Orante en actitud de recogimiento. |
Busca a Dios en el interior de tu alma, que es donde mora, y gózate y deléitate en Él, te oirá con solo tu movimiento interior, no es menester dar voces. Si consigues que el alma esté en este estado, o sea, sin pronunciar palabras ni siquiera interiores, con la mente y el corazón puestos en Dios, esto aprovecha más que todos los discursos que se eleven. Uno es el maestro, Cristo, y en silencio hay que escucharle. Acuérdate cuando ibas a clase de derecho, uno era el que hablaba, el catedrático, los discípulos escuchabais para aprovechar; no hay comparación entre escuchar a un hombre y hacerlo con Dios, que es verdad y vida eterna.
Como escribe con
toda confianza a su hija, no es extraño que hable de la oración sin llevar un
orden, como suelen hacer los autores espirituales, que comienzan por la oración
vocal, continúan con la mental y terminan con la de recogimiento.
Gozando en silencio con el Amado.
En la oración de
recogimiento sobran las palabras y sobran también los pensamientos, por muy
espirituales que sean, pues en definitiva, nos distraen de lo más importante,
que es estar con el Señor amándole dentro del propio corazón y escuchándole en
silencio, que es el momento de mayor intimidad.
Sólo los grandes
santos han llegado a esta intimidad y a ese escuchar en silencio a Cristo
presente, que habla directamente al corazón y hay que escucharle en silencio.
En esos momentos, el actor es Jesús, y cuanto más atentos estemos a lo que
directamente nos manifiesta y menos apegados a nuestras ideas y pensamientos,
más plenamente imprimirá en nuestra alma su amor.
Así lo logró Víctor,
siguiendo las directrices de su maestro San Juan de la Cruz y así deseaba que
lo experimentase su hija.
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