San Juan de la Cruz. maestro y orientador en las noches del espíritu |
No tener en nada las buenas obras
hechas. Nadie puede arrancar de raíz las imperfecciones si no pasa por esta
penosa noche. No sólo negarse a bienes morales y materiales, sino a los espirituales.
Tiene que caminar a oscuras solamente en fe. Todo eso es ordenado a vida y no a
muerte.
Dice San Juan de la Cruz que,
“al alma que Dios ha de llevar adelante, no luego que sale de las sequedades y
trabajos de la primera purgación y noche del sentido, pone Su Majestad
en la purgación del espíritu, antes suele pasar harto tiempo y años, en
que, salida el alma del estado de principiantes, se ejercita en el de
aprovechados” (2 Noche 1, 1).
Y comentando la primera canción de
su poema “Noche oscura” que dice: “En
una noche oscura, /con ansias, en amores inflamada, /¡oh dichosa ventura!, /salí
sin ser notada, /estando ya mi casa sosegada, aplicando estas palabras
a la purgación contemplativa o pobreza de espíritu, tiene esta explicación que
tanto ayuda a comprender lo que Víctor dice en pocas palabras:
“En pobreza, desamparo y
desarrimo de todas las aprehensiones de mi alma, esto es, en oscuridad de mi
entendimiento y aprieto de mi voluntad, en aflicción y angustia de la memoria,
dejándome a oscuras y en pura fe, la cual es noche oscura para las
dichas potencias naturales, sólo la voluntad tocada de dolor y aflicciones y
ansias de amor de Dios, salí de mi misma, esto es, de mi bajo modo de entender,
y de mi flaca suerte de amar, y de mi escasa y pobre manera de gustar de Dios,
sin que la sensualidad ni el demonio me lo estorben.
Orando en oscuridad, pero con esperanza cierta. |
Lo cual fue gran dicha y buena
ventura para mí, porque en
acabándose de aniquilarse y sosegar las potencias, pasiones, apetitos y
aficiones de mi alma, con que bajamente sentía y gustaba de Dios, salí del
trato y operación humana mía a operación y trato de Dios.
Es a saber, mi entendimiento salió
de sí, volviéndose de humano y natural en divino; porque, uniéndose por medio
de esta purgación con Dios, ya no entiende por su vigor y luz natural, sino por
la divina sabiduría con que se unió.
Y mi voluntad salió de sí,
haciéndose divina, porque, unida en el divino amor, ya no ama bajamente con su
fuerza natural, sino con fuerza y pureza de Espíritu Santo, y así la voluntad
ya cerca de Dios no obra humanamente; ya que ni más ni menos, la memoria se ha
trocado en aprehensiones eternas de gloria. Y, finalmente, todas las fuerzas
y afectos del alma, por medio de esta noche y purgación del viejo hombre, todas
se renuevan con temples y deleites divinos” (2 Noche 2, 1-2).
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