Trabajando en una Embotelladora de Pepsi-Cola. |
“Y me recuerdan entre los tres,
Luis, Begoña y Asunción, como Víctor, allí mismo en el salón en que estábamos
echaba mano del teléfono, y como si estuviera hablando con alguien, decía: “Soy
Vitor, el de Pisicola”. Resultaba delicioso oírle lo de “Vitor” y “pisicola”,
la Embotelladora Madrileña de Pepsi-Cola” (Vida pag 218).
En la Embotelladora de Pepsi-Cola de Madrid
fue donde consiguió un puesto de trabajo cuando perdió todos sus bienes y
gracias a ella pudo mantener su hogar con mucho esfuerzo y sacrificio. En
definitiva Pepsi-Cola se convirtió en la garantía para que su hogar no se
deshiciera y en esa fábrica fue donde comenzó, recién convertido, su apostolado
entre los compañeros.
Agradecido al Señor, que permitió la perdida
de sus bienes materiales para colmarle de bienes espirituales que llenaron su
corazón de paz y alegría, quiso corresponder a esa gracia animando a sus
compañeros a disfrutar de esos mismos bienes. De ahí su empeño en que se
acercaran a Cristo, dador de todos los bienes.
Fueron años de muchos sacrificios al tener
que hacer horas extraordinarias para mantener y sacar adelante a su numerosa
familia primero, y para ayudar a los pobres después, pero años de muy buenos
recuerdos, porque el Señor le sacó del peligro y transformó su corazón. Fueron
también los años en que, lleno de celo apostólico por su gran fe y amor a Dios,
trató por todos los medios a su alcance –palabras, testimonio y oración- que
sus compañeros de la fábrica gozaran de esos mismos bienes. Fueron muchos los
que se acercaron al Señor gracias a su ejemplo y a su apostolado.
La fábrica de Pepsi-Cola se había
convertido en algo muy íntimo y entrañable para Víctor, especialmente porque en
cada botella que pasaba por sus manos, saludaba a la Virgen con el “Ave María”.
¿Cuántos millones de veces recitaría “Ave María” a lo largo de esos años? ¿Cómo
no se le iba a quedar grabada en el subconsciente la palabra Pepsi-Cola? Por eso, cuando ya el alzheimer no le
permitía razonar, se acercaba algunas veces al teléfono, se le ponía al oído
como suelen hacer los niños imitando a los mayores, marcaba unos números al
azar y se presentaba diciendo: “Soy Vítor el de Pisi-Cola”. Realmente
encantador.
No hay comentarios:
Publicar un comentario