sábado, 22 de agosto de 2020

Florecillas. Vitor, el de Pisicola.

Trabajando en una Embotelladora de Pepsi-Cola.


“Y me recuerdan entre los tres, Luis, Begoña y Asunción, como Víctor, allí mismo en el salón en que estábamos echaba mano del teléfono, y como si estuviera hablando con alguien, decía: “Soy Vitor, el de Pisicola”. Resultaba delicioso oírle lo de “Vitor” y “pisicola”, la Embotelladora Madrileña de Pepsi-Cola” (Vida pag 218). 

En la Embotelladora de Pepsi-Cola de Madrid fue donde consiguió un puesto de trabajo cuando perdió todos sus bienes y gracias a ella pudo mantener su hogar con mucho esfuerzo y sacrificio. En definitiva Pepsi-Cola se convirtió en la garantía para que su hogar no se deshiciera y en esa fábrica fue donde comenzó, recién convertido, su apostolado entre los compañeros.

Agradecido al Señor, que permitió la perdida de sus bienes materiales para colmarle de bienes espirituales que llenaron su corazón de paz y alegría, quiso corresponder a esa gracia animando a sus compañeros a disfrutar de esos mismos bienes. De ahí su empeño en que se acercaran a Cristo, dador de todos los bienes. 
 
Niño tratando de imitar a los mayores con el teléfono
Fueron años de muchos sacrificios al tener que hacer horas extraordinarias para mantener y sacar adelante a su numerosa familia primero, y para ayudar a los pobres después, pero años de muy buenos recuerdos, porque el Señor le sacó del peligro y transformó su corazón. Fueron también los años en que, lleno de celo apostólico por su gran fe y amor a Dios, trató por todos los medios a su alcance –palabras, testimonio y oración- que sus compañeros de la fábrica gozaran de esos mismos bienes. Fueron muchos los que se acercaron al Señor gracias a su ejemplo y a su apostolado.

La fábrica de Pepsi-Cola se había convertido en algo muy íntimo y entrañable para Víctor, especialmente porque en cada botella que pasaba por sus manos, saludaba a la Virgen con el “Ave María”. ¿Cuántos millones de veces recitaría “Ave María” a lo largo de esos años? ¿Cómo no se le iba a quedar grabada en el subconsciente la palabra Pepsi-Cola?  Por eso, cuando ya el alzheimer no le permitía razonar, se acercaba algunas veces al teléfono, se le ponía al oído como suelen hacer los niños imitando a los mayores, marcaba unos números al azar y se presentaba diciendo: “Soy Vítor el de Pisi-Cola”. Realmente encantador.





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