Fábrica embotelladora de Pepsi-Cola |
En
la fábrica, cuando el compañerismo era grande, le llamaban Padre Víctor. Al
venir lo que él dice “el destape del mal hablar”, comenzaron los compañeros a
llamarle “el cura” y después “el curote” (En carta de Eva María al P.
José Vicente).
En
esas breves palabras resume su hija Eva el trato que su padre recibió de parte
de los trabajadores de la Embotelladora de Pepsi-Cola. Cuando Víctor entró a
trabajar en Pepsi-Cola, al comprobar los compañeros su disponibilidad, su
personalidad y su preparación, no dudaron en elegirle como su representante ante
la empresa.
Víctor
no les defraudó, pues consiguió algunas bonificaciones y les defendió sin miedo
cuando fue necesario. Pero también aprovechó esa oportunidad para hablarles de
Dios y de la alegría de ser creyente, pues la fe le garantiza que al final de
su vida encontrará la verdadera felicidad. Nos consta que aprovechó ese
prestigio moral para que muchos de sus compañeros acudieran a los Cursillos de
Cristiandad y cambiaran de vida. Incluso se acercaron a confiarle problemas de
conciencia aunque no fuera sacerdote. Era un auténtico mensajero de la Palabra
de Dios entre ellos y le comenzaron a llamar “padre Víctor” como si se tratara
de un sacerdote. Muchos de los trabajadores no tenían fe, pero eran personas
honestas y se acercaban a él para escucharle hablar de Jesús y de las verdades
del Evangelio.
Al encuentro con Jesús en los Cursillos de Cristiandad. |
Pero
como la condición humana es voluble y fácil de manipular, especialmente cuando
se le ofrecen bienes materiales, al surgir con fuerza los sindicatos que
presionaron a los empresarios a mejorar las condiciones laborales de los
obreros y estaban dispuestos a conseguirlo incluso por la fuerza, Víctor, que siempre
les hablaba de mutua correspondencia entre empresa y empleados y era partidario
de resolver los problemas mediante el diálogo entre ambas partes y así actuó
mientras fue su representante, de “Padre Víctor” pasó a ser para
ellos el “Cura moralista” a quien ya no merecía la pena escuchar
ni tener en cuenta. Y le dejaron de lado.
Si
al principio las presiones venían de fuera de la fábrica, poco a poco fueron
muchos los obreros que se dejaron arrastrar por las nuevas tendencias y muy
pocos los que permanecieron fieles a los principios cristianos. Las presiones
de los sindicatos para conseguir aumento de salario y mejoras laborales para
los obreros, cosas en sí muy honestas,
se hicieron con tal violencia, que Víctor lo describe con estas
dolorosas palabras
"De colores", principal cántico de los Cursillistas. |
“Todo
cambió radicalmente y sólo groserías y maldades se podían oír. Fue esta una
etapa de verdadero calvario”. A partir de ahí, ya no se le llamó “Padre
Víctor”, ni siquiera “Cura”, sino que se le comenzó a denominar
despectivamente “Curote”. Siempre
contó con un grupo de amigos fieles que no abandonaron nunca la senda de la fe,
pero muchos le despreciaron. Él lo soportó con tanta paz, que sus compañeros y
amigos más cercanos, no se han enterado de su sufrimiento hasta después de su
fallecimiento.
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