sábado, 25 de mayo de 2019

Habla Víctor Encontré a quien venía a buscar

Las Batuecas donde Víctor buscó la soledad.

Al desierto me llegué para buscar la paz. En silencio me encontré a quien venía a buscar.

En carta de 30 de enero de 2003 al P. Matías del Niño Jesús, le dice: “Su carta me alegró y me hizo recordar todas las vacaciones que pasé ahí, y sobre todo, todas las inmensas gracias que recibí en esa santa casa”. Y como ya la enfermedad del alzheimer le estaba afectando, añade: “Mi situación humana es verdaderamente muy precaria; incluso influye en el espíritu, aunque tengo la gracia de estar adorando a la Santísima Trinidad, siempre que no esté ocupado en lo poco que puedo hacer”.

Víctor se fue al desierto de Las Batuecas para en la soledad encontrar la paz, y en el silencio del desierto se encontró a quien iba a buscar, al único que puede conceder la Paz en plenitud. En el se cumplió lo que dice Oseas 2, 16-22: “Voy a seducirla llevándomela al desierto y hablándole al corazón…Me casaré contigo para siempre, me casaré contigo a precio de justicia y derecho, de afecto y de cariño. Me casaré contigo a precio de fidelidad, y conocerás al Señor”.
 
Jesús orando con el Padre en soledad.
Algo especial tiene el desierto o la soledad para encontrarse con Dios, cuando el mismo Jesús se apartaba con frecuencia para dialogar con tranquilidad con el Padre y algo notaban sus apóstoles cuando regresaba de ese encuentro a solas con el Dios Padre para pedirle que les enseñara a orar.

Y es que, como dice Santa Teresa, oración es “trato de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama” (V. 8, 5). Víctor conocía muy bien esta definición de Santa Teresa y por eso, una vez convertido de corazón y con el deseo de amar cada vez más a Dios, se fue al desierto para “estar muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama”.

Y la experiencia fue tan positiva, que a la soledad volvía año tras año para poder estar con el Amado, alejado de las preocupaciones y allí disfrutar de su amor “a solas” en plena intimidad. Experimentar el amor que por la fe sabemos que Dios nos tiene, es conseguir la felicidad en plenitud. Estar con Jesús, hablar con Él, escucharle, dejarse amar, es mucho mejor que pensar en cosas maravillosas de Dios. En el silencio, donde nada ni nadie nos distraiga, es donde podemos escuchar a Jesús que nos habla al corazón y experimentar su amor en plenitud. Por eso Víctor afirma: “en el silencio me encontré a quien vine a buscar”.
 
Santa Teresa de Jesús dialogando a solas con Jesús.
Víctor recordó siempre las “inmensas gracias” que recibió en la soledad de Las Batuecas. Pero allí, al experimentar el amor de Dios y querer responder a ese amor, se dio cuenta de que sólo se conseguía pasando las purificaciones de la noche oscura de que habla San Juan de la Cruz y descubrió que, como dice Santa Teresa, “No está el amar en el mayor gusto, sino en la mayor determinación de desear contentar en todo a Dios y procurar en cuanto pudiéramos no le ofender, y rogarle que vaya siempre adelante la honra y gloria de su Hijo, y el aumento de la iglesia católica. ¡Estas son las señales del amor! (4M 1, 7).

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