Interior de la fábrica de Pepsi-Cola en que trabajó Víctor |
5- LA HUELGA
En la fábrica, sobre todo en la sección de almacén donde se
manejaban las carretillas mecánicas, había obreros más concienciados y algunos
pertenecían a Comisiones Obreras, que acababa de ser ilegalizado como sindicato
y a cuyo líder, Marcelino Camacho, habían detenido en una fábrica cercana, con
una gran protesta por parte de los obreros.
En el verano de 1969, yo iba sustituyendo a varios
oficinistas de vacaciones y pasaba por distintos departamentos, con la opción
de moverme con bastante libertad por toda la fábrica. Un militante sindical
contactó conmigo para contarme que se preparaba una huelga para exigir mejoras
laborales y que iban a paralizar la fábrica echando arena a los cojinetes de la
lavadora. Esto produciría una avería que tardarían más de una semana en
reparar.
Se lo conté a Víctor y me dijo rotundamente que no estaba de
acuerdo con esos métodos y que aunque fuese poco a poco, se podían conseguir
algunas mejoras de forma pacífica.
Esas fueron mis últimas semanas en la fábrica de Pepsi. Al
año siguiente, me fui a Frankfurt con el carnet internacional de estudiante y
busqué trabajo ¡¡¡en Coca-Cola!!!.
Se trabajaba ocho horas, de lunes a viernes. Los trabajos más
duros de meter botellas en las cajas y cargar las cajas en palets estaban
mecanizados. La tarde del viernes se paraban las máquinas para hacer limpieza
general. Los sábados por la mañana se podía echar unas horas extraordinarias
que pagaban muy bien. Una vez al mes los jefes traían un acordeonista y
preparaban una merienda en la fábrica que ellos mismos servían y un día en
mitad del verano organizaron un crucero en barco por el Rin.
Los peones eventuales éramos españoles, portugueses,
italianos, turcos etc. Ganábamos casi el doble que en nuestros países de
origen, trabajando menos y el trato era “alemán” pero respetuoso. Los
compañeros alemanes apreciaban nuestro esfuerzo en hablar su idioma y los jefes
lo recompensaban con puestos más especializados.
A veces pensaba en la fábrica del barrio de las Carolinas,
con su mugre y sus jornadas agobiantes y se me hacía increíble su atraso, pero
a la vez que pudiese tener un peón en la nave de producción con tanta calidad
humana y finura espiritual.
La memoria, a mi edad, tiene lagunas y nieblas. Todo lo que
cuento es lo que recuerdo, pero acepto que puede haber algún error o alguna
imprecisión en mi narración. De lo que estoy seguro es de la profunda
impresión que me dio el haber compartido trabajos y charlas con Víctor en
aquellos veranos en la fábrica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario