San Juan de la Cruz, el Doctor de la espiritualidad. |
El hombre es
perfecto consiguiendo la unión con Dios. El que ama a Dios no se resigna a
unirse con Él sólo en el cielo, sino que lo ansía anticipado en esta vida.
Jesús lo dice: “Si alguno me ama guardará mi palabra y mi Padre le amará y
vendremos a él y haremos en él nuestra morada” (Jn. 14, 23). “Quién permanece
en caridad, en Dios permanece y Dios en él (1 Jn 4, 16). Unas están en más
gracia y por tanto en más amor. Para ello es necesario de despojarse de todo lo
que no es Dios, gustos, caprichos, egoísmo, orgullo. Es atraída por los
sufrimientos y humildad, deseando ser despreciada.
San Juan de la Cruz
dedica el capítulo quinto del Libro segundo de “Subida al Monte Carmelo” a
explicar en qué consiste la unión del alma con Dios. Para que lo entendamos, comienza
por señalar que Dios está sustancialmente aun en el alma del mayor pecador, pues
de no ser así, se aniquilaría y dejaría de existir, por eso esa unión siempre
está hecha. Pero hay otra unión sobrenatural que consiste en la
transformación del alma en Dios, que no siempre está hecha, sino sólo cuando
hay semejanza de amor entre el alma y Dios, que solamente se puede dar en las
que están limpias de pecado. Estas son algunas de sus palabras:
Unión y transformación en Cristo. |
“Aunque es
verdad que está Dios siempre en el alma dándole y conservándole el ser natural
de ella con su asistencia, no, empero, siempre le comunica el ser sobrenatural.
Porque este no se comunica sino por amor y gracia, en la cual no todas las
almas están; y en las que están, no en igual grado, porque unas están en más,
otras en menos grados de amor. De donde a aquella alma se comunica Dios más
que está más aventajada en amor, lo cual es tener más conforme su voluntad con
la de Dios. Y la que totalmente la tiene conforme y semejante, totalmente está
unida y transformada en Dios sobrenaturalmente” (2S. 5, 4).
¿Y qué sucede
cuando el alma conforma su voluntad con la de Dios? Que “queda
esclarecida y transformada en Dios, y le comunica Dios su ser sobrenatural de
tal manera, que parece el mismo Dios y tiene lo que tiene el mismo Dios”
(2S. 5, 7).
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