Dª. Telesfora, vecina de Saldaña |
Si
los ángeles sonríen, Víctor siempre tenía sonrisa de ángel. Yo recuerdo siempre
su sonrisa de ángel y la gran bondad que tenía hacia todos.
En
sus conversaciones conmigo, intentaba meterme de lleno en el amor a Jesucristo,
y yo, siempre recelosa, le decía que me faltaba fe, a lo que él me decía que
pedía por mí todos los días al Señor para que el Señor me la concediera, como
se la había concedido a él.
Vista general de Saldaña. |
Yo,
no es que no creyera en la existencia de Dios, pero tenía muchas dudas, pues no
comprendía a la gente que me decía que ellas si que eran creyentes y estaban
llenas de faltas de amor al prójimo, comulgando como comulgaban diariamente. A
esto Víctor me decía que nosotros somos humanos y que como humanos que somos,
somos muy imperfectos, pero que Dios sentía misericordia de nosotros.
A
mí me daba mucha envidia el no sentir lo que él sentía y de hacer lo que él
hacía, tanto durante el día como durante la noche y que no se perdía la misa y
la comunión, yendo cada día a misa al pueblo más cercano donde esta se
celebraba, hiciera como hiciera. A él le daba lo mismo que lloviera,
helara, nevara, que hiciera el tiempo que hiciera. Él se iba andando día tras
día y así durante doce años, al pueblo más cercano, pues él la misa y la
comunión no la dejaba ni un solo día, y eso a pesar de estar enfermo y bien
entrado en años.
Casa de los marqueses de la Valdavia |
Cuando
yo vendía algo, solía darle 50 euros para que se lo diera a algún pobre, y al
recibirlos, como que se iluminaba el rostro pensando en la alegría que iba a
recibir la persona a quien él pensaba hacer la entrega de mi humilde limosna.
Yo
tengo colocada la foto de Víctor en frente de donde suelo sentarme. Miro
su foto y le hablo con frecuencia y a veces le pido alguna cosilla, ya que era
un santo, como por tal le tengo y como por tal le tienen todas las personas que
han tenido la dicha de tratarle como yo le he tratado.
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