Víctor anciano y sonriente con su esposa y su hija Teresa |
Antes
de cumplir los sesenta años, al abonar un billete de tren le pidieron la
tarjeta dorada para que le resultara más económico. Él se sonrió, aludiendo a
que no tenía la edad requerida. El cobrador le miró muy extrañado y le preguntó
entonces cuántos tenía; al oír la respuesta exclamó: representa usted setenta,
y fueron varias las personas a las que en diversas ocasiones les pareció mi
padre muy mayor. Tenía una vida muy gastada por tantas horas de trabajo,
oración y sufrimiento que fueron minando su salud y haciendo que representara
más edad que mi madre, a pesar de llevarse con ella sólo un año (Vida…
P. 74).
Cuando
Víctor tenía unos cincuenta años, ya una niña le había llamado viejo y en lugar
de molestarse, que es lo que suele suceder, aunque uno se lo calle, llegó contento
y sonriente a casa y le faltó tiempo para contarlo a su esposa e hijas,
añadiendo que los niños siempre dicen la verdad.
Víctor sonriente contemplado a María en brazos de Tere |
De
nuevo se repite la escena, sólo que en esta ocasión no fue una niña, sino el
cobrador de billetes en la taquilla de la estación el que, de forma indirecta
le llamó viejo al pedirle la tarjeta dorada para que le saliera más barato.
Sonriente, como siempre, le dijo que aun no tenía la edad requerida. El honesto
cobrador que quería ayudarle, le miró muy extrañado y le preguntó: ¿Pues
qué edad tiene? Y cuando le dijo la edad, no pudo por menos de exclamar: “Pues
representa por lo menos setenta”.
Su
hija Begoña trata de explicar esa apariencia de anciano por tantas horas extras
de trabajo en Pepsi-Cola, tantas horas de oración robadas al descanso nocturno
y por los sufrimientos que no especifica, pero que procedían especialmente de
los compañeros.
Víctor muy anciano pero sonriente con su hija Tere |
Lo
verdaderamente destacable de esta anécdota es su humildad, su sencillez y sobre
todo su “sonrisa” cuando le llamaban o tenían por “viejo”. Lo que para la
mayoría de los mortales resulta bastante humillante que a la cara le llamen
viejo, se convertía para Víctor en motivo de alegría especial, pues al no tener
apego a los valores de este mundo, no estaba pendiente de su imagen ni del qué
dirán, eso que tanto se valora hoy día. Es más, por las pocas fotos que
nos quedan de Víctor, es fácil comprobar que en la mayoría de ellas aparece
sonriente, pero que su sonrisa de paz, es más notoria en su ancianidad y
en su enfermedad.
Resaltamos
esta sonrisa en su vejez y en su enfermedad, porque lo normal hoy día, es
encontrar caras serias y tristes en la mayoría de los ancianos, síntoma de que se
sienten amargados, desilusionados y hasta fracasados porque carecen de esperanza
y ven como se acerca el final de sus días. La permanente sonrisa de paz
de Víctor, es por el contrario, la manifestación externa de que la alegría y esperanza
con que el Señor iluminaba su vida desde dentro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario