sábado, 15 de agosto de 2020

Habla Víctor. Noche del Espíritu.


San Juan de la Cruz. maestro y orientador en las noches del espíritu



No tener en nada las buenas obras hechas. Nadie puede arrancar de raíz las imperfecciones si no pasa por esta penosa noche. No sólo negarse a bienes morales y materiales, sino a los espirituales. Tiene que caminar a oscuras solamente en fe. Todo eso es ordenado a vida y no a muerte. 

Dice San Juan de la Cruz que, “al alma que Dios ha de llevar adelante, no luego que sale de las sequedades y trabajos de la primera purgación y noche del sentido, pone Su Majestad en la purgación del espíritu, antes suele pasar harto tiempo y años, en que, salida el alma del estado de principiantes, se ejercita en el de aprovechados” (2 Noche 1, 1).
Y comentando la primera canción de su poema “Noche oscura”  que dice: “En una noche oscura, /con ansias, en amores inflamada, /¡oh dichosa ventura!, /salí sin ser notada, /estando ya mi casa sosegada, aplicando estas palabras a la purgación contemplativa o pobreza de espíritu, tiene esta explicación que tanto ayuda a comprender lo que Víctor dice en pocas palabras:

En pobreza, desamparo y desarrimo de todas las aprehensiones de mi alma, esto es, en oscuridad de mi entendimiento y aprieto de mi voluntad, en aflicción y angustia de la memoria, dejándome a oscuras y en pura fe, la cual es noche oscura para las dichas potencias naturales, sólo la voluntad tocada de dolor y aflicciones y ansias de amor de Dios, salí de mi misma, esto es, de mi bajo modo de entender, y de mi flaca suerte de amar, y de mi escasa y pobre manera de gustar de Dios, sin que la sensualidad ni el demonio me lo estorben.

Orando en oscuridad, pero con esperanza cierta.

Lo cual fue gran dicha y buena ventura para mí, porque en acabándose de aniquilarse y sosegar las potencias, pasiones, apetitos y aficiones de mi alma, con que bajamente sentía y gustaba de Dios, salí del trato y operación humana mía a operación y trato de Dios.

Es a saber, mi entendimiento salió de sí, volviéndose de humano y natural en divino; porque, uniéndose por medio de esta purgación con Dios, ya no entiende por su vigor y luz natural, sino por la divina sabiduría con que se unió.

Y mi voluntad salió de sí, haciéndose divina, porque, unida en el divino amor, ya no ama bajamente con su fuerza natural, sino con fuerza y pureza de Espíritu Santo, y así la voluntad ya cerca de Dios no obra humanamente; ya que ni más ni menos, la memoria se ha trocado en aprehensiones eternas de gloria. Y, finalmente, todas las fuerzas y afectos del alma, por medio de esta noche y purgación del viejo hombre, todas se renuevan con temples y deleites divinos” (2 Noche 2, 1-2).


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