miércoles, 5 de febrero de 2020

Habla Víctor. Mi corazón fue robado.

San Juan de la Cruz, Doctor de la Iglesia.


Mi corazón fue robado, aunque dentro de mí ha quedado. Me robó mi querer sin saber por qué, cómo ni cuándo. Aunque robado fue, él quedó bien pagado. Quien su amor se llevó, éste más acrecentó, pues por se lo llevar, grandes penas, dolores y sudores pasó.

Una vez más es su maestro San Juan de la Cruz quien nos aclara y explica lo que Víctor ha experimentado y quiere expresar en pocas palabras. Efectivamente en la Canción 9 del Cántico Espiritual y en su explicación encontramos la respuesta:

¿Por qué, pues has llagado
aqueste corazón, no le sanaste?
Y pues me le has robado,
¿por qué así le dejaste
y no tomas el robo que robaste?

Es de saber, dice el Santo, “que el alma más vive donde ama, que en el cuerpo donde anima, porque en el cuerpo ella no tiene su vida, antes ella la da al cuerpo, y ella vive de amor en lo que ama. Dice pues:

 ¿Por qué, pues has llagado
aqueste corazón, no le sanaste?

Como si dijera: ¿Por qué, pues le has herido hasta llagarle, no le sanas, acabándole de matar de amor? Pues eres tú la causa de la llaga en dolencia de amor, sé tú la causa de la salud en muerte de amor; porque de esta manera el corazón que está llagado con el dolor de tu ausencia, sanará con el deleite y gloria de tu dulce presencia. Y añade:
 
Una estrofa del Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz.

Y pues me le has robado,
¿por qué así le dejaste?

Robar no es otra cosa que desaposesionar lo suyo a su dueño y aposesionarse de ello el robador. Esta querella, pues, propone aquí el alma al Amado diciendo que, pues Él ha robado su corazón por amor y le ha sacado de su poder y posesión, por qué le ha dejado así, sin ponerle de veras en la suya, tomándole para sí, como hace el ladrón el robo que robó, que de hecho se le lleva consigo.

Por eso el que está enamorado se dice tener el corazón robado de aquel a quien ama, porque le tiene fuera de sí, puesto en la cosa amada; y así, no tiene corazón para sí, sino para aquello que ama. De aquí podrá bien conocer el alma si ama a Dios puramente o no; porque, si le ama, no tendrá corazón para sí propia ni para mirar su gusto y provecho, sino para honra y gloria de Dios y darle a Él gusto, porque cuanto más tiene corazón para sí, menos le tiene para Dios” (C 9, 3-5).





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