy flaca e imperfectamente en ellas. Porque,
como son movidos a estas cosas y ejercicios espirituales por el consuelo y
gusto que allí hallan, y como también ellos no están habilitados por ejercicio
de fuerte lucha en las virtudes, acerca de estas sus obras espirituales tienen
muchas faltas e imperfecciones” (1N. 1, 3).
Es muy probable que Víctor fuese a Batuecas
con la esperanza de que, esos gustos aumentarían
en un clima tan favorable. Pero, ¿con qué se encontró? Sus palabras lo delatan:
“Una losa sobre mí cayó”. Y es que, según parece y podemos
comprobar por sus palabras, el Señor eligió ese momento para tratarle ya como a
adulto.
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