Última comunión de San José de Calasanz |
“Tengo también que decir que a misa iba siempre sin
desayunar, con lo que se pasaba toda la mañana sin tomar nada”
(Asunción).
Lo que de niño se aprende, difícilmente se olvida. La norma
para poder comulgar antes del Concilio Vaticano II, era guardar el ayuno desde
las doce de la noche hasta la hora de la comunión. Eso suponía no comer ni
beber nada, ni siquiera agua, desde las doce de la noche. Así lo vimos
practicar a nuestros mayores y así lo hicimos durante años desde el día que
tomamos la primera comunión. La norma de tres horas en ayunas antes de comulgar
fue la primera que rompió con esa tradición. Posteriormente se rebajó a una
hora sin comer ni tomar bebidas alcohólicas, permitiéndose beber agua sin
limitación de tiempo.
Persona recibiendo la comunión en la mano.
Es posible que Víctor rompiera con esa costumbre cuando
tuviera que asistir a misa y comulgar en horas de la tarde, como cuando su
turno de trabajo en Pepsi-Cola no le permitiera ni asistir a misa ni comulgar
por la mañana, pero pudiendo comulgar por la mañana, prefería hacerlo en ayunas
desde las doce de la noche.
También es posible que no le supusiera un sacrificio especial,
ya que era muy controlado en las comidas, y tanto el desayuno como la cena eran
muy frugales y solamente en la comida tomaba el alimento que le mantenía con
suficientes fuerzas para cumplir con las tareas de cada día. Era más bien una
manera de prepararse para recibir dignamente el Cuerpo de Cristo lo que le
estimulaba a esa práctica.
En los años que vivió en Velillas del Duque, ni siquiera
después de comulgar se tomaba algún aperitivo o algún bocadillo, como hacía en
el descanso cuando trabajaba en la fábrica de Pepsi-Cola, sino que prefería
esperar a la comida con la familia.
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