Víctor, Asunción e hijas orando en la capilla de Sabarís (Pontevedra) |
Esta es siempre
simple y sin complicaciones, ya nos encargamos nosotros de complicarla cuando
no se saca provecho, o al menos a nosotros nos lo parece, sea cual fuere la
causa, bien sean distracciones, de las que difícilmente nos vemos libres, u
otras. Si la lectura que se hizo al principio se ha disipado, se abre un libro
por donde quiera abrirse, se lee hasta que vuelve el alma a retornar a la
oración, que dejará de leer, para rumiar aquello que más la llegó a su
interior. Si esta situación es frecuente, de los párrafos que se hayan leído
del evangelio u otro libro piadoso, que hayan sido subrayados, tomar nota en
chuletas y de estos valerse para retornar otra vez a la oración, sin olvidar nunca
de sacar el alma del sagrario al cielo y dentro de ella misma que mora Dios
Trino.
Estos consejos sobre
la oración, fueron escritos para uso particular y exclusivo de su hija Begoña;
por eso, al haber experimentado él los problemas que con más frecuencia se dan en
los que se inician en el camino de la oración, como son las distracciones, la anima
a perseverar y la da consejos prácticos para orientarla y aclararla, que no por
distraerse involuntariamente, la oración deja de ser válida, pues ese tiempo se
lo está dedicando al Señor.
La Sagrada Biblia, principal libro de oración.
Pero como lo ideal
es centrarse en el Señor durante ese tiempo y amarle de corazón, la recuerda lo
que él tuvo que hacer con frecuencia: tener a mano siempre algún libro de la
Sagrada Escritura o de autores espirituales para, en los momentos que nos
parece que nuestra mente se ha quedado en blanco o no sentimos la presencia
amorosa del Señor, podamos leer hasta encontrar algo que nos devuelva el
fervor. Descendiendo a detalles, habla de valerse incluso de “chuletas”, o papelitos
en los que hayamos anotado frases o pensamientos que nos ayuden a reentrarnos
con el Señor.
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