D. Germán Montes, autor de este testimonio. |
Él
no veía la televisión. Lo suyo era la Eucaristía y la Oración. Tenía
las llaves de la Iglesia y cuantas veces iba a la Iglesia, se encerraba en ella
y pasaba las horas muertas ante el Sagrario.
Yo
le llevaba con el coche desinteresadamente cada vez que necesitaba ir a
Palencia a reconocimiento médico, lo que sucedía con frecuencia, pues además de
estar entrado en años, tenía su salud muy deteriorada.
Interior de la Parroquia de Quintanilla de Onsoña a la que Víctor acudía |
En
una ocasión le llevé a Grajal de Campos (León) a visitar a las madres
carmelitas descalzas de dicho lugar. Eran las tres de la tarde y la hermana
portera le dijo que a esas horas no recibían visitas. Él se quedó tan
tranquilo, como si no fuera para él el asunto. Y nos fuimos sin verlas.
El
no se perdía nunca la misa ni de recibir la comunión, hiciera el tiempo que
hiciera. Lo mismo si nevaba, que si llovía, que si helaba, que hiciera el
tiempo que hiciera. Yo, desde mi casa, los días que hacía malo, estaba
pendiente de su llegada caminando desde Velillas del Duque donde él vivía a
Quintanilla de Onsoña donde vivía yo y donde solía celebrarse la misa, y había
en el camino, a la entrada de mi casa unos ramos que me impedían ver la
carretera y los corté para verle pasar y para que entrara fácilmente en mi casa
y pasara en mi casa mientras llegaba la hora de la misa.
Preciosa y devota imagen de Nuestra Señora de estilo gótico |
Antes
de que yo le conociera tanto, el camino de ida como el de vuelta, lo hacía
siempre andando, hiciera como hiciera. Desde que le conocí, el camino de ida
siguió haciéndole siempre andando, pero para volver al pueblo donde vivía, le
llevaba yo en coche.
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