Jesús Niño ayudando a San José en su taller |
“Durante
algún tiempo fue delegado de personal, representante de los trabajadores, y
trató siempre de defender sus intereses laborales. Como representante de los
trabajadores, “cuando conseguía algo de los jefes, como, por ejemplo, aumento
de sueldo, entonces animaba a los compañeros a trabajar más”. “Podemos rendir
más”, les decía” (Vida impactante… Pág. 59).
Bueno
es recordar, precisamente en el “día del trabajo”, que Víctor no solamente fue
buen trabajador mientras la salud se lo permitió, sino también defensor de sus
compañeros de trabajo en la Embotelladora de Pepsi-Cola. ¿Y por qué
Víctor trabajó tanto y animó a sus compañeros a que hicieran lo mismo? Pues
porque el trabajo es pedido por Dios y por tanto es un medio de santificación.
Dios
creó al hombre y le puso en el paraíso “para que lo cultivara” (Gen 2, 15). Al
pecar el hombre, como castigo, al
trabajo se le añadió el cansancio: “Comerás el pan con el sudor de tu frente”
(Gen. 3, 19). A partir de ese momento el hombre que rehúsa trabajar, comete un
doble desorden, pues no sólo desatiende el precepto, sino que deja de cumplir la
pena, despreciando a Dios como creador y legislador.
El
mejor ejemplo de trabajador le tenemos en Jesús, conocido como “el Hijo del
Carpintero” e incluso de Él mismo se dice: “¿No es este el carpintero? (Mc 6,
3). Jesús, que como Dios podía crear nuevos mundos, prefirió tomar los
utensilios de carpintero y ganarse el alimento con su trabajo. Así lo aprendió
de San José y así lo ejerció hasta el inicio de su vida pública. Lo mismo
podemos decir de María, que tuvo que realizar todas las faenas domésticas como
cualquier ama de casa. Nada de creer que los ángeles las hacían para que ella
pudiera dedicarse a orar sin tregua.
Víctor trabajando en su granja en Medina del Campo. |
Seguro
que Jesús y José hacían las cosas, no solamente para ganarse el sustento, sino
con la máxima perfección para ayudar a los demás. Si de Dios Creador se
dice que “todo lo hizo bien”, tanto
Jesús como José debieron experimentar complacencia al ver que un arado, un
asiento, una puerta, una mesa etc., salidas de sus manos funcionaban perfectamente.
Cuando hacían esos encargos, pudieron
hacerlos oficialmente bien, pero seguro que no se limitaron a eso, sino que añadirían
un plus de perfección no rentable por generosidad y amor a los clientes y para
sentir la satisfacción de la obra bien hecha.
No
es extraño que Víctor, teniendo presente los ejemplos de Jesús, María y José,
trabajara no solamente para cumplir con el precepto del trabajo y para ganarse
el sustento, sino para ayudar a la empresa y a los clientes y quisiera que sus
compañeros hicieran lo mismo. De ahí que les animara y defendiera ante
la empresa, pero a la vez les dijera: “Podemos rendir más”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario