sábado, 3 de diciembre de 2022

Habla Víctor Don de ciencia (I)



Con los anteriores dones el alma es gobernada con las virtudes morales. Los de ciencia, entendimiento y sabiduría introducen al alma en las virtudes teologales, estas penetran en el centro del alma y la gobiernan y la disponen a la perfecta unión con Dios. Esta luz divina nos ilumina por dentro dejando apartadas las atracciones de la criaturas que generalmente impiden el progreso espiritual. Todas estas luces nos son dadas por el Don de la ciencia. Pero hay que renunciar a todo querer y atracción humana para que este Don actúe en nuestras almas, así las atraerá hacia la cruz.

 

Como indica muy acertadamente Víctor, a través de los cuatro primeros dones (temor de Dios, piedad, fortaleza y consejo) el Espíritu Santo guía nuestra vida moral perfeccionando a las cuatro virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. A través de los tres últimos (ciencia, entendimiento y sabiduría) el Espíritu Santo conduce directamente nuestra vida sobrenatural, completando la obra de las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad.

 

El Don de Ciencia es un hábito sobrenatural por el cual la inteligencia del hombre, bajo la acción iluminadora del Espíritu Santo, juzga rectamente de las cosas creadas en sus relaciones para con Dios. Y como las criaturas pueden relacionarse con el fin, ya sea impulsándonos a él, ya tratando de apartarnos del mismo, el don de ciencia da al hombre justo el recto juzgar en ambos sentidos.

 

En nuestro seguimiento de Cristo, estamos expuestos a la tentación de dejarnos llevar por la atracción de las criaturas, cayendo en un apego desordenado a ellas. Así les sucede en general a los no creyentes, pero también a muchos creyentes nos resulta difícil librarnos de su fuerza de atracción.




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