Iglesia Parroquial de Quintanilla de Onsoña. |
Víctor, durante los
doce años que vivió en Velillas del Duque jamás faltó a misa teniéndose que
trasladar casi a diario a pueblos cercanos ya hiciera frío o nevara…Cuando al
final se deterioró gravemente su salud y ya no podía hacer andando semejante
tipo de desplazamientos, tanto el párroco como uno de los vecinos de uno de
aquellos pueblos, llamado Germán, se porfiaban por llevarle o traerle en coche
para que no se quedara sin misa y comunión, pues lo que él no podía, era vivir
sin su misa y su comunión cada día. Pero mientras pudo, fue siempre andando
cualquiera fuera la inclemencia del tiempo”
(Asunción).
Interior y retablo mayor de la parroquia de Quintanilla de Onsoña.
La edad no perdona,
solemos decir, y esa es la realidad, y más si a la edad se le añaden algunos
achaques. Cuando Víctor se trasladó a vivir a Velillas del Duque, ya sufría frecuentes
y fuertes taquicardias y había aparecido el alzheimer. Durante los primeros
años se desplazaba casi a diario al pueblo más cercano dónde se celebrase la
misa caminando, tanto a la ida como a la vuelta. Era incluso una actividad que
ayudaba a su salud. Pronto, sin embargo, comenzó a sentir cansancio y sus
buenos amigos lo notaron, y sin que él dijera nada ni les pidiera nada, comenzaron
a hacer de samaritanos para el regreso. Cuando el desplazamiento era a Saldaña,
distante unos seis kilómetros, hacía la ida caminando y para el regreso tomaba
un taxi.
Cuando los buenos
samaritanos comprobaron su cansancio por los grandes esfuerzos que hacía para
llegar, optaron por ir a buscarle a casa y regresarle de nuevo una vez
terminada la misa. Tanto para el párroco, D. José, como para D. Germán, se
convirtió en una grata tarea para disfrutar de su trato y amistad.
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