miércoles, 7 de agosto de 2019

Habla Víctor. Tentaciones contra la fe.

Monasterio de San José de Las Batuecas.


Aunque más duro fue, cuando me llegaron tentaciones contra la fe. Todo perdido lo veía, nada del mundo apetecía, y lo que de verdad amaba, se me escondía. Era este estado verdaderamente penoso. De una a otra parte me trasladaba, en todas, triste y desolado me encontraba, para pronto terminar a los pies del Sagrario. Allí llorando me consolaba.

San Juan de la Cruz, en el Cántico Espiritual, habla de las diferencias que hay entre un vino nuevo y un vino añejo para aplicar después las cualidades del uno y del otro a los nuevos o a los viejos amadores. Del vino nuevo señala que no ha fermentado bien y por eso no se puede saber si será de calidad, tiene sabor áspero y puede dañar la salud. El vino añejo por el contrario, ha concluido bien la fermentación, se ha asentado, tiene muy buen sabor y su bebida es saludable.

"Triste y desolado allí me encontraba".

Los nuevos amadores son comparados al vino nuevo. Estos son los que comienzan a servir a Dios, porque traen los fervores del vino del amor muy por de fuera en el sentido… porque a estos ordinariamente les da la fuerza para obrar el sabor sensitivo y por él se mueven. Así, no hay que fiar de este amor hasta que se acaben aquellos fervores y gustos…Estos nuevos amadores siempre traen ansias y fatigas de amor sensitivas que conviene templar, porque corren el riesgo de desaparecer cuando se acaben las ansias de ese amor” (C, 25, 11).

Cuántas personas, llevadas de una emoción religiosa, comienzan una vida de piedad ejemplar y la mantienen durante un tiempo por la satisfacción que reciben en esas prácticas más que por amor a Dios, por lo que, cuando desaparecen esos impulsos, terminan abandonando todo y hasta apartándose de las prácticas religiosas. Se amaban a sí mismos más que a Dios. Lo hacían por la satisfacción que sentían más que por Dios.

Algo semejante le pudo pasar a Víctor. Desde su conversión, su mayor deseo era pasar horas con el Señor. Por eso iba a Batuecas para gozar más de la presencia amorosa del Señor en un ambiente de soledad. ¿Y con qué se encontró? Con la desolación, la aridez, la sensación de que Dios le había abandonado, de que nada merecía la pena, de que estaba perdiendo el tiempo, etc. “Todo perdido lo veía”.

San Juan de la Cruz, el  maestro que le orientó en estas pruebas.

El Señor estaba haciendo su obra a su modo, no al modo de Víctor. Sus tentaciones sobre la fe concluyeron en una fe inquebrantable y un amor puro a Dios. Si Dios le quitó los fervores del amor sensitivo, fue para convertirle en viejo amador.

“Los viejos amadores, que son ya los ejercitados y probados en el servicio del Señor, son como el vino añejo, que tiene ya cocida la hez, y no tienen aquellos hervores sensitivos por fuera, sino que gustan de la suavidad del vino del amor ya bien cocido en la sustancia. El amor no está ya en el sabor del sentido, como el amor de los nuevos, sino asentado allá dentro, en el alma, en sustancia y sabor del espíritu, y en la verdad de las obras…estos amigos viejos por maravilla faltan a Dios, porque están ya sobre lo que les había de hacer faltar, la sensualidad y tienen el vino del amor no sólo ya cocido y purgado de hez, más aún adobado con las especias de virtudes perfectas, que no le dejan malear como al nuevo (C. 25, 11).
Así pasó Víctor a convertirse de nuevo amador en viejo amador de Dios.


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