Santa Teresa preocupada siempre por la salvación de las almas. |
Víctor,
trabajando con el modo sencillo y continuado que tenía, decía a Jesucristo:
“Tenemos que ganar a este compañero”, repitiendo frecuentemente la súplica
(Vida impactante… P. 60).
El
amor de Víctor hacia sus compañeros de trabajo, no se reducía a ayudarles a
solucionar sus pequeños problemas con la empresa o con la familia, sino que
trataba de acercarlos a Jesús para que le siguieran y consiguieran la salvación.
Es
una nota que se da en la vida de muchos santos y que Víctor, como carmelita
seglar, aprendió especialmente de Teresa de Jesús, a la que tres
acontecimientos especiales en su vida la impulsaron a poner de su parte todo lo
que pudiera por salvar a las almas: Una visión del infierno, los estragos que
los protestantes estaban haciendo en Francia y la noticia de los millones de
indios que fallecían en América sin bautismo.
Logo de los Cursillos de Cristiandad. |
En
una visión del infierno, el Señor permitió que experimentase las terribles
penas que padecen los condenados, lo que la llevó a decir: “De aquí gané la
grandísima pena que me da de las muchas almas que se condenan…y los ímpetus
grandes de aprovechar almas, que me parece cierto a mí que por librar una sola
de tan gravísimos tormentos pasaría yo muchas muertes muy de buena gana” (V
32, 6).
La
destrucción de iglesias en Francia y las apostasías de muchos creyentes la llevó
a ofrecer su vida al Señor como remedio: “Lloraba con el Señor y le
suplicaba remediase tanto mal. Me parecía que mil vidas pusiera yo para remedio
de un alma de las que allí se perdían” (C. 1, 2). Y ante las noticias que
el P. Maldonado, recién llegado de América la dio de los millones de indios que
morían sin bautizarse por falta de misioneros exclama:
“Tenía gran envidia a los que podían por
amor de nuestro Señor emplearse en esto, aunque pasasen mil muertes; Y así me
acaece que cuando en la vida de los santos leemos que convirtieron almas, mucha
más devoción me hace y más ternura y más envidia que todos los martirios que
padecen (por ser esta la inclinación que nuestro Señor me ha dado),
pareciéndome que precia más un alma que por nuestra industria y oración le
ganásemos, mediante su misericordia, que todos los servicios que le podemos
hacer” (F. 1, 7).
Víctor,
en su etapa de trabajador en Pepsi-Cola, movido por el deseo de la salvación de
sus almas, aprovechó el prestigio que le confería ser representante de
los trabajadores para animarles a participar en los Cursillos de Cristiandad
con la esperanza de que saldrían fortalecidos en la fe. ¡Cuántas
horas dedicaría a la oración pidiendo al Señor el don de su conversión!
Solamente el Señor conoce las conversiones que Víctor consiguió diciéndole a
Jesús: “Tenemos que ganar a este compañero”.
Pero
la preocupación por la salvación de los demás, no se redujo al grupo de los
compañeros de trabajo, sino que abarcó a todos, especialmente a los familiares
y conocidos, como aparece reflejado en sus escritos.
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