sábado, 4 de mayo de 2019

Habla Víctor En el albor de mi vida.

Pila bautismal en que Víctor recibió el bautismo.


En el albor de mi vida, en la Iglesia me inicié. En ella vivir y morir deseo.

Resulta curioso que Víctor ponga estas breves palabras a la mitad de sus escritos autobiográficos explicando la trayectoria que ha seguido hasta ese momento para imitar a Cristo justo antes de iniciar su dura experiencia de purificación pasiva en el Desierto de San José de las Batuecas. ¿Por qué elige ese momento para testificar que quiere vivir siempre en la Iglesia y morir en la fe que recibió en su infancia?

Será un enigma difícil de descifrar. Puede ser una muestra de gratitud a sus padres que se preocuparon de bautizarle a lo pocos días de nacer y, sobre todo, un refrendo definitivo de permanecer hasta el último día de su vida en la Iglesia que le recibió con los brazos abiertos, le acogió en su seno y le llenó de bendiciones a lo largo de su vida.


Vista panorámica del desierto de San José de Las Batuecas (Salamanca)

Para entenderlo podemos acudir a lo que hicieron algunos santos en un momento decisivo de su vida: Consagrarse al Señor para siempre. También puede ser que quisiera imitar a las órdenes religiosas, en las que la incardinación definitiva se hace mediante una “Profesión Solemne”, como muy bien conocía Víctor por su frecuente trato con religiosos.

Todos sabemos que en las órdenes religiosas, los que se sienten llamados a vivir ese tipo de vida, tienen que pasar por un  postulantado, un noviciado, una Profesión Simple y unos años de experiencia de vida comunitaria antes de hacer la Profesión Solemne, o compromiso público de vivir hasta el fin de su vida conforme a la espiritualidad de esa orden o congregación religiosa. Pues bien, parece que lo que hace Víctor en la plenitud de su experiencia cristiana, es como una profesión solemne o compromiso de permanecer siempre fiel a la fe de la Iglesia, que esa es su opción definitiva, opción que con la ayuda del Señor confía  mantener hasta su encuentro definitivo con Él.

Víctor en su celda en Batuecas

También puede ser que eligiera ese momento al experimentar en propia carne terribles tentaciones contra la fe, tentaciones que incluso le hicieron sentir que blasfemaba en su interior y que “todo perdido lo veía”. Es lo que le sucedió durante sus estancias en Las Batuecas, donde el Señor le purificó mediante lo que San Juan de la Cruz describe como noche oscura, de la que salió plenamente transformado y fortalecido.

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