sábado, 10 de diciembre de 2022

Testimonios Ángel Arrabal (XI)

Interior de la fábrica de Pepsi-Cola en que trabajó Víctor


5- LA HUELGA

En la fábrica, sobre todo en la sección de almacén donde se manejaban las carretillas mecánicas, había obreros más concienciados y algunos pertenecían a Comisiones Obreras, que acababa de ser ilegalizado como sindicato y a cuyo líder, Marcelino Camacho, habían detenido en una fábrica cercana, con una gran protesta por parte de los obreros.

 

En el verano de 1969, yo iba sustituyendo a varios oficinistas de vacaciones y pasaba por distintos departamentos, con la opción de moverme con bastante libertad por toda la fábrica. Un militante sindical contactó conmigo para contarme que se preparaba una huelga para exigir mejoras laborales y que iban a paralizar la fábrica echando arena a los cojinetes de la lavadora. Esto produciría una avería que tardarían más de una semana en reparar.

 

Se lo conté a Víctor y me dijo rotundamente que no estaba de acuerdo con esos métodos y que aunque fuese poco a poco, se podían conseguir algunas mejoras de forma pacífica.

Esas fueron mis últimas semanas en la fábrica de Pepsi. Al año siguiente, me fui a Frankfurt con el carnet internacional de estudiante y busqué trabajo ¡¡¡en Coca-Cola!!!.

Se trabajaba ocho horas, de lunes a viernes. Los trabajos más duros de meter botellas en las cajas y cargar las cajas en palets estaban mecanizados. La tarde del viernes se paraban las máquinas para hacer limpieza general. Los sábados por la mañana se podía echar unas horas extraordinarias que pagaban muy bien. Una vez al mes los jefes traían un acordeonista y preparaban una merienda en la fábrica que ellos mismos servían y un día en mitad del verano organizaron un crucero en barco por el Rin.

Los peones eventuales éramos españoles, portugueses, italianos, turcos etc. Ganábamos casi el doble que en nuestros países de origen, trabajando menos y el trato era “alemán” pero respetuoso. Los compañeros alemanes apreciaban nuestro esfuerzo en hablar su idioma y los jefes lo recompensaban con puestos más especializados.

 

A veces pensaba en la fábrica del barrio de las Carolinas, con su mugre y sus jornadas agobiantes y se me hacía increíble su atraso, pero a la vez que pudiese tener un peón en la nave de producción con tanta calidad humana y finura espiritual.

 

La memoria, a mi edad, tiene lagunas y nieblas. Todo lo que cuento es lo que recuerdo, pero acepto que puede haber algún error o alguna imprecisión en mi narración. De lo que estoy seguro es de la profunda impresión que me dio el haber compartido trabajos y charlas con Víctor en aquellos veranos en la fábrica.





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