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| Dª. Mercedes Pérez Villanueva. |
Este encuentro íntimo con el Señor nos dará un Víctor nuevo que recorre la
escala de la santidad por la oración intensa, la lectura muy bien asimilada
–principalmente de San Juan de la Cruz- la práctica de las virtudes, la caridad
y sobre todo su amor a Cristo en la Eucaristía que le lleva a una intensa vida
interior.
Las cartas a su hija y nieta carmelitas descalzas dan fe de la ternura del
padre y abuelo y la finura del maestro… es una correspondencia modelo de buenos
modales en la comunicación –que hoy tanto se echan de menos- en la que aflora
constantemente la dimensión espiritual.
Y este éxodo hacia el centro de su alma –a Cristo y por Él a la Santísima
Trinidad- tuvo que hacerlo en las circunstancias que tenía: trabajo, familia,
vida seglar… la conversión sin cambio de ambiente es quizás más heroica que
cuando puedes dejarlo todo y cambiar de horizonte. Debieron ser muchos sus
sufrimientos, especialmente en los últimos tiempos de su trabajo.
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| Dº. Mercedes Pérez Villanueva rodeada de nietas. |
El autor pone al principio de la obra esta dedicatoria: “A Dña. Asunción
Merino, esposa de Víctor, en reconocido homenaje”, con lo que estoy plenamente
de acuerdo, pues si bien ella no hizo el camino interior de Víctor, lo respetó
y permaneció fielmente a su lado. Este es un aspecto muy delicado, pues estamos más dispuestos a comprender
los amores de este mundo y sus exigencias, que el Amor de Aquel que lo merece y
nos lo ofrece sin reservas.
Otras muchas cosas pueden decirse, como lo han hecho otros lectores de la
obra. Este es mi granito de arena para que nos gocemos en lo que el Señor hizo
en nuestro hermano en la fe, Víctor, y le demos gracias.
Mercedes
Pérez Villanueva
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