miércoles, 24 de julio de 2019

Florecillas. A tu madre no la parte un rayo

Víctor y Asunción ya muy ancianos conversado


Comentando la fuerte salud de mi madre, utilizaba esta expresión con fuerza: “A tu madre no la parte un rayo”.

Era muy frecuente, al menos en los pueblos, cuando alguien molestaba más de la cuenta y no cedía, decirle: ¡Vete y que te parta un rayo! Eran palabras que a veces se decían como maldición, pues los rayos, sobre todo en verano, eran muy peligrosos y causa de muerte, pero la mayoría de las veces se decían sin malicia, sólo para manifestar al pesado que dejara de molestar.

Víctor, sin embargo, emplea aquí esa expresión para resaltar la fortaleza física de su esposa, y no le faltaba razón, pues gozó siempre de muy buena salud y de gran fortaleza para hacer frente a las dificultades. Y eso no porque todo fuera fácil en su vida, pues nos consta, por ejemplo, que el calor y la contaminación de Madrid en verano la afectaban seriamente, y aunque no llegaba a enfermar, sí bajaba su rendimiento; por eso en verano solían ir unos días a Galicia en busca de la brisa marina y de un clima más benévolo que la reconfortara, aunque siguiera trabajando, pues tenía que hacer la compra, la limpieza, la comida etc.


Víctor y Asunción calentándose en invierno

Un momento en que esa fortaleza se puso a prueba, fue en el nacimiento de su hija Begoña que tuvo lugar en plena crisis económica de la familia y con complicaciones gravísimas para madre e hija al extremo de que, ante el peligro de muerte de madre e hija, arruinados como estaban, tuvieron que alquilar un taxi y trasladarse urgentemente desde Medina del Campo hasta Segovia (más de cien kilómetros por muy malas carreteras y sangrando durante el trayecto), porque allí vivía el ginecólogo que  mejor la conocía, ya que la había atendido en sus partos anteriores también difíciles, tanto, que tres de sus hijos murieron a los pocos días de nacer. Teniendo en cuenta estas experiencias, no es extraño que exclamara: ¡A tu madre no la parte un rayo!

Víctor y Asunción con su nieto Carlos y su bisnieto Víctor

Pero las mejores pruebas de la fortaleza de Asunción tuvieron lugar los últimos años de Víctor, cuando la enfermedad del alzheimer le fue llevando poco a poco a una situación límite en que perdió por completo la memoria y ni siquiera podía pronunciar los nombres de sus hijos. Allí estuvo siempre Asunción para acostarle, bañarle, vestirle, darle de comer etc. Solamente el último mes de su vida, cuando ya sus fuerzas y las del hijo que vivía con ellos no daban para más, permitió internarle en una residencia.

Los hechos le siguen dando la razón, pues a pesar de sus muchos años, esfuerzos y sufrimientos, sigue viva haciendo frente a las enfermedades y achaques propios de la edad con un valor y fortaleza encomiables.



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