miércoles, 15 de mayo de 2019

Habla Víctor. Al desierto me llegué.

Vista general del monasterio de Las Batuecas.


 Al desierto me llegué para buscar la paz. En silencio me encontré a quien venía a buscar. Una losa sobre mí cayó. Inexperto me encontraba.

Víctor, antes de su quiebra económica, solía pasar unos días de vacaciones con toda su familia, generalmente en Cangas de Morrazo muy cerca de Vigo. Después, durante algunos años, como sus recursos económicos no se lo permitían, procuraba que sus hijos salieran en verano algunos días, generalmente a casas de familiares.

Como a su esposa Asunción la hacía mucho daño el calor de Madrid en verano y tenían comprobado que recuperaba fuerza y salud cuando pasaba unos días junto al mar, como sus posibilidades económicas no se lo permitían, algunos años se fue con los más pequeños en tienda de campaña a la playa Ladeira de Sabarís. Años más tarde, cuando la economía les permitió alquilar una casa, así lo hicieron siempre en el mes de septiembre que los alquileres eran más baratos y siempre en Sabarís.

Portada de la Iglesia de San José de las Batuecas.

Pero como las vacaciones de Víctor dependían de la empresa, no siempre coincidían con las de la familia, por lo que decidió pasar algunos días de sus vacaciones en Batuecas en plan de retiro. Ya al año siguiente de su conversión aparece haciendo retiro con los ermitaños del 3 al 28 de octubre, como anota el cronista del monasterio, P. Matías del Niño Jesús. Y desde el primer momento llamó la atención a los religiosos como lo muestra el elogio que el cronista le dedica por su extraordinaria bondad, virtud y disponibilidad que concluye con estas palabras: “Se encontraba aquí como en su centro. (Vida Impactante…  P. 198).

El hechizo del desierto fue tan fuerte, que a él acudió nada menos que diecinueve años por más que las experiencias místicas que allí tuvo, fueran muy dolorosas, como reconoce explícitamente.

Víctor en la celda que ocupaba en Las Batuecas.

Los ermitaños, haciendo con él una verdadera excepción, le permitieron participar con ellos en el rezo del oficio divino y en las horas de oración. En su segunda visita la confianza fue aún mayor, pues como dice el cronista: “Por ser terciario nuestro, y por su gran espíritu carmelitano, el P. Prior este año le permitió comer en nuestro refectorio después de la comunidad”. Y a partir de su tercera visita comenzó a vivir en comunidad como un monje más como anota el cronista: “Llegó el 2 de noviembre a pasar aquí las vacaciones como en años anteriores. Este año ocupó una celda en nuestro mismo claustro y asistió con nosotros a todos los actos de comunidad con la piedad y el fervor de siempre”. Y así lo hizo en las siguientes visitas.

Cómo sería su identificación con la vida de los ermitaños para que en el libro de becerro de la comunidad, aludiendo a su visita en 1973 haya dejado esta nota: “Llegó el 20 de septiembre. Como en años anteriores vivió en todo nuestra vida con el mayor y más edificante fervor, ayudándonos en todo en los ratos libres y horas de recreo. Se encuentra aquí absolutamente en su centro y si no se lo impidiera su estado y obligaciones familiares, se vendría aquí para toda la vida. Por eso le consideramos ermitaño transeúnte y en espíritu de Batuecas; y le llamamos el Hermano Víctor. Se fue el día 9 de octubre”.

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