miércoles, 22 de mayo de 2019

Florecillas De “Padre Víctor” a “Curote”

Fábrica embotelladora de Pepsi-Cola


En la fábrica, cuando el compañerismo era grande, le llamaban Padre Víctor. Al venir lo que él dice “el destape del mal hablar”, comenzaron los compañeros a llamarle “el cura” y después “el curote” (En carta de Eva María al P. José Vicente).

En esas breves palabras resume su hija Eva el trato que su padre recibió de parte de los trabajadores de la Embotelladora de Pepsi-Cola. Cuando Víctor entró a trabajar en Pepsi-Cola, al comprobar los compañeros su disponibilidad, su personalidad y su preparación, no dudaron en elegirle como su representante ante la empresa.

Víctor no les defraudó, pues consiguió algunas bonificaciones y les defendió sin miedo cuando fue necesario. Pero también aprovechó esa oportunidad para hablarles de Dios y de la alegría de ser creyente, pues la fe le garantiza que al final de su vida encontrará la verdadera felicidad. Nos consta que aprovechó ese prestigio moral para que muchos de sus compañeros acudieran a los Cursillos de Cristiandad y cambiaran de vida. Incluso se acercaron a confiarle problemas de conciencia aunque no fuera sacerdote. Era un auténtico mensajero de la Palabra de Dios entre ellos y le comenzaron a llamar “padre Víctor” como si se tratara de un sacerdote. Muchos de los trabajadores no tenían fe, pero eran personas honestas y se acercaban a él para escucharle hablar de Jesús y de las verdades del Evangelio.

Al encuentro con Jesús en los Cursillos de Cristiandad.

Pero como la condición humana es voluble y fácil de manipular, especialmente cuando se le ofrecen bienes materiales, al surgir con fuerza los sindicatos que presionaron a los empresarios a mejorar las condiciones laborales de los obreros y estaban dispuestos a conseguirlo incluso por la fuerza, Víctor, que siempre les hablaba de mutua correspondencia entre empresa y empleados y era partidario de resolver los problemas mediante el diálogo entre ambas partes y así actuó mientras fue su representante, dePadre Víctor” pasó a ser para ellos el “Cura moralista” a quien ya no merecía la pena escuchar ni tener en cuenta. Y le dejaron de lado.

Si al principio las presiones venían de fuera de la fábrica, poco a poco fueron muchos los obreros que se dejaron arrastrar por las nuevas tendencias y muy pocos los que permanecieron fieles a los principios cristianos. Las presiones de los sindicatos para conseguir aumento de salario y mejoras laborales para los obreros, cosas en sí muy honestas,  se hicieron con tal violencia, que Víctor lo describe con estas dolorosas palabras

"De colores", principal cántico de los Cursillistas.

“Todo cambió radicalmente y sólo groserías y maldades se podían oír. Fue esta una etapa de verdadero calvario”. A partir de ahí, ya no se le llamó “Padre Víctor”, ni siquiera “Cura”, sino que se le comenzó a denominar despectivamente  “Curote”. Siempre contó con un grupo de amigos fieles que no abandonaron nunca la senda de la fe, pero muchos le despreciaron. Él lo soportó con tanta paz, que sus compañeros y amigos más cercanos, no se han enterado de su sufrimiento hasta después de su fallecimiento.


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