miércoles, 12 de febrero de 2020

Florecillas. Tonto, malo y distraído

Iglesia Parroquial de San Clemente Romano en Madrid.

Puedes hacerte una idea de la situación (de la Congregación de San Felipe Neri) solamente comprobando que no encuentren otro más competente que yo para dirigirla; que soy tonto, malo y distraído; ruega mucho por las vocaciones y que sean competentes. (Carta de 19 de marzo de 1982 a una religiosa agustina)

La carta está dirigida a una joven muy espiritual que conoció en la Parroquia de San Clemente Romano con la que entabló gran amistad y a la que animó a integrarse en la Congregación de San Felipe Neri para que se implicase en el apostolado con los enfermos. Posteriormente ingresó en las religiosas agustinas.

En su correspondencia epistolar posterior, esta religiosa le preguntaba con frecuencia sobre la marcha de la Congregación de San Felipe Neri en que ambos habían trabajado juntos en las visitas que hacían todos los domingos a los enfermos en el Hospital Francisco Franco, hoy denominado Hospital Gregorio Marañón. Cuando a Víctor le nombraron Hermano Mayor de dicha Congregación, ya ven que respuesta la da, para explicarla que había problemas en la Congregación por falta de personal bien preparado e interesado en la atención a los enfermos.

Hospital Gregorio Marañón en Madrid.

Al tratarse de una correspondencia confidencial, pueden comprobar con que epítetos se retrata a sí mismo. Y lo hace convencidote serlo: Tonto, malo y distraído.

De tonto tenía muy poco, como se puede comprobar por sus éxitos y por sus escritos. De malo menos. No sabemos de donde lo sacaría, pues siempre hizo el bien, especialmente desde el momento de su conversión. El único epíteto que le cuadra, es en el de “despistado”. Eso si que lo era, y casi en grado superlativo. Casos como pagar al cobrador del autobús dándole las llaves de la casa en lugar de monedas, o pasar al lado de alguna persona amiga, e incluso de sus hijas por la calle y no enterarse hasta que no le llamaban la atención, son pruebas evidentes.

¿Por qué era tan despistado? Él lo achacaba con mucha humildad a falta de memoria, que cuando le afectó el alzheimer fue cierto, pero en realidad era porque caminaba inmerso en otro mundo. Su mente y su corazón, aun caminando en medio del bullicio de la gente, estaban puestos en Dios. No es que no le interesaran los demás, pues cuando le saludan era muy afable con todos, es que iba absorto, pensando y centrado en el Amado.



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