Las pequeñas Rebeca y Sara con los abuelos Víctor y Asunción. |
“Mañana
domingo, Dios mediante, me voy a Móstoles, tengo consulta con el cardiólogo. Como
voy a Móstoles, pues espero que Rebeca y Sara me reciban bien. Cuando fui a
las pruebas, nada más que me vieron se pegaron a mí para enseñarme todas sus
cosas, también del colegio. Me sentí muy halagado de mis nietas; así que si
así me siento de las pequeñas, cuánto no será de la nieta que está en el camino
del Carmelo” (Carta a Eva María y a Raquel).
Víctor,
una vez jubilado, dejó Madrid para ir a vivir primero a Velillas del Duque y
después, cuando le enfermedad avanzaba, a Medina del Campo. Cuando
periódicamente tenía que ir a Madrid para consultas con el cardiólogo, se
hospedaba en casa de su hija Teresa, que vivía en Móstoles, al lado de Madrid,
y aprovechaba esos días para compartir con sus nietas Rebeca y Sara, las dos
hijas más pequeñas de Teresa.
Sus
nietas, que le tenían un cariño especial por lo bien que las trataba cuando en
verano se pasaban con los abuelos unos días en Velillas, en cuanto le veían,
llenas de ilusión le comenzaban a enseñar sus juguetes, sus dibujos, sus tareas
en el colegio, le explicaban lo bien que las iba en el colegio y en la
catequesis, etc., y como el abuelo de todo se hacía eco, de todo se admiraba y
las manifestaba que se sentía orgulloso de tener unas nietas tan buenas y tan
inteligentes, no es extraño que las encantara estar con él.
Como
el comportamiento de las pequeñas Rebeca y Sara lo conocemos por la carta que
escribió a Raquel, la hermana mayor de ambas, que para esas fechas ya se
encontraba en las Carmelitas Descalzas de Sabarís, al manifestarla su alegría
por la conducta de las pequeñas, termina diciéndola: “Si así me siento de
las pequeñas, cuánto no será de la nieta que está en el camino del Carmelo”.
Es decir: si me siento halagado por las cualidades, espontaneidad y cariño de
las nietas pequeñas, ¡qué no sentiré por la nieta que además ya elegido
consagrarse a Cristo de por vida!
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