Vista general del monasterio de Las Batuecas. |
Víctor,
antes de su quiebra económica, solía pasar unos días de vacaciones con toda su
familia, generalmente en Cangas de Morrazo muy cerca de Vigo. Después, durante
algunos años, como sus recursos económicos no se lo permitían, procuraba que
sus hijos salieran en verano algunos días, generalmente a casas de familiares.
Como
a su esposa Asunción la hacía mucho daño el calor de Madrid en verano y tenían
comprobado que recuperaba fuerza y salud cuando pasaba unos días junto al mar,
como sus posibilidades económicas no se lo permitían, algunos años se fue con
los más pequeños en tienda de campaña a la playa Ladeira de Sabarís. Años más
tarde, cuando la economía les permitió alquilar una casa, así lo hicieron siempre
en el mes de septiembre que los alquileres eran más baratos y siempre en
Sabarís.
Portada de la Iglesia de San José de las Batuecas. |
Pero
como las vacaciones de Víctor dependían de la empresa, no siempre coincidían
con las de la familia, por lo que decidió pasar algunos días de sus vacaciones
en Batuecas en plan de retiro. Ya al año siguiente de su conversión aparece haciendo
retiro con los ermitaños del 3 al 28 de octubre, como anota el cronista del
monasterio, P. Matías del Niño Jesús. Y desde el primer momento llamó la
atención a los religiosos como lo muestra el elogio que el cronista le dedica
por su extraordinaria bondad, virtud y disponibilidad que concluye con estas
palabras: “Se encontraba aquí como en su centro. (Vida
Impactante… P. 198).
El
hechizo del desierto fue tan fuerte, que a él acudió nada menos que diecinueve
años por más que las experiencias místicas que allí tuvo, fueran muy dolorosas,
como reconoce explícitamente.
Víctor en la celda que ocupaba en Las Batuecas. |
Los
ermitaños, haciendo con él una verdadera excepción, le permitieron participar
con ellos en el rezo del oficio divino y en las horas de oración. En su segunda
visita la confianza fue aún mayor, pues como dice el cronista: “Por ser
terciario nuestro, y por su gran espíritu carmelitano, el P. Prior este año le
permitió comer en nuestro refectorio después de la comunidad”. Y a partir
de su tercera visita comenzó a vivir en comunidad como un monje más como anota
el cronista: “Llegó el 2 de noviembre a pasar aquí las vacaciones como en
años anteriores. Este año ocupó una celda en nuestro mismo claustro y asistió
con nosotros a todos los actos de comunidad con la piedad y el fervor de
siempre”. Y así lo hizo en las siguientes visitas.
Cómo
sería su identificación con la vida de los ermitaños para que en el libro de
becerro de la comunidad, aludiendo a su visita en 1973 haya dejado esta nota: “Llegó
el 20 de septiembre. Como en años anteriores vivió en todo nuestra vida con el
mayor y más edificante fervor, ayudándonos en todo en los ratos libres y horas
de recreo. Se encuentra aquí absolutamente en su centro y si no se lo impidiera
su estado y obligaciones familiares, se vendría aquí para toda la vida. Por
eso le consideramos ermitaño transeúnte y en espíritu de Batuecas; y le
llamamos el Hermano Víctor. Se fue el día 9 de octubre”.
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